INTRODUCCIÓN
En los últimos años, las investigaciones relacionadas con la historia de la medicina han cobrado esplendor en España; ello ha contribuido a exaltar la importancia y recuperar la memoria histórica de médicos, estomatólogos y otras personalidades relacionadas con las ciencias biomédicas que salieron al destierro y sufrieron un prolongado exilio como consecuencia de la Guerra Civil, los que habían estrechado compromisos políticos con la República que resultó perdedora de la contienda bélica del 36. A estos hombres y mujeres no se les ha prestado la suficiente atención por parte de los estudiosos e investigadores de la historia social, ya que la censura franquista no lo permitía.
La guerra civil “frenó en seco” la consolidación de un sistema científico en España. Las bases ideológicas y culturales de la dictadura del general Franco representaron un retroceso de alcance histórico para el débil y frágil entramado científico español. La continuidad de la actividad científica y del espíritu con el que nació la Junta para Ampliación de Estudios fue imposible tras la finalización de la guerra civil;1 se depuró la universidad española, muchos de los científicos universitarios fueron sancionados a sufrir cárcel y la mayoría salieron al destierro.
El proceso depurador fue particularmente intenso en la Universidad de Madrid. La separación definitiva de catedráticos, auxiliares numerarios y profesores temporales destruyó el tejido científico que a lo largo del primer tercio del siglo XX había permitido el despegue de la ciencia en España. Se desmantelaron escuelas científicas con la expulsión de numerosos catedráticos, en plena madurez de su obra científica e intelectual, de sus discípulos y ayudantes, jóvenes prometedores, que auguraban la continuación y consolidación de las líneas científicas de sus maestros. Se actuó sin piedad y con saña, sin importar el coste que para la estructura científica del país acarrease.2
Entre los científicos de la rama de la Odontología que fueron depurados de sus cátedras en la universidad podemos citar, entre otros, los nombres de Pedro Trobo Hermosa, catedrático de Prótesis Dental de la Universidad de Madrid, estuvo en prisión al finalizar la guerra y el Tribunal de Responsabilidades Políticas le condenó a ocho años y un día de inhabilitación, no pudo regresar a la docencia hasta 1964, para ser jubilado en 1966; Bernardino Landete Aragó, catedrático de Prótesis en la Escuela de Odontología de la misma universidad, fue separado de la docencia e incautados sus bienes, fue reintegrado a su cátedra solo unas semanas antes de su jubilación; Ciriaco Juan Mañes Retana, fue Director de la Escuela de Odontología y catedrático de Prótesis Dental, fue separado en 1952, a su regreso a España se le reintegraba sin imposición de sanción y con pérdida de los haberes no percibidos, se jubiló en 1962.
Este trágico acontecimiento que conmovió a toda la humanidad, significó la pérdida irreparable de una generación científica completamente formada; sin embargo para los países de recepción, entre ellos, los países latinoamericanos tuvieron un marcado beneficio.
Varios trabajos se han dedicado al estudio del exilio científico en América, especialmente en México, sin embargo, en ellos este fenómeno no aparece estudiado con detenimiento para el caso cubano – salvo escasas excepciones;a aunque es oportuno señalar que no fue significativa la presencia de profesionales de esta rama del saber en Cuba, pero siempre hubo quienes decidieron exiliarse definitiva o temporalmente y dejaron su huella en el pensamiento médico social cubano del siglo XX.
Revisando la historiografía dedicada especialmente al estudio de los estomatólogos exiliados, se ha encontrado únicamente la del Dr. Julio González Iglesias “Los odontólogos y el exilio republicano: Vae Victis”,2 el cual ofrece una relación extensa y muy interesante de los odontólogos exiliados tras la Guerra Civil, que resultó de una importancia extraordinaria para la realización de este trabajo y contextualizar el exilio de algunos odontólogos republicanos exiliados en países latinoamericanos; sin embargo no se hace referencia a ningún estomatólogo exiliado en Cuba; de ahí la necesidad de rescatar la memoria histórica de Luís Amado Blanco Fernández, único estomatólogo que hasta el momento se haya localizado que se exiliara en la Isla.
