INTRODUCCIÓN
La pandemia de la COVID-19, enfermedad causada por el virus SARS-Cov-2 ha constituido un fuerte impacto para la sociedad desde su aparición. Este presenta una alta transmisibilidad, asociada con sus vías de contagio, ya sea por contacto directo o por entrar en contacto con secreciones corporales de un individuo enfermo.(1) La contingencia generada por la COVID-19 ha revelado vacíos en los sistemas de salud, económicos y de gobierno, pero sobre todo, en las relaciones sociales y la dinámica de las comunidades.(2)
Esta situación no ha sido diferente para el Ecuador, donde en marzo de 2020 se declararon las medidas de confinamiento para frenar la propagación de la enfermedad. Esto afectó el funcionamiento de la sociedad como en ese momento se conocía,(3) generando secuelas a nivel macro y micro, con extensión a la educación, las dinámicas sociales, la economía, los empleos y la salud, tanto física como mental.
La discriminación hace referencia al accionar o forma de comportamiento, generalmente injusta y humillante, que tiene como objeto a personas o grupos de personas que comparten una característica, comportamiento o grupo social. Esta puede materializarse de forma verbal o no, y conlleva a que el individuo que la sufre se sienta aislado, menospreciado, rechazado o ignorado. En múltiples ocasiones la discriminación trae consigo la limitación de derechos, sanciones, e incluso diferentes formas de violencia.(4)
La discriminación y la estigmatización de las personas con alguna enfermedad no es algo nuevo, sino que se ha hecho presente a lo largo de la historia en medio de grandes brotes de enfermedades, como lo son la peste bubónica, la gripe asiática, el cólera y el sida. Este comportamiento se ha visto asociado a fenómenos como la polarización, el racismo y la homosexualidad; y relacionado a prejuicios y estereotipos.(5)
En el caso de la COVID-19, se ha analizado el miedo, rechazo y discriminación en varios grupos, ya sea en personal de salud(6, 7) o población general.(8)
Se ha señalado que el estigma provoca que las personas sean reticentes a la búsqueda de tratamiento, lo que conlleva retrasos en la adopción de este, y por ende, un mayor riesgo de morbilidad y mortalidad. Durante la COVID-19 existió un empeoramiento de la calidad de vida de los individuos, discapacidad y una mayor carga socioeconómica para las personas, familias y cuidadores.(9)
Para abordar esta problemática se plantean como objetivo describir la discriminación percibida por pacientes en seguimiento por COVID–19.
MÉTODOS
Se realizó un estudio descriptivo y transversal, que incluyó a pacientes en seguimiento por COVID-19, residentes en el barrio Tajamar Regalado, de Tulcán, Ecuador, entre septiembre de 2021 y febrero de 2022.
El universo y muestra de estudio estuvieron constituidos por los 89 pacientes en seguimiento por COVID-19 de la mencionada comunidad, los cuales aceptaron participar en la investigación; se excluyeron aquellos con capacidades mentales limitadas que imposibilitaran lograr el objetivo de la investigación.
Para acopiar información se aplicó una encuesta que contenía un grupo de preguntas cerradas, que permitieron una única respuesta. Con la información recolectada se procedió a confeccionar una base de datos para su curación. Las variables estudiadas fueron: tipo de institución donde recibió el seguimiento médico (pública, privada); percepción de discriminación (siempre, casi siempre, a veces, nunca); apoyo social comunitario (bastante bueno, bueno, malo, muy malo); y apoyo comunitario recibido por parte de las autoridades (bastante bueno, bueno, malo, muy malo).
La información fue procesada mediante el paquete estadístico SPSS 25.0. Se empleó estadística descriptiva, se calcularon frecuencias absolutas y relativas.
Se recibió la aprobación del Comité de Ética y Consejo Científico de UNIANDES para el desarrollo del presente estudio. Se solicitó el consentimiento informado a cada uno de los pacientes. Los datos se emplearon únicamente con fines científicos, y fueron respetados los principios de la bioética en el desarrollo de la investigación.
RESULTADOS
El 71,91 % de los sujetos de estudio refirieron que durante el periodo de aislamiento por COVID-19 recibieron seguimiento por las instituciones pertenecientes al Ministerio de Salud Pública. (Fig. 1).
Se identificó que el 60,67 % de los pacientes refirió que casi siempre lamentó haberse contagiado de COVID-19; el 59,55 % que siempre sintió ser discriminado por tener la enfermedad; y el 40,45 % que casi siempre consideró importante utilizar medidas de protección para evitar más contagios en su comunidad. Con respecto a la consejería sobre la COVID-19 y medios de protección brindada por el personal de salud, el 48,31 % refirió haberla recibido casi siempre. El 59,55 % consideró que durante el periodo de contagio su salud mental se vio afectada. (Tabla 1).
El 49,44 % de los pacientes consideró que, durante el aislamiento por estar infectado con COVID-19, recibió un apoyo social por parte de la comunidad muy malo; mientras el 31,46 % lo calificó de bueno. (Fig. 2).
Con respecto al apoyo comunitario recibido por parte de las autoridades, el 51,68 % lo consideró malo, y el 28,09 % bueno. (Fig. 3).
DISCUSIÓN
Durante la pandemia la vida diaria de cada persona dio un giro de 180 grados, lo cual afectó las dinámicas sociales en todos los aspectos de la vida del individuo, con implicaciones en el bienestar físico, psicológico y social de cada paciente.
