INTRODUCCIÓN
Múltiples conciliaciones, en términos de planificación y toma de decisiones, han sido necesarias para que en esta segunda etapa de suspensión de clases presenciales en las carreras de las ciencias médicas, se hayan podido desarrollar, en condiciones de mayor complejidad epidemiológica y mucha incertidumbre, dos procesos simultáneos: el aprendizaje de los contenidos curriculares y las actividades de pesquisa activa como parte de la vigilancia epidemiológica frente a la COVID-19 en la Atención Primaria de Salud.
Sin lugar a dudas, la evaluación del aprendizaje y de estas actividades de pesquisa, en tiempos de COVID-19, ha sido una de las prácticas pedagógicas que mayor reto ha comportado tanto a actores como a gestores. A pesar de los esfuerzos realizados, los estudiantes muestran insatisfacciones, específicamente con la retroalimentación de las tareas ejecutadas. Refieren que entregan trabajos extraclase y otros informes, y no llegan a saber “si están bien o mal”. Por su parte, los responsables de evaluar su participación durante las actividades de pesquisa y ellos mismos, se muestran no del todo satisfechos con el resultado. Las observaciones informales han permitido constatar, además, que no siempre se utilizan parámetros para emitir una adecuada valoración de lo indicado, y que se subestima la opinión de los estudiantes en ese asunto.
Atendiendo a la posible conexión entre ambas inconformidades, en el presente artículo se reflexiona acerca de cómo pudiera influir sobre el resultado de la pesquisa la implementación de una retroalimentación efectiva durante el proceso de evaluación de las actividades docentes.
DESARROLLO
No resulta un secreto para nadie que evaluar, en el sentido polisémico del concepto, es algo que exige un alto grado de compromiso y mucha coherencia en el actuar, por sus frecuentes consecuencias.(1) Es un proceso con alto riesgo de desanimar a sus beneficiarios si ocurren demasiadas subjetividades. Tanto es así, que se describen hasta “enfermedades de la evaluación”. La falta de retroalimentación es una de estas enfermedades que perjudica de forma notable la misión formativa.(2,3)
En las actuales condiciones del contexto epidemiológico, evaluar y calificar lo que se hace constituye un compromiso mayor, si se compara con lo vivido antes de la pandemia. Dejando a un lado las afectaciones psicológicas no definidas todavía, es innegable que los estudiantes se desempeñan en nuevos escenarios y que son otros los encargos. En congruencia con ello, los profesores no deben mantener sus formas tradicionales de hacer el ejercicio evaluativo, porque estas no encajan con la realidad educativa que se vive y tienden a generar insatisfacciones.
Un aspecto resulta destacable en este sentido: a pesar de que los docentes asumen que la evaluación tiene una clara función reguladora y transformadora de actitudes en los estudiantes, continúan olvidando que estos últimos piensan en ella, básicamente, desde el punto de vista de la calificación. Estos dos conceptos, que con frecuencia se entienden como sinónimos, de manera errónea, conllevan, ahora más que antes, junto a la contracción antes reflejada, a la necesidad de un entendimiento entre ambas partes.
Desde esta arista de reflexión, el contexto en que se trabaja actualmente deja muy claro que ese entendimiento es posible, a partir de una mejor utilización de los agentes involucrados (que siguen estando subutilizados) en la actividad evaluativa, y con la puesta en práctica de una evaluación auténtica, que distinga entre sus dimensiones a la retroalimentación como juicio valorativo, a la vez que complemento de sus otras dimensiones o aristas.
El momento precisa de este tipo de evaluación, nada nueva y muy conveniente, porque las tres dimensiones que constituyen su núcleo: realismo, desafío cognitivo y juicio evaluativo, están más en sintonía con él que otras formas o alternativas conocidas. Lo primero relacionado con la evaluación de problemas del contexto; lo segundo, con la utilización de habilidades de orden superior que permitan a los estudiantes utilizar y transferir el conocimiento; y lo tercero, con la retroalimentación que permita juzgar el trabajo realizado por todos.(4,5)
Al respecto conviene decir que, durante el curso escolar 2020-2021 en la Facultad de Ciencias Médicas de Cienfuegos, en algunas asignaturas de primer año de la Carrera de medicina, como son: Introducción a la Medicina General Integral y Promoción de Salud, algunos de los aspectos señalados anteriormente se pusieron de manifiesto. Se evaluaron problemas del contexto que exigieron la identificación de factores de riesgo, y en consecuencia, personas vulnerables a la COVID-19; y se realizaron ejercicios de retroalimentación que sirvieron para aclarar dudas y confeccionar el portafolio como forma de culminación de la evaluación, lo cual incluyó la realización de un croquis del área geográfica donde cada estudiante realiza su pesquisa.
Ahora bien, en el caso específico de su tercera dimensión (juicio evaluativo) se le considera una de las influencias más poderosas en el aprendizaje y logro de los restantes objetivos por parte de los estudiantes. Se habla de retroalimentación efectiva, cuando las actividades docentes incluyen problemas capaces de preparar a estos para el mundo del trabajo, en un ambiente de diálogo y de negociación, sobre todo, para el establecimiento de criterios colegiados a la hora de evaluar y calificar, de modo que faciliten la auto-evaluación y la co-evaluación.(3,4)
Una vez que los estudiantes aprenden a establecer criterios y juicios valorativos en el marco de las actividades docentes, aumenta su capacidad para analizar la calidad de las tareas realizadas, y en consecuencia, la satisfacción con el aprendizaje y el resultado del proceso vivido, la motivación y los intereses, crecen de forma exponencial. Realismo y desafío cognitivo encuentran en la retroalimentación el complemento para hacer transferible lo aprendido a otros contextos, porque en la medida que esas habilidades valorativas se practican de forma sistemática, se convierten en operaciones durante cualquier actividad.
Logrado esto, las actividades de pesquisa tendrían un mayor significado si se les diera la oportunidad a los estudiantes de establecer junto a su profesor y demás implicados, los criterios evaluativos que han aprendido a elaborar en el ámbito académico, y que son perfectamente negociables y discutibles. Igualmente, si se les brindara la posibilidad de no ver de manera aislada el aprender contenidos curriculares y pesquisar, bajo parámetros bien definidos y convenidos, que permitieran establecer los vínculos necesarios entre las tareas. Sin criterios ni razones, no podremos acercarlos al tipo de profesional que se requiere, y la evaluación como proceso pierde sentido, porque todo es difuso y subjetivo. Es el juicio valorativo que se desarrolla durante la retroalimentación lo que garantiza realmente la calidad de lo que se hace.
CONCLUSIONES
La retroalimentación, como dimensión de la evaluación auténtica, es esencial en el proceso evaluativo, porque permite que los estudiantes comprendan e integren a su comportamiento criterios de calidad, los cuales pueden ser transferidos al contexto de otras actividades como las de pesquisa, con influencias muy positivas en los resultados de esta. Algo que cobra especial valor en tiempos de extrema complejidad e incertidumbre como los que se viven.
Conflicto de Intereses:
No existen.
Contribución de los autores:
Conceptualización: Jacqueline Zamora Galindo
Visualización: Jacqueline Zamora Galindo
Redacción-borrador original: Jacqueline Zamora Galindo, Luis Alberto Mass Sosa
Redacción- revisión y edición: Jacqueline Zamora Galindo, Luis Alberto Mass Sosa
Financiación:
Universidad de Ciencias Médicas de Cienfuegos.