DESARROLLO
1.- Breve bosquejo de la presencia de odontólogos exiliados en Latinoamérica
Estudios sobre la presencia de exiliados republicanos afirman que a México llegaron cerca de 500 médicos,b lo que, sin dudas, revolucionó el acontecer científico médico mexicano; algunos se asentaron en Argentina, Chile, Colombia, Puerto Rico, República Dominicana, Venezuela; pero el grueso fue al país azteca, debido a las bondades que les ofrecía el gobierno de Lázaro Cárdenas. Durante el período cardenista se registra la llegada de 141 médicos españoles, según datos del archivo del Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles (CTARE), que sería el organismo encargado de recibir, alojar y distribuir a los refugiados, esta cifra “constituyó un 3 % más de facultativos que se involucrarían en la salud de la población mexicana”.2
Sin embargo, de este grupo de profesionales que se asentaron en México, solo ocho se registraron como odontólogos.c Uno de ellos fue el zamorano Mariano Núñez Maza, que había sido Profesor Auxiliar de la Escuela de Odontología en Madrid y que cayó dentro del grupo de los que fueron depurados. Se había graduado de médico por la Universidad de Granada y de odontólogo en Madrid en 1932. Llegó a México en 1939.
Procedente de Francia, lugar donde fue inicialmente al exilio, llegó a México en 1942 el valenciano Francisco Bosch Morata, que se recibió de Odontólogo en 1930 y durante la guerra fue teniente médico; en México trabajó en la Baja California y en el Distrito Federal.
El madrileño César Pérez Cano, graduado de Odontología en 1931; estuvo en el V Regimiento, y después de haber estado años exiliado en Francia retornó a España; luego volvió a emprender el exilio hacia México en 1951; ejerció en el Hospital Psiquiátrico de Zoquiapán y en su consulta privada; publicó un Spanish list of dental term. El también madrileño José Ramón Rodríguez obtuvo el título de Odontólogo en 1924, en la época de la contienda bélica fue capitán médico provisional en Cataluña y pasó a Francia al término de la guerra. Fue a Tolousse donde ejerció durante algún tiempo, pero decidió exiliarse en México.
De Francia también llegó al país azteca la catalana Rosa Poy Martí; obtuvo la licenciatura en Odontología en 1923, ejerció en Rambla de Cataluña, 70 (Barcelona), además era maestra nacional y perteneció a Esquerra Republicana de Cataluña. Durante la Guerra Civil se desempeñó como dentista del Ayuntamiento de Barcelona y de la Cruz Roja Española; buscó refugio en Francia tras la guerra y en 1942 arribó a México.
Antonio Rodríguez Herrero se licenció de Odontólogo en 1909 y ejerció en la calle Fuenterrabía, 6, 1º, en San Sebastián; era socialista y en 1937 se dirigió a Cataluña donde se desempeñó como capitán médico en el Hospital Vallcorca (Barcelona), pasó a Francia y luego a México, en 1939.
El avilesino Manuel Pastoriza Ordóñez se graduó de Odontólogo en 1923 y militó en Izquierda Republicana. Llegó a México en 1941.
José Tomás Rentería estudió Medicina en Barcelona y Valladolid, y se recibió de Odontólogo en 1925, ejerció su profesión en Palma de Mallorca. Ingresó en las filas del Partido Republicano Federal y fue alcalde de esa ciudad, de donde escapó y fue a buscar refugio a Gibraltar y Tánger, en este lugar trabajó en el Hospital Español, de Marruecos se dirigió a México en 1941.
José Anglés Giró se graduó de Odontólogo en 1928 y ejerció en Vinarós. Era miembro del Partido Federal y de la UGT. Durante la guerra integró la Sanidad Exterior del Puerto de Barcelona, se exilió en México en 1942 y ejerció su profesión en Matamoros, Tamaulipas.
Miguel Morayta Ruiz, tras la derrota republicana, fue inicialmente a Francia, estuvo en Perpignan y París, en 1939 se exilió a Estados Unidos, donde residían algunos familiares suyos; estuvo en Nueva York, y en 1943 fue cirujano dental del New Haven Hospital en la Yale University con el profesor B. Anderson; llegó a México procedente de los EE.UU en 1949. En ese país fue estomatólogo del Instituto Nacional de Cardiología; luego se dedicó a la cirugía maxilofacial y publicó numerosos artículos, muchos de ellos en los prestigiosos Anales de Isaac Sáez de la Calzada. Miguel Morayta llegó a ser famoso y alcanzó la Presidencia de la Federación Odontológica Mexicana.
Gabriel Trallero Bremond, obtuvo la licenciatura en Odontología en 1925 en Madrid y la ejerció en Barcelona; estuvo afiliado a Esquerra Republicana y fue presidente del Centro Republicano de Barcelona. Pasó a Francia y en 1939 llegó a México, se dirigió a la Ciudad Camargo, Chihuahua, donde trabajó.
A Colombia se dirigieron Jesús Irazusta Muñoz, Pedro Mayoral Carpintero y su hijo José Mayoral Herrero, ya formado en Odontología, y sus hermanos pequeños Guillermo y Pedro que luego desarrollaron el primer posgrado en Ortodoncia en aquel país; así, la familia Mayoral se convirtió en un clan familiar en torno al impulso de la odontología y la ortodoncia.2
El tolosano Irazusta se graduó de Odontólogo en 1924, regresó a su ciudad de origen donde ejerció hasta el inicio de la guerra y luego se marchó al exilio.