El sentimiento de culpa por enfermar de COVID-19 se estableció como una realidad durante la pandemia. Esta situación fue condicionada por el fallecimiento de familiares y amigos luego de ser contactos del paciente; este tipo de situaciones afectaron potencialmente el bienestar individual.(10)
El temor al contagio llevó progresivamente a ataques contra personas que, por diferentes razones, estaban particularmente expuestas al virus. Esto provocó que, tanto el personal de salud como los pacientes fueran víctimas de rechazo, aislamiento, agresiones verbales y físicas.(11)
Ramos y colaboradores(4) realizaron un estudio en 645 adultos peruanos, el cual mostró la existencia de rechazo al personal de salud que se encontraba expuesto a pacientes positivos; además, evidenció la expresión de miedo al contacto con pacientes en seguimiento, convalecientes y en recuperación. Los medios de protección como el uso de mascarillas, soluciones con alcohol y cloro para la desinfección resultaron de utilidad para disminuir la transmisión de la COVID-19, sin embargo, esta situación no garantizaba total disminución de la discriminación.
Fue necesario desarrollar acciones de capacitación acerca de la utilidad de medidas de bioseguridad para disminuir el contagio. De igual forma, se implementaron otras prácticas, como la permanencia en casa de los infectados, mantener distanciamiento físico para reducir el riesgo de propagación de la enfermedad, y usar mascarillas en entornos comunitarios en los que se dificultaba el distanciamiento físico.
Se evidenció un incorrecto asesoramiento de los sistemas de salud, por lo que se deduce que la comunidad no estuvo informada de una manera adecuada para evitar más contagios. Esto permitió identificar la necesidad de información sobre el tema en la población, para de esta manera lograr un mejor manejo sobre esta nueva pandemia.(12)
Se ha comprobado que el nivel percibido de apoyo social está asociado a la salud mental del individuo en condiciones de estrés. Se trata del conjunto de relaciones humanas conformadas entre un individuo y un grupo de personas que resultan significativas para el mismo. Visto que los grupos sociales bridan al individuo herramientas para afrontar diferentes situaciones, se ha considerado que las personas con un mayor número de interacciones sociales pueden enfrentar situaciones adversas de mejor manera, al encontrarse en mejor situación psicológica.(12, 13)
Durante la pandemia de la COVID-19 se exacerbaron sentimientos como el estrés, la ansiedad, miedo, tristeza, y soledad, con un empeoramiento de los trastornos de salud mental. Todos estos aspectos se han establecido como componentes del denominado COVID stress syndrome o síndrome de estrés por COVID-19.(14, 15)
Un estudio realizado por Pico y colaboradores(1) mostró los efectos de la COVID-19 en la salud psicológica de enfermeras con riesgo de exposición, e identificó la presencia de ansiedad (24,32 %), estrés (21,62 %), depresión (18,92 %), trastornos del sueño (12,16 %), y en menor medida los trastornos alimenticios, consumo de alcohol, drogas y psicofármacos y los pensamientos de suicidio. Estos síntomas no son exclusivos del personal de salud, pudiendo extrapolarse a la población general.
En la población general ecuatoriana estudiada por Hermosa y colaboradores,(16) el 8 % de los participantes declararon haber tenido diagnóstico de COVID-19, y un 12,9 % haber experimentado síntomas relacionados. La mayor parte de los participantes (77,4 %) indicó no haber tenido problemas de salud mental en el pasado, y el 41 % reconoció tener mayor malestar psicológico durante la pandemia.
El rechazo social sufrido por los pacientes con COVID-19 ha creado una línea entre ellos y la sociedad, con repercusiones para su salud física, psicológica y su bienestar general. Los pacientes temen ser avergonzados y estigmatizados por la sociedad, mostrando signos de histeria, y equiparando la angustia que experimentan con el trastorno de estrés postraumático.(17) Esto muestra la importancia de lograr una organización comunitaria, para que, conjuntamente con los servicios de salud se pueda brindar ayuda específica a grupos de personas vulnerables, ya sea por problemas físicos o trastornos mentales. De esta manera, se puede mejorar la convivencia comunitaria y proporcionar una mejor calidad de vida para cada uno de sus moradores.
Se concluye que durante la pandemia de COVID-19 existió un rechazo social a los pacientes contagiados, el cual provocó sentimientos de culpa y afectaciones en la salud mental de estos en general. Se evidenció una falta de apoyo por la comunidad donde los individuos residían, así como por parte de las autoridades, además de una escasa consejería por el personal de salud.
Conflicto de intereses:
Los autores plantean que no existen conflicto de intereses.
Contribución de los autores:
Conceptualización de ideas: Melba Esperanza Narváez Jaramillo, Cinthya Lizeth Pantoja Narváez, Julio Rodrigo Morillo Cano, Sara Ximena Guerrón Enríquez.
Visualización: Melba Esperanza Narváez Jaramillo, Cinthya Lizeth Pantoja Narváez, Julio Rodrigo Morillo Cano, Sara Ximena Guerrón Enríquez.
Redacción- borrador original: Melba Esperanza Narváez Jaramillo, Cinthya Lizeth Pantoja Narváez, Julio Rodrigo Morillo Cano, Sara Ximena Guerrón Enríquez.
Redacción- revisión y edición: Melba Esperanza Narváez Jaramillo, Cinthya Lizeth Pantoja Narváez, Julio Rodrigo Morillo Cano, Sara Ximena Guerrón Enríquez.
Financiación:
Sin financiamiento externo.