INTRODUCCIÓN
El cáncer cérvico-uterino (CCU) es uno de los padecimientos más frecuentes entre la población femenina en el mundo.1 Se calcula que cada año se diagnostican 466 mil nuevos casos y se producen alrededor de 300 mil muertes. Asimismo, representa la segunda causa de defunción en países subdesarrollados.2
En Cuba mueren aproximadamente 600 mujeres al año por esta enfermedad; estas cifras expresan el número de fallecimientos, pero no realmente su incidencia, pues no toda mujer que la padece muere por su causa.3 En Cuba representa un 10 % de todas las causas de neoplasias, ocupa el segundo lugar en incidencia y cada año se ubica entre el tercer y quinto lugar de mortalidad.
Constituye un importante problema de la salud pública, no solo a nivel mundial sino también en el país, donde se ha visto su incidencia, con una tendencia creciente en los últimos años; es una enfermedad con una alta morbilidad y mortalidad; es un proceso complicado al que se enfrenta la medicina, por su naturaleza compleja, diversa y multicausal.4 Cienfuegos presenta tasas de morbilidad y mortalidad similares a las reportadas a nivel nacional.1
Se estima que se incrementará en los próximos años. El pronóstico de esta enfermedad en gran medida depende de factores relacionados con el huésped, la localización del tumor y el momento en que se realice el diagnóstico. La familia y el entorno social juegan un papel importante así como las posibilidades de recibir tratamiento.4
El diagnóstico precoz del cáncer permite lograr una mejor calidad de vida, así como mantener la capacidad de trabajo, indicando esto la necesidad de seguir realizando labores educativas relacionadas con el diagnóstico y métodos de detección precoz del cáncer cérvico-uterino.3,4
Este artículo tiene como objetivo reflexionar acerca de la incidencia de esta enfermedad en edades tempranas, sin embargo el programa para su detección contempla la realización de pruebas citológicas a partir de los 25 años. Se impone entonces reflexionar acerca de las medidas a tomar para que este flagelo no afecte a mujeres en edades tan tempranas.
DESARROLLO
En nuestra experiencia como profesionales de enfermería compartimos día a día con personas que padecen diversas enfermedades, sin embargo una de las que más nos ha marcado, no tan solo como enfermera sino como mujeres, es el cáncer cérvico-uterino.
Entendemos que la labor profiláctica para minimizarlo incluye la educación para la salud, de manera que se adopten estilos de vida que lo eviten. Existen muchas vías para la educación sexual, sobre todo de adolescentes, pues una de las causas del cáncer es el comienzo precoz de las relaciones sexuales, la no protección, que conlleva no solo al embarazo, sino a la contracción de infecciones de transmisión sexual, algunas cancerígenas.
La autora de este trabajo, junto a la experiencia cotidiana, tuvo una vivencia que la marcó profundamente, con una adolescente a la que se le detectó una neoplasia intracervical de cuello ( NIC )en la etapa III, porque el azar quiso que mi hijo leyera en un trabajo de investigación para la maestría, que llevaba a cabo, los síntomas del cáncer cérvico-uterino y los identificara como los que le había contado padecer una amiga, que resultó ser la adolescente mencionada. Desde el accionar de enfermería se organizó la atención de la joven, quien ni siquiera sospechaba la real naturaleza de su padecimiento. Esta paciente recibió tratamiento, se le realizó la intervención quirúrgica en el momento oportuno, hoy disfruta de una vida mejor y tiene una hija de 6 años.
Es importante reconocer el accionar de enfermería ante la vivencia de una adolescente que por desconocimiento o temor y que por su edad estaba fuera del programa nacional de cáncer cérvico- uterino, el cual está comprendido en los grupos de edades de 25 a 65, no había sido diagnosticada.
Los resultados de esta vivencia coinciden con la literatura consultada cuando plantean que las adolescentes, por las características propias de esta etapa de la vida, y al estar en un proceso de cambio en todos los aspectos, se hacen más vulnerables a muchos de los riesgos que pueden presentarse por varias de sus actitudes. En esta etapa ellos sienten deseos de independizarse, sienten curiosidad por el consumo de alcohol, cigarrillos, drogas y deseos de iniciar sus primeras relaciones sexuales, lo que puede conllevar a embarazos no deseados y enfermedades de trasmisión sexual, como el virus del papiloma humano (VPH).1
Se impone reflexionar y más que eso, tomar medidas para evitar que estas cosas sucedan. Se debe ir no solo a la información y prevención por esta vía. La APS reúne las condiciones para penetrar en el universo juvenil y conocer de sus costumbres, ideas, posturas y por tanto determinar dentro de este grupo de riesgo, aquellas adolescentes que por su conducta, estén más propensas a enfermarse y por tanto, reconocer y determinar las que deberían someterse a la realización de pruebas citológicas, aun cuando no tengan la edad que marca el programa.
Este no es un fenómeno aislado, sino algo que puede ir en aumento. Una investigación realizada en la Universidad de Ciencias Médicas de Cienfuegos en alumnas de primer año, detectó cuatro jóvenes menores de 25 años con NIC; todas infestadas con el virus del papiloma humano. Ninguna se sabía enferma, estaban asintomáticas y sin sospechas de su enfermedad.[a]
Puede parecer un número bajo, pero tratándose de la vida humana, nada es pequeño. Hacer algo a tiempo para evitar que la enfermedad se afiance, se extienda y acabe con la vida de una joven, bien vale la pena.
CONCLUSIONES
Los elementos antes expuestos evidencian la necesidad de realizar programas de intervención educativa con influencia comunitaria que den respuesta a las necesidades de la sociedad en cuanto a la percepción del riesgo y generen la acción integral de los actores clave.
El inicio precoz de las relaciones sexuales es un factor de riesgo de gran importancia y sobre todo muy frecuente en la actualidad. Filosófica y biológicamente se aboga por la libertad sexual, pero la promiscuidad y las relaciones desprotegidas son un flagelo que hay que detener.
El programa nacional de cáncer cérvico-uterino debería incluir acciones específicas destinadas al diagnóstico precoz en adolescentes, a tono con las actuales conductas sexuales de los jóvenes, que los sitúan en riesgo.
[a] Naranjo Hernández L. Hallazgos citopatológicos cérvico-uterinos y factores de riesgo asociados en estudiantes de la universidad médica de Cienfuegos[Tesis]. Cienfuegos: Universidad de Ciencias Médicas; 2017