El profesor valenciano Pedro Mayoral Carpintero dirigía en España los estudios sobre las afecciones bacteriológicas de la boca y a pesar de ser médico a partir de 1922, se desempeñó como catedrático de Microbiología, Anatomía Patológica y Farmacología Odontológica de la Facultad de Medicina de Madrid, hasta 1936. Sus mayores aportes en estos años se vinculan al campo de la microbiología y de las vacunas anticaries. Trabajó también en el Laboratorio Municipal de Madrid.
Durante la Guerra Civil atendió, en Valencia, a los heridos de guerra con afecciones maxilofaciales y no los abandonó hasta cruzar la frontera con ellos el 6 de febrero de 1939.2 Se dirigió a Francia y de este país fue a Colombia, sin embargo, no logró que se le reconociera su título y no pudo convalidarlo.
José Mayoral Herrero era también médico, pero ejercía como Profesor Auxiliar de Odontología. Fue miembro de la Sanidad Republicana. Llegó a Colombia en 1937 y desde su arribo a ese país incursionó en la Ortodoncia, tanto en el ejercicio particular como a través de los trabajos científicos que publicó en la Revista Odontológica Colombiana; obtuvo la Cátedra de Ortodoncia en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional y la ejerció hasta 1955 en que abandonó el país. Fue el fundador de la Sociedad Colombiana de Ortodoncia, una de las más antiguas sociedades científicas en Hispanoamérica y en 1945 fundó la revista de esta asociación. Sus contribuciones en esta revista se atesoran en los archivos de la citada institución, así como documentación relativa a los congresos y representación internacional que los hermanos Mayoral han desempeñado para la odontología colombiana a lo largo de varias décadas.2,3
Por la relevancia de su labor, el Ministerio de Educación lo designó en 1946 representante oficial de la Sociedad Colombiana de Ortodoncia al Congreso de la New York Society of Orthodontist, en noviembre de ese mismo año.
En el año 1951 por su dedicación y esfuerzos fundó y gestó la Facultad de Ortodoncia de la Universidad Javeriana de Colombia, y fue uno de los creadores de su plan de estudios, integró la primera directiva de la facultad y fue titular de Ortodoncia a partir de ese momento y hasta 1955, año en que se trasladó a Buenos Aires.
De sus aportes a este alto centro docente, María Eugenia Martínez Gorroño apunta que:
“La Universidad Javeriana recibió una esencial contribución para la configuración de su Facultad de Odontología. En la labor de su gestión y en la elaboración de programas fue pieza clave José Mayoral Herrero. Pero además sus fondos contienen documentación de la colaboración docente de sus dos hermanos: Guillermo y Pedro Mayoral Herrero. El primero, baluarte esencial de la Odontología y la Ortodoncia y los segundos, creadores, dentro de aquella facultad, del primer postgrado universitario en Ortodoncia que se creó en el país. Tanto los archivos, como la biblioteca de la Facultad de Odontología conservan documentación y bibliografía específica”.4
Sus aportes a la Odontología y en particular, a la Ortodoncia en Latinoamérica, han quedado recogidos en los distintos trabajos, libros, premios, distinciones y reconocimientos que le fueron otorgados; en 1946 se le nombró miembro honorario de la Sociedad Peruana de Ortodoncia y de la Asociación Mexicana de Ortodoncia y en 1951 lo hizo su miembro la Sociedad de Ortodoncia de Chile.
Tanto José como sus hermanos Guillermo y Pedro colaboraron en el Boletín de Odontología, la Revista de la Federación de Odontología Colombiana, la Revista de la Facultad de Odontología de la Universidad Nacional y la Revista de la Sociedad Colombiana de Ortodoncia. José Mayoral dejó escritos varios libros que son fundamentales para el estudio de esta especialidad, entre ellos: “Ortodoncia: principios fundamentales y prácticos”, traducido al portugués, es coautor con sus hermanos de “Técnica ortodóncica con fuerzas ligeras” (1976) y “Técnicas ortodóncicas. Fundamentos biológicos y mecánicos” (1987).
