INTRODUCCIÓN
La enfermedad cerebrovascular (ECV), definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1978 como un “síndrome clínico de origen vascular, caracterizado por signos de alteración focal o global de las funciones cerebrales de rápida evolución, que perduran más de 24 horas o provocan la muerte”,(1) representa el problema de salud más frecuente relacionado con la atención neurológica, con una incidencia promedio mundial de 200 casos por cada 100 000 habitantes cada año, y una prevalencia de 600 casos por cada 100 000.(2)
Aproximadamente el 80 % de los casos de ECV corresponden al tipo isquémico;(3) cuyas manifestaciones aparecen como consecuencia de la alteración cualitativa o cuantitativa del aporte circulatorio a una determinada región encefálica, lo cual determina un déficit neurológico focal, expresión de necrosis hística.(4)
Se consideran actualmente la primera causa de discapacidad, la segunda de demencia y la tercera causa de muerte, incluso se ha estimado que por cada ECV sintomática, existen nueve “infartos silentes”, con la consiguiente repercusión en el nivel cognitivo de los pacientes.(5)
A pesar de los avances en el manejo del ictus isquémico, alcanzados en las últimas décadas, y los beneficios reportados por la trombolisis intravascular, las cifras absolutas de personas que mueren por infarto cerebral y viven con las consecuencias de este, se incrementan anualmente.(4)
La mortalidad en el mundo por ECV tiene un comportamiento de 35 a 200 casos por cada 100.000 habitantes al año.(1)
En 2019 se reportaron en Latinoamérica y el Caribe, 708 355 casos,(6) y en Cuba, 9891 defunciones por esta causa.(7)
El estudio de las ECV isquémicas continúa causando interés en la comunidad científica, debido al significativo problema de salud que representan, hecho que ha motivado a la realización de este estudio, donde se propone como objetivo: describir el comportamiento de variables epidemiológicas y clínicas de pacientes ingresados con diagnóstico de infarto cerebral.
MÉTODOS
Se realizó un estudio observacional, descriptivo y de corte transversal, en el servicio de Neurología del Hospital Arnaldo Milián Castro, de Villa Clara, Cuba. Fueron incluidos todos los pacientes con diagnóstico clínico de infarto cerebral que ingresaron en la sala durante el año 2019. La muestra se seleccionó mediante un muestreo no probabilístico por criterios, que incluía a pacientes adultos con diagnóstico clínico de la enfermedad de etiología cardioembólica o aterotrombótica, quedando constituida finalmente por 153 pacientes.
Los datos se obtuvieron de las historias clínicas almacenadas en el Archivo del Hospital; para su recogida y organización se elaboró un formulario.
Las variables epidemiológicas analizadas fueron sexo y edad. Las variables clínicas: etiología del infarto (cardioembólica, aterotrombótica), factores de riesgo asociados (hipertensión arterial, diabetes mellitus, obesidad, fibrilación auricular, cardiopatía isquémica, hábitos tóxicos), hallazgos clínicos al ingreso (defecto motor, alteraciones del lenguaje, del estado de conciencia, convulsiones), hallazgos imagenológicos en la TAC inicial, complicaciones (neurológicas y no neurológicas) y estado al egreso (vivos o fallecidos).
Se realizó un análisis de frecuencias absolutas y relativas, con el paquete estadístico SPSS. v. 21.
La investigación fue aprobada por el Comité de Ética Médica del Hospital Provincial Docente Arnaldo Milián Castro. Se garantizó el anonimato de los pacientes incluidos.
RESULTADOS
Se estudiaron un total de 153 pacientes; de ellos, 79 eran mujeres (51,6 %), y 74 hombres (48,4%). Hubo una mayor incidencia de pacientes mayores de 79 años para el sexo masculino (47,7 %), y en mayores de 70 años para el femenino (86,0 %). En el 67,3 % del total de casos analizados (103/153) se identificó la causa cardioembólica, mientras que en el 32,7 % restante (50/103) se detectó la aterotrombótica. Se identificaron como factores de riesgo la hipertensión arterial en el 83,6 % de los pacientes, seguido en frecuencia de cardiopatía isquémica (49,6 %) y fibrilación auricular (28,1 %). (Fig. 1).
En 148 pacientes el total (96,7%) se constató inicialmente algún defecto motor (hemiplejia o hemiparesia), en 132 (86,2%), se detectaron alteraciones del lenguaje (afasia sensitiva, motora, mixta o disartria), en 64 (41,8%) se identificaron alteraciones de la conciencia (somnolencia, estupor o coma), y solamente 7 pacientes (4,6%) presentaron convulsiones al momento del ingreso. (Tabla 1).
La tomografía axial computarizada (TAC) inicial resultó negativa en el 38,6 % de los pacientes (59/153). Se detectaron como hallazgos imagenológicos: signos indirectos, lesión hipodensa definida en un territorio, lesión hipodensa con trasformación hemorrágica, lesión hipodensa con efecto de masa, y lesión hipodensa en hemisferio dominante. (Tabla 2).
En el 86,9 % del total de pacientes (133/153) no hubo complicaciones neurológicas.
La transformación hemorrágica del infarto ocurrió en 19 pacientes (12,4 %). Solo uno (1) de ellos evolucionó al estado de coma (0,7 %).
