La identificación de las desviaciones de la normalidad en el estudio del crecimiento y desarrollo tiene gran importancia en edades tempranas de la vida; casi la mitad de los 12,2 millones de muertes que se producen en menores de 5 años en los países subdesarrollados, está asociada con malnutrición por defecto. Por el contrario, el sobrepeso y la obesidad alcanzan una alta prevalencia entre niños y adolescentes en los países desarrollados y desde los años 90 se reporta también un incremento variable en países en desarrollo, siendo de interés por su reconocida asociación con obesidad en la edad adulta, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, niveles sanguíneos elevados de lípidos y lipoproteínas, la insulina plasmática y otras condiciones. (1-5)
Estudios epidemiológicos han identificado factores que en etapas tempranas de la vida pueden predisponer el desarrollo de obesidad en los niños: El peso materno (malnutrición), la diabetes gestacional, el bajo peso al nacer e incremento marcado de peso en los primeros meses de la vida, la alimentación con fórmulas diferentes de la leche materna, la introducción temprana de alimentos sólidos, hábito de fumar materno durante la gestación, bajo nivel educacional de los padres, elevado peso al nacer, obesidad familiar y elevado tiempo frente a la televisión y en juegos electrónicos.
Aspectos como el adecuado nivel de actividad física, tiempo adecuado de la lactancia materna, consumo regular de frutas y hortalizas, así como el hábito de un desayuno saludable, han sido informados como aparentemente protectores. (6 -9)
La identificación de factores de riesgo es clave en la prevención, más aún la de aquellos que se presentan en etapas tempranas de la vida y que inciden en un desarrollo posterior del sobrepeso en la niñez. (10, 11)
La obesidad determina diversos riesgos en el ámbito biológico, psicológico y social. Los riesgos biológicos se manifiestan a corto, mediano y largo plazo, a través de diversas enfermedades. Desde el punto de vista respiratorio son frecuentes las apneas durante el sueño, menor tolerancia al ejercicio, tendencia a las fatigas con facilidad, lo que dificulta la participación en deportes o actividades físicas; además pueden agravarse los síntomas asmáticos o aumentar las probabilidades de desarrollar asma, pudiéndose encontrar pruebas de función pulmonar anormales en casos severos de obesidad. (12)
En estos niños se incrementa notoriamente el riesgo de enfermedad cardiovascular, hipertensión arterial, hipertrofia del ventrículo izquierdo que; todo esto puede favorecer el desarrollo de problemas graves de salud en la etapa adulta (cardiopatías, insuficiencia cardiaca, infartos, trombosis o problemas de circulación en miembros inferiores). (13-16)
Es frecuente también en ellos el síndrome metabólico, que se puede manifestar a partir de los ocho años de edad y se caracteriza por un conjunto de síntomas y signos que se agrupan para definir una condición física en el cuerpo humano, estos son: obesidad, colesterol y triglicéridos elevados, disminución de lipoproteínas de alta densidad y alteraciones del metabolismo de los carbohidratos (de la glucosa en ayunas, tolerancia a la glucosa alterada o diabetes mellitus ya establecida). (13, 16)
Presentan una tendencia a madurar prematuramente (los niños con sobrepeso de causa exógena), su edad ósea está generalmente más avanzada, la terminación del crecimiento suele ocurrir más tempranamente. Las niñas pueden tener menarquia precoz, ciclos menstruales irregulares y posibles problemas de fertilidad al hacerse adultas.
El aumento del peso corporal predispone a deformidades ortopédicas como: genu valgo, coxa vara, deslizamientos epifisiarios de la cabeza del fémur, arcos planos e inflamación de la placa de crecimiento en los talones. Son frecuentes los trastornos hepáticos y biliares: hígado graso no alcohólico, colelitiasis y anemia por déficit de hierro debido a las prácticas dietéticas con alimentación elevada en calorías pero pobre en micro-nutrientes.(12, 17-19)
El riesgo de muerte súbita de los obesos es tres veces mayor y es el doble para el desarrollo de insuficiencia cardiaca congestiva, enfermedad cerebrovascular y cardiopatía isquémica, mientras la posibilidad de desarrollar diabetes mellitus es 93 veces mayor cuando el índice de masa corporal (IMC) pasa de 35,13. La obesidad reduce la esperanza de vida entre cinco y ocho años y también está claramente asociado a un riesgo multiplicado por dos de sufrir cáncer de riñón así como cáncer de mama en la mujer menopáusica. (14, 15)
Desde el punto de vista psicológico produce depresión, trastornos de la conducta alimentaria, aislamiento y disminución de la autoestima, lo que afecta la esfera de relaciones personales, familiares y académicas, También son más propensos a deprimirse y caer en conductas adictivas. (18, 20)
Socialmente, perjudica a los individuos a la hora de encontrar trabajo o pareja, eleva los costos para la familia, la sociedad y el sistema de salud, no sólo relacionándolos con las muertes y la carga de enfermedades, sino en lo que respecta a la discapacidad y la calidad de vida de la población. (12, 21)
La prevalencia de sobrepeso y obesidad ha aumentado en todo el mundo. Los Estados Unidos de América son el epicentro de una incipiente pandemia global de obesidad; la cifra de sobrepesos se reporta por encima de 97 millones de adultos (65 % de la población total). (22)
En investigaciones realizadas en Cuba se ha identificado un 23,5 % de sobrepeso corporal en escolares de 7-12 años contra referencias nacionales. Los sitios centinelas del Sistema de Vigilancia Alimentaria y
Nutricional (SISVAN) en 1988 y 1989 también identificaban una prevalencia de