Guillermo y Pedro fueron profesores de Ortodoncia en la Universidad Javeriana a partir de 1964. En 1980 surgió la Revista Cubana de Ortodoncia, órgano de la sociedad de los ortodoncistas cubanos, la que contó con colaboradores cubanos y extranjeros; Guillermo fue uno de ellos y colaboró con trabajos relativos a esta especialidad, como el titulado: “El micrognatismo transversal en denticiones temporal y mixta temprana”.3
En la Argentina se exilió Miguel Cadenas Rubio, que nació en Úbeda, se licenció en Medicina en 1920 y alcanzó una plaza de Auxiliar de Odontología en 1933 en la Escuela de Odontología, donde dictaba el curso de Odontología II; se desempeñaba también como médico militar y mayor médico y jefe de la Sanidad de las Fuerzas Aéreas de Albacete, llegó a ser muy reconocido en España y durante la Guerra Civil se exilió en París, y en 1939 se dirigió a la Argentina para ejercer en la ciudad de Buenos Aires, donde fue famoso por sus intervenciones de cirugía máxilofacial.
De Colombia arribó a este país como hemos señalado, José Mayoral, quien continuó sus labores profesionales en la rama de la Ortodoncia en Buenos Aires.
A la República Dominicana se dirigieron Manuel Vicente Martínez de Ubago Oquendo, Antonio Sánchez Rodríguez y Manuel Santamaría Damirón.
Manuel Vicente nació en Mondragón, Guipúzcoa, en 1901. Se graduó de médico en 1926 y de odontólogo en 1928. Ejerció el cargo de Presidente de la Junta Provincial del Colegio de Odontólogos de Pamplona, donde, además, se desempeñó. Con el advenimiento de la guerra civil pasó por el Hospital Base de Barcelona donde ejerció como cirujano máxilofacial. Al terminar la contienda decidió exiliarse en Francia y residió en Magescq, Landes, llegó a la República Dominicana procedente de ese país y trabajó en Sabana de la Mar, Seybo. Falleció en 1952 en San Juan de Maguará.
Antonio Sánchez era médico y odontólogo. Nació en Madrid en 1909 y fue miembro del Sindicato de Odontólogos de la capital española durante la guerra, en medio de la cual se desempeñó como odontólogo para los heridos máxilofaciales de Alquerías del Niño Perdido (Burriana, Castellón de la Plana). Posteriormente fue jefe del Servicio de Cirugía en el Hospital Militar de Vallcarca (Barcelona). Pasó a Francia, donde estuvo en un campo de concentración, hasta que en 1941 logró escapar hacia la República Dominicana, donde ejerció hasta 1945, en que abandonó este país y se dirigió a Venezuela.
Manuel Santamaría Damirón trabajó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Santo Domingo y ejerció la Cátedra de Patología Dental y Cirugía Oral.
Hacia Venezuela se dirigieron José Ignacio Chacartegui Sáenz de Tejada, Cayo Jorge Basterra Sáenz de Olamendi, Angel Lasala Carreras, Antonio Sánchez Rodríguez y Pablo Urigen Retes, de ellos destacaremos a Angel Lasada por sus aportes a la Endodoncia en América Latina.
El zaragozano Ángel Lasala Carreras se licenció en Medicina en 1936 y terminó la Odontología en ese mismo año. Durante la contienda bélica fue teniente médico y al término de esta estuvo encarcelado tres años, luego fue condenado en 1945 a 30 años de cárcel por motivos políticos, pero logró huir hacia Francia y viajó luego a Venezuela, donde se exilió y ejerció como médico inicialmente; posteriormente, al cabo de dos años, alcanzó una cátedra en la Universidad de los Andes, Mérida, se nacionalizó e inauguró en 1949, como decano de la Facultad de Odontología, la nueva Universidad de Zulia, en Maracaibo, donde desempeñó la Cátedra de Endodoncia y Patología y Clínica Estomatológicas. Alcanzó fama y prestigio como endodoncista y dejó textos escritos sobre esta temática. Fue director entre 1961-1962 del Instituto de Investigaciones Odontológicas. Amplió sus estudios en la Universidad de Michigan en los EE.UU. Fue distinguido y reconocido por la Odontología española.
A Cuba llegó Luís Amado Blanco Fernández a los pocos meses de iniciada la Guerra Civil, y en nuestro país se exilió definitivamente.
2.- Luís Amado Blanco: breves apuntes biográficos antes de 1936
Nació en Riberas de Pravia, Asturias, el 4 de abril de 1903. Pasó su infancia y juventud en Avilés donde inició sus inquietudes literarias en publicaciones locales. En los años veinte se trasladó a Madrid para estudiar Medicina, después de cursar dos años se incorporó a la Escuela de Odontología y se recibió de Odontólogo en 1929, a la vez que continuó colaborando en publicaciones de la época. Condiscípulo de Severo Ochoa, en 1930 ingresó como socio de número en la Asociación Española de Odontología, fue conferenciante en la Escuela Central de Odontología, en la Sociedad Odontológica de Cataluña, además de miembro fue su secretario general. Perteneció también del Colegio Odontológico de Madrid.