Con respecto a las complicaciones no neurológicas, predominó la bronconeumonía nosocomial presente en el 46,4 % del total de pacientes (71/153). La trombosis venosa profunda (TVP) asociada al tromboembolismo pulmonar (TEP) fue identificada solamente en 15 pacientes, representativa del 9,8 % de complicaciones no neurológicas.
Predominaron los pacientes egresados vivos del hospital, representados por el 68,6 % (105/153). En esta serie se reportaron 48 pacientes fallecidos. (31,4 %).
DISCUSIÓN
Los estudios demográficos han mostrado que las mujeres tienen menor riesgo de ictus que los hombres cuando se compara por edad, aunque el riesgo de las mujeres es significativamente mayor después de los 85 años.(8) Innegablemente, la edad constituye un factor de riesgo para el desarrollo del infarto cerebral, debido principalmente al detrimento de la salud vascular.(9)
Lescay y colaboradores(10) observan en su estudio un predomino del sexo femenino, así como del grupo etario de 61-70 años, de modo similar a los resultados de la presente serie de pacientes.
Esta investigación evidencia una mayor frecuencia de presentación de ictus isquémicos de origen cardioembólico, en contraste con los hallazgos de Molina y colaboradores(11) al analizar una zona rural de la misma provincia.
La identificación y el tratamiento adecuado de los factores de riesgo asociados constituye un punto clave para disminuir la incidencia y mortalidad por las ECV. Alrededor del 90 % de los eventos están relacionados con factores de riesgo modificables. La hipertensión arterial (HTA) es considerada, de forma consensuada, el factor de riesgo más importante, independientemente de la edad, que se asocia a más del 80 % de las defunciones anuales por ictus en todo el mundo. Por otra parte, se reconoce como el principal factor desencadenante de cierre agudo de la luz de vaso sanguíneo por complicaciones de la placa de ateroma.(9) En el presente estudio, la HTA fue detectada en el 83,6 % del total de pacientes. Otros factores de riesgo identificados fueron antecedentes de cardiopatía isquémica, fibrilación auricular, hábitos tóxicos como el tabaquismo, diabetes mellitus y obesidad, en correspondencia con lo reportado en la literatura.
Matamoros(12) describe los defectos motores como manifestaciones clínicas iniciales más frecuentes, presentes en los pacientes con ictus isquémicos, seguido de alteraciones del habla en forma de afasia y disartria, lo que coincide en orden de frecuencia con los resultados de esta investigación.
El desarrollo de complicaciones de cualquier índole afecta directamente la evolución de los pacientes, lo que motiva que la estadía hospitalaria se prolongue, y predispone aún más al deterioro neurológico y al retraso en la recuperación funcional.(13)
Las complicaciones neurológicas de la ECV isquémica más frecuentemente declaradas incluyen el edema cerebral, la hidrocefalia, la hipertensión intracraneal, la transformación hemorrágica del infarto y las convulsiones.(14)
El estudio de Morales y colaboradores(13) determinó mayor frecuencia de complicaciones no neurológicas para los pacientes con infarto cerebral cardioembólico, encabezadas por la HTA descompensada, seguida en orden descendente por la bronconeumonía relacionada con la asistencia sanitaria; esta última con alto riesgo de mortalidad asociado.
Los resultados obtenidos muestran la transformación hemorrágica y la bronconeumonía nosocomial como principales complicaciones neurológicas y no neurológicas respectivamente en los pacientes con infarto cerebral agudo.
En conclusión, los ictus isquémicos son más frecuentes en pacientes de edad avanzada; la HTA continúa siendo el factor de riesgo más importante asociado a esta patología. La identificación temprana y manejo oportuno de los pacientes con la enfermedad instaurada puede prevenir en gran medida la aparición de complicaciones intrahospitalarias, y por tanto, evadir el desenlace fatal.
Conflictos de intereses:
Los autores no declaran conflictos de intereses.
Contribución de autores:
Conceptualización: Bettsy Bell Bosch Rodríguez
Curación de datos: Bettsy Bell Bosch Rodríguez, Mercedes Bordón Hernández, Amalia Inés Luna Capote, Eldis Daniel Rodríguez
Análisis formal: Bettsy Bell Bosch Rodríguez, Mercedes Bordón Hernández, Marbelys Guevara Rodríguez, Arlet López Quintanilla, Eldis Daniel Rodríguez
Investigación: Bettsy Bell Bosch Rodríguez, Mercedes Bordón Hernández, Amalia Inés Luna Capote, Arlet López Quintanilla, Eldis Daniel Rodríguez
Metodología: Bettsy Bell Bosch Rodríguez, Mercedes Bordón Hernández
Validación: Bettsy Bell Bosch Rodríguez
Visualización: Bettsy Bell Bosch Rodríguez
Redacción – borrador original: Bettsy Bell Bosch Rodríguez, Mercedes Bordón Hernández, Marbelys Guevara Rodríguez, Amalia Inés Luna Capote, Arlet López Quintanilla, Eldis Daniel Rodríguez
Redacción – revisión y edición: Bettsy Bell Bosch Rodríguez, Mercedes Bordón Hernández
Financiacion
Hospital Provincial Universitario Arnaldo Milián Castro. Villa Clara