INTRODUCCIÓN
En el año 1896, propiciado por el incipiente desarrollo de la Radiología, entre opacidades y transparencias, surgió la necesidad de crear sustancias radiopacas a los rayos X que permitieran resaltar estructuras anatómicas y algunas afecciones demostrables por estos estudios.(1) Comienza inicialmente el estudio en cadáveres y animales hasta luego iniciarse estos en los seres humanos.(2,3,4) Surgen, entonces, los medios de contraste para dibujar radiográficamente estructuras tubulares o huecas como el tubo digestivo, el sistema excretor urinario y los vasos sanguíneos. Con esta investigación se pretende describir la evolución histórica inicial del uso de contraste en el sistema urinario como homenaje a los cien años de su primera utilización factible en humanos.
DESARROLLO
Solo tres meses más tarde del descubrimiento de los rayos X, en noviembre de 1895, debido a la pobre definición de los tejidos blandos en las primeras imágenes radiológicas, se propició que científicos como Eduard Hascheck y Otto Lindenthal inyectaran sustancias radiopacas en una mano amputada como «yeso de París» o «pasta de Teichman» que consistía en una mezcla de creta, cinabrio, sulfuro de mercurio y parafina.(2,4)
También, en 1896, Walter Bradford Cannon y Albert Moser, en sus experimentos iniciales de la motilidad del tubo digestivo superior en animales usaron sustancia opaca, principalmente subnitrato de bismuto debido a su capacidad de dispersarse rápidamente, aunque también recurrieron al oxicloruro de bismuto y al sulfato de bario.(5) Sin embargo, no es hasta 1910 que comenzó a utilizarse en pacientes vivos, cuando se administra el bario para estudios gastrointestinales según la experiencia de Hans Gunther. El sulfato de bario se utiliza hasta nuestros días, por las múltiples ventajas que posee para el sistema digestivo, entre ellas su inocuidad.(3)
Tal prontitud no ocurrió con los contrastes del sistema urinario y vascular. En un primer momento, de manera primitiva, Tufier, para conocer el trayecto del uréter, introdujo en el conducto una sonda con mandril metálico. Poco después Schmimch y Kolinger (1902) utilizaron sondas provistas de mandril de plomo y plata. También, Gorbell utilizó sondas ureterales revestidas de cinabrio y pasta de bismuto, todos ellos elementos opacos a los rayos X. Klosse, en Viena, inyectó en él una suspensión gomosa de bismuto, pero al quedar la suspensión adherida en la pared del uréter abandonó este proceder por la obstrucción que producía.(6)
Se reconoce el uso de contrastes negativos, como alternativa diagnóstica, así ocurrió en 1903 cuando Wittek realizó la primera cistografía con aire.(4) Sin embargo, en 1906, el examen radiológico de las “vías urinarias” dio un paso gigantesco hacia la precisión de la imagen cuando Fritz Voelcker y Alexander von Lichtenberg, utilizando la cistoscopia y el cateterismo ureteral, lograron la visualización del tractus urinario superior mediante la inyección en la pelvis renal de plata coloidal.(4,7) Así nacía la urétero-pielografía ascendente o retrógrada, pero este método era muy especializado, no usaba una ruta fisiológica, y no siempre era factible para el paciente.