En abril de 1930 disertó en el Círculo Odontológico de Cataluña con el tema: “Risa y sonrisa en estética odontológica”. Colaboró en la revista madrileña Odontología Clínica con el trabajo: “Disquisiciones filosóficas sobre prótesis dental”, en el Anuario Dental Español apareció su trabajo “Percepción artística en Odontología”, en La Odontología publicó los trabajos: “La curva de glucemia en los cancerosos vista por un odontólogo”, “Contribución al estudio y tratamiento de las neuralgias del trigémino”, “Reivindicación de la manzanilla” y “Pasado, presente y porvenir de la odontología española”; en España Odontológica aparecieron: “La Odontología española en 1934” y “Blanqueamiento de dientes de los rayos solares de altura”.
Sobre Luís se apunta que “….el año 1930 es fecha cardinal en su vida, pues contrae matrimonio con su linda prima, Isabel Fernández, de una rara belleza interior, culta y fina: una mujer asturiana, que a su amor por Luís sumó entereza y valor ante adversidades e infortunios. Fueron republicanos de corazón. Querían un nuevo amanecer de España. No se resignaron a vivir bajo el siniestro imperio de quienes vendieron a su patria de monte a monte, de mar a mar”.3
En su aval investigativo y científico se cuentan sus participaciones en eventos y reuniones, entre ellos, en el XIII Congreso Dental Español y el I Hispanoportugués, celebrado en La Coruña en agosto de 1933.
Luís Amado abrió un consultorio en el centro de Madrid, en la calle Miguel Moya, el cual estuvo abierto hasta junio de 1936 en que el matrimonio se trasladó a Asturias a pasar la temporada veraniega y estar presentes en la boda de la hermana de Isabel, su esposa, que coincidió con el inicio de la Guerra Civil.
2.1.- Guerra Civil y exilio. La llegada a Cuba
El comienzo de la Guerra Civil española en julio de 1936 lo sorprendió en Soto de Barco, en Asturias, con su familia. Antes de partir al exilio, Luís Amado, mediante su amigo El Españolito (seudónimo de Constantino Suárez), que estaba en Madrid, donó todo el equipamiento e instrumental médico de su consulta para que fuera utilizado en el frente que defendía a esta ciudad.
En medio de la confusión reinante no pudieron volver a la capital española, de este lugar se trasladaron a Santander y después en barco hasta Francia, de Francia fueron a Nueva York y de esta ciudad a La Habana a bordo del Florida, llegó a la capital cubana en octubre de 1936. Al poco tiempo obtuvo la nacionalidad cubana.
En agosto de 1936 tenía previsto participar en el Congreso Dental Internacional que tenía como sede la Ciudad de Viena, pero por el comienzo de la guerra le fue imposible asistir.d
2.2.- Luís Amado Blanco Fernández y sus aportes a la estomatología en Cuba
Luís Amado fue uno de los primeros exiliados republicanos en llegar a Cuba tras el inicio del conflicto bélico; desde los primeros momentos se vinculó a instituciones cubanas, como la Hispanocubana de Cultura, que abrió las puertas para disertaciones y conferencias y dio cabida a los emigrados españoles para que pudieran continuar sus actividades intelectuales en suelo cubano; se relacionó activamente con organizaciones españolas a favor de la República y fue el presidente de la sección de cultura de Izquierda Republicana de La Habana (1937), asimismo, redactó el Manifiesto del Círculo Republicano Español en marzo de ese año.
Luís Amado quería hacer la reválida de su título de Odontólogo, sin embargo, no le fue tan fácil, ya que en esos años la Universidad de La Habana no fue precisamente muy generosa en acoger a profesionales españoles exiliados, incluso los desalentaban haciéndoles saber que resultaría casi imposible obtener la reválida. Ante esta situación Luís Amado aceptó la invitación de un colega y amigo que estaba radicado en Colombia que le ofreció la posibilidad de trabajar en su clínica dental, incluso ocupar un cargo de profesor en la Universidad de Bogotá. Su hijo menor Germán acababa de nacer a principios del 37, se quedó en La Habana con su madre, mientras su padre emprendía viaje a Colombia con su hijo Raúl que tenía año y medio.
Lamentablemente, y quizás pudiera decirse que resultó una suerte, que Raúl en la breve estancia en Cali, contrajo una grave gastroenteritis que lo tuvo al borde de la muerte. Esta situación y el hecho de que a Luís Amado no le gustó el ambiente que observó en esa ciudad, que seguramente no resultaba tan atractiva y hermosa como La Habana, hizo que decidiera regresar a Cuba. Después de intensos estudios se presentó para hacer la reválida, la que obtuvo a finales del 38 o principios del 39 sin dificultad.
Desde el año 1938 la familia se estableció en El Vedado, en la calle 19 y A en los altos. Luís Amado instaló su primera consulta que mantuvo hasta el año 1943 o 1944 en que la trasladó para un edificio nuevo sito en la calle 19 y 2.
De su ejercicio profesional Raúl Roa Kourí recuerda que: “….Don Luís, que nunca abandonó la estomatología (…), tras los intentos infructuosos de un dentista romano de extraerme un cordal, fue él quien lo hizo, con mano maestra, sin que casi me percatara – (…)”.4
En diciembre de 1939 disertó para hacer su entrada a la Sociedad Odontológica Cubana con el trabajo: “Contribución al estudio bioquímico de la medicina popular”, que luego fue publicado en la Revista Odontológica Cubana. En 1941 apareció la revista Odontología Clínica, sustituta de la revista de la Sociedad Odontológica Cubana, de la que fue director y en ella colaboró asiduamente. Fue miembro activo de esa sociedad y ejerció los cargos de Secretario de Correspondencia y Vocal, indistintamente.
Desde los espacios de esta institución y en diferentes congresos y actividades académicas Luís Amado dio a conocer su obra científica; participó en el VII Congreso de Medicina Pan-Americana (1938), en el Congreso Dental Latinoamericano (1938), y en la V Convención Nacional (1941), en el III Congreso Dental Nacional disertó con el trabajo titulado: “Periodontitis reumática” y en el IV con la comunicación: “Odontología Psicomática”. Se vinculó activamente a la Escuela de Cirugía Dental y fue miembro del Colegio Estomatológico Nacional.
A inicios de los años 40 realizó algunos viajes a los Estados Unidos, específicamente a la ciudad de Nueva York, para familiarizarse con la estomatología norteamericana, así como con los equipos y materiales novedosos que se estaban utilizando en su profesión.
En 1946 se iniciaron los cursos de la Escuela de Verano de la Facultad de Odontología de la Universidad de La Habana, y Luís Amado ofreció un curso teórico-práctico sobre el tema: “El reinjerto dental en su práctica diaria”, durante los meses de julio-agosto de ese año; sus conferencias versaron sobre las nuevas técnicas de reimplante elaboradas con el Dr. Enrique Castroverde y Carlos A. Crimer. Este curso fue reconocido por la Sociedad Odontológica, debido a los aportes prácticos y la enseñanza de una técnica prácticamente desconocida dentro de los odontólogos cubanos.
Decía Luís Amado a propósito de la técnica del reinjerto:
“(…)...Pensamos que nuestro estudio del reinjerto dental no tiene más valor que la más simple de las aportaciones protésicas, pongamos por ejemplo que hemos llegado a sus eficaces resultados no en virtud de una creación atrevidísima sino todo lo contrario, por una cuidadosa y detallada selección de procederes conocidos...». Y más adelante enfatizaba: «... actualmente en Inglaterra y Estados Unidos se viene trabajando con tesón y método en estas cuestiones, mas, a pesar de nuestros redoblados esfuerzos no hemos podido hallar literatura responsable sobre el estado actual de estas investigaciones. Incluso entre nosotros algo se ha hablado de ciertas prácticas privadas con resultados que desconocemos. Claro que de estas reservadas conductas pudiera acaso inferirse la posibilidad de no haber hallado una técnica precisa o de querer reservársela con fines personalmente utilitarios o el afán de esperar que suficientes años de experimentación confirmen sus hallazgos. Mas lo cierto es que por unas u otras razones nadie ha levantado la voz para dar a conocer el fruto de su esfuerzo por lo que nos acercamos a las instituciones profesionales para notificarles que el reinjerto dental puede realizarse con el mismo éxito que cualquier otra maniobra consagrada por el uso y que por tanto según nuestro leal saber entender, debe incorporarse a la práctica diaria de cualquier odontólogo que ejerce su profesión con la escrupulosidad y responsabilidad debidas”.4
Al año siguiente ofreció un nuevo curso en la misma escuela de verano, en esa ocasión sobre la odontología médica.
El 28 de noviembre de 1946 se fundó la Sociedad Cubana de Ortodoncia; esta sociedad auspició la visita de personalidades destacadas de esta especialidad que vinieron a la Isla a dictar conferencias y seminarios; entre ellas se recibió la de José Mayoral Herrero, que estaba exiliado en Colombia como ya hemos apuntado. Mayoral realizó visitas anuales a los miembros de esta sociedad e impartió diversas conferencias, como la que ofreció durante la celebración en La Habana de la Tercera Reunión de la Asociación de Ortodoncia. En mayo de 1949 en el Aula Magna de la Universidad de La Habana se le entregó al prestigioso ortodoncista de los Estados Unidos, Charles Tweed, el título de Doctor Honoris Causa, y entre los presentes estuvo el Dr. José Mayoral,4 Luís Amado en su calidad de miembro de la directiva de la Sociedad Odontológica Cubana le atendió en reiteradas ocasiones.