En 1919, Carlos Heuser, en Argentina, había descrito el uso de medios de contraste inyectando ioduro de potasio para realizar cistografías y ureterografías; sin embargo, no fue reconocido tal resultado y las investigaciones no continuaron.(4,8,9)
Desde 1918, Cameron utilizaba el yoduro de sodio para aplicación retrógrada directa por vía uretral con el fin de utilizarlo como terapéutica en pacientes sifilíticos, pero en 1923, Osborne y colaboradores describen la radiología del tracto urinario durante la excreción de yoduro de sodio; definieron, así, una “vejiga radiopaca”.(4,8,10)
El desarrollo de agentes de contraste intravasculares fue otro hito importante en la radiología. Se habían probado otros agentes, incluidos el bromuro de estroncio para la venografía y la arteriografía.(3) Berberich y Hirsch, en 1923, fueron los primeros en realizar una pielografía intravenosa y lo lograron en vivo, sin ningún accidente, utilizando bromuro de estroncio como medio de contraste.(2)
En ese mismo año, la urografía de excreción comienza con la obra de Leonard. D. Rowntree y sus colaboradores Earl D. Osborne, Charles G. Sutherland y Albert J. Scholl, en la Clínica Mayo, que fue publicada por Osborne el propio año. Ellos utilizaron yoduro de sodio al 15 % por vía intravenosa para este fin. Sin embargo, estas experiencias fueron de escaso valor práctico debido a la intolerancia manifiesta de las dosis considerables de yoduro de sodio requeridas para la opacificación conveniente del medio pieloureteral. Un año después, Volkman y Hrynstschaks, en Alemania, intentaron sin éxito igual propósito mediante la administración de soluciones de yoduro de litio y bromuro de sodio y poco después Kohle y Ziegler añadieron a la solución de yoduro sódico urea, lo cual mejoró el resultado.(6,7,11,12)
La misma suerte corrieron las tentativas posteriores de Lichtenberg y Rosenstein, de Lenarduzzi y Pecco. No obstante, ellos demostraron que la urografía intravenosa era posible, factible y práctica, pero que se requería encontrar la sustancia química adecuada. Varios años más tarde, en 1928, Roseno consiguió mostrar las vías urinarias mediante la administración de un preparado de ioduro sódico y urea a la que dio el nombre de “pielognost”. Este contraste radiográfico no era suficientemente radiopaco, no se toleraba bien y se eliminaba lentamente, lo cual limitaba los estudios.(7)
Fortuitamente comenzó a estudiarse el Selectan-Neutral que durante algún tiempo se había utilizado como agente terapéutico en infecciones del tracto biliar (debido a su alto contenido en yodo del 54 %) y fue introducida por los químicos alemanes Bintz y Räth para ver si podía utilizarse en la colecistografía. El tracto biliar no fue claramente esbozado pero el tracto urinario sí fue claramente demostrado.(11)
De esta manera se ensayaban simultáneamente el Selectan neutro por Hrynstchak de Viena, Leopold Lichtwitz, de Altona (Hamburgo) junto al doctor Moses Swick, un urólogo de New York que se radicó en Alemania. A este último se le adjudica, en 1929, la modificación de la dosis a 0,2 gramos de Selectan-Neutral por kilogramo de peso corporal, que se toleraban fácilmente, y que podían administrarse hasta 18 gramos de la sustancia sin efectos deletéreos a un sujeto de 60 kilos de peso. Las sombras del riñón y de la vejiga eran suficientemente claras para indicar las posibilidades del método, pero presentaba varios efectos adversos.(7) Es por ello que, trabajando en el servicio de Lichtwfitz comenzó las investigaciones que le condujeron más tarde, con la cooperación de Binz y Von A Lichtenberg, a descubrir el 5 iodo — 2 — piridin — N — acetato de sodio, bautizado después por Lichtenberg con el nombre de Uroselectan. Esta era la sustancia que mejor se adaptaba a la urografía por inyección intravenosa.(7,11)
Era una estructura basada en un anillo de piridina, al cual se le adicionó un átomo de yodo y para hacerlo más soluble, se le incorporó un grupo metilo al nitrógeno y un oxígeno de doble ligadura a uno de los carbonos. Otros investigadores, para lograr más solubilidad en agua, incorporaron un grupo carboxilo con carga negativa, que debía ser neutralizado con otra sustancia con carga positiva, escogiendo para esta al sodio. Brooner obtuvo un nuevo preparado de yodo orgánico que llamó «Abrodil», muy similar al uroselectan.(6,13)
Este recorrido histórico permite conocer cada paso del inicio del desarrollo de los contrastes yodados que lograron impulsar nuevas ideas y así propiciar los avances farmacéuticos hasta alcanzar los que han llegado hasta nuestros días.
CONCLUSIONES
Se toma el año 1923 como inicio de los estudios contrastados en el sistema urinario, sin embargo, existieron investigaciones anteriores a ella. No fue hasta 1930 que surge el Uroselectan, compuesto yodado piridínico, que dio origen a los monómeros iónicos. Este fue un avance importante que permitió la realización de la pielografía intravenosa dando lugar al inicio del yodo con fines diagnósticos en el sistema excretor renal y, por la vía de administración utilizada, a la investigación del sistema vascular.
Conflicto de intereses
Los autores declaran no tener conflicto de intereses.
Contribuciones de los autores
Conceptualización: Leidelén Esquivel Sosa
Visualización: Leidelén Esquivel Sosa, Lumey Ávalos Quintero, Mabel Díaz García.
Redacción- borrador original: Leidelén Esquivel Sosa
Redacción – revisión y edición: Leidelén Esquivel Sosa, Lumey Ávalos Quintero, Mabel Díaz García.
Financiación
Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara. Cuba.