Amado Blanco mantuvo su clínica hasta el año 1958, porque en definitiva era el medio básico de sustento familiar, ya que la literatura y el periodismo no le producían los ingresos necesarios para vivir decorosamente; además, en este año comenzó a presentar algunos problemas con la vista y la recomendación de su oftalmólogo para evitar un posible desprendimiento de retina, hizo que decidiera retirarse después de algo más de 30 años de ejercicio de la profesión.
Fue, además de odontólogo, un hombre de letras. En este sentido, su labor periodística, teatral y literaria fue abundante;e reflejó su obra en varias publicaciones de la época, y en sus trabajos se advierten los temas relacionados con España y Cuba. Su espectro intelectual abarcó desde la poesía hasta el teatro, fue cronista, crítico y columnista del importante diario habanero Información, desde octubre de 1944 hasta 1959. En este periódico dio a conocer disímiles crónicas artísticas sobre teatro, ballet, cine, literatura; recibió varios premios periodísticos, entre ellos: el Premio Nacional Juan Gualberto Gómez, el Justo de Lara, el Premio Nacional de Cuentos Hernández Cata y otros. Se dedicó por entero a la difusión de la cultura cubana y se entregó con ahínco y devoción.
Es importante señalar, que Luís Amado “…Identificado de veras con su sobre patria cubana (…) defendió los valores más encumbrados de la Isla. En 1955, cuando algunos aprovechaban la coyuntura del marzote para agredir a nuestra bicentenaria casa de estudios, publicó en Información su: “Elogio de la Universidad”, en la que planteó: “Yo no sé si la Universidad acierta siempre – afirmaba – pero lo que si sé, de muy buena tinta, es que en cada circunstancia adversa, la Universidad pone en circulación de grandeza nada menos que la sagrada locura de sus héroes, y a mí por lo menos, aquellos que son capaces de entregar la vida por un ideal – fuere el que fuera – me producen, allá en lo hondo del espíritu, una profunda, emocionada admiración que me priva de seguir parloteando”.4
En otra de sus crónicas, aparecida en Información, la titulada: “Tú, médico”, Amado Blanco expone sus criterios acerca de la responsabilidad social del médico y los deberes que entrañan el haber elegido esta profesión. Dice Luís Amado:
“(…) Tú lo quisiste así y debes aguantar a pie firme la cruz de tu destino. Ya sé que duele, que acongoja, que mortifica algunas veces, pero desde que pusiste el pie primero en la Universidad, desde que cogiste, con mano temblorosa, un bisturí en la sala fría de disección para aprender cómo somos por dentro, tu signo, el signo de toda tu existencia estaba echado. Y aun antes, cuando estudiante de Bachiller, con los ojos aún ciegos de adolescencia te entró dentro aquel regusto de ir por ese camino. Camino de gloria y de dolor, camino de curar y sentir la agonía de tus hermanos con las manos vacías de recetas. Cerca de la pena y del suplicio, y de la ventura de remediar todo esto”.5
Este trabajo, publicado el 28 de octubre de 1953 en la sección Blancos, del citado diario, le mereció la obtención del Premio Guillermo Martínez Márquez.
Su mundo cultural lo imbricó a su profesión de odontólogo; tuvo una multifacética vida desarrollada en actividades literarias, académicas, profesionales, culturales, lo que le permitió tejer redes sociales y profesionales con intelectuales cubanos y extranjeros, quienes lo admiraron por “la limpieza de su actuar cotidiano”.6
Dentro de su amplia obra se destaca su: “Poema desesperado” (a la muerte de Federico García Lorca), “Claustro” (libro de poemas), “Sola” (cuento), “Un pueblo y dos agonías” (novela), “Doña velorio: nueve cuentos y una nívola”, “Tardío Nápoles” (poemario) y “Ciudad Rebelde” (novela).
Fue miembro de diversas organizaciones tales como: la Filial cubana del PEN Club Internacional, de la cual fue vocal y Presidente de la Asociación de Redactores Teatrales y Cinematográficos.
2.3.- Su labor después de 1959
En los primeros meses que siguieron al triunfo de la Revolución cubana fue jefe del Departamento de Teatro, Música y Ballet de la Dirección General de Cultura del Ministerio de Educación; se le nombró jefe del Negociado de Divulgación Artística del Instituto Nacional de Cultura de ese mismo ministerio, y se desempeñó además como profesor de Lengua Española y Literatura Española en la Escuela de Periodismo Manuel Márquez Sterling. En el año 1961, por su condición de hombre digno y defensor de las causas nobles y justas, durante seis meses se le designó primer embajador de Cuba en Portugal; regresó a La Habana para ocupar la Dirección de Asuntos Religiosos en el Ministerio de Relaciones Exteriores, que dirigía Raúl Roa, y al año siguiente, en enero de 1962, se le nombró embajador, con carácter simultáneo, ante la UNESCO y la Santa Sede; poco tiempo después, entre 1969 y 1975 se quedó definitivamente como embajador en el Vaticano.7,8
De su entrada al Vaticano recuerda Raúl Roda Kourí: “…Allí tuve la oportunidad de acompañarle, “con consorte y séquito”, a Castel Gandolfo, donde nos recibió Juan XXIII, el papa de los humildes, de origen campesino y pesaroso (…)”.9
Asimismo, ha señalado que: …..”fue un embajador irrepetible, su fe verdadera y su profunda intimidad con la iglesia, (…) no empañó su visión ni obnubiló su perspectiva. Fue representante genuino de la Revolución, de los católicos que por ella lucharon y luchan, de los no creyentes y de los cubanos con otras vivencias religiosas. Nunca erró al respecto. Por eso ganó el respeto de Juan XXIII y Pablo VI, de sus colegas, cuando fungió como Decano del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. Por eso le respetamos y queremos”.9
2.4.- Su último adiós
Su muerte, ocurrida lejos de su segunda patria, en Roma, el 9 de marzo de 1975, cuando se desempeñaba como embajador en el Vaticano, fue una sensible pérdida para la diplomacia, la cultura y la estomatología cubanas; que dejó una estela de amor y cariño entre la intelectualidad.10
Al pie de su tumba, el Canciller de la Dignidad Raúl Roa dijo: “(…) los muertos útiles, aquellos que contribuyeron con un granito de esfuerzo al mejoramiento humano, permanecen vivos, retoñan en la noble obra a cuyo servicio consagraron sus mejores afanes y desvelos”.11
CONCLUSIONES
La presencia de los odontólogos exiliados en América Latina contribuyó al desarrollo de esta especialidad en los países donde se asentaron e hicieron cátedra, como fue el caso de la familia Mayoral, cuyo radio de acción se extendió fuera de las fronteras colombianas en la práctica de la Ortodoncia.
La inserción de Luís Amado Blanco en la vida y la sociedad cubanas constituye uno de los aspectos más relevantes de su estancia en el país; descolló en el periodismo, la dramaturgia, la literatura, la crítica artística y literaria y en la estomatología. Sin lugar a dudas, su designación como representante de Cuba ante la Santa Sede, demostró la confianza que se depositó en su persona y el respeto que alcanzó, que lo llevó a ocupar un alto puesto diplomático. Sus mayores aportes a la estomatología cubana se centran en sus estudios acerca de la percepción artística de la Odontología, su contribución al mejoramiento y tratamiento de las neuralgias del trigémino, el reinjerto dental y el tratamiento de la pulpitis y la periodontitis reumática.
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a Véase Alted AR, González Martell. Científicos españoles exiliados en Cuba. Revista de Indias (Madrid). 2002; LXII(224):173-93.
b Esta cifra se ofrece en el trabajo La destrucción de la ciencia en España. Consecuencias del triunfo militar de la España franquista. En: Historia y Comunicación Social. Madrid: Universidad Complutense; 2001. p. 149-86.
c Esta cifra la ofrece María Magdalena Ordúñez Alonso en su trabajo Los científicos del exilio español en México: un perfil. Documento disponible en Internet. Aunque se registraron como odontólogos solo ocho, la cantidad de los que fueron al país azteca graduados de esta especialidad es superior, pero no se desempeñaron en su profesión.
d Agradecemos los datos que nos facilitó amablemente su hijo Germán Amado Blanco Fernández y nos los remitió vía correo electrónico el 25 de marzo del 2008 para la realización de este trabajo. Lamentablemente no pudo verlo publicado porque falleció en La Habana, en diciembre del 2011.
e El investigador cubano Róger González Martell ha incursionado en esta faceta de Luís Amado. Véase La narrativa de Luís Amado Blanco: Ciudad Rebelde, en: Actas III Coloquio Internacional La literatura y la cultura del exilio republicano español de 1939, La Habana: Casa del Escritor Habanero; 2002. p. 68-74; y El epistolario de Luís Amado Blanco, en: Migraciones & Exilios. Cuaderno de la Asociación para el Estudio de los Exilios y las Migraciones Ibéricos Contemporáneos. Madrid. No.2 de diciembre de 2001. p. 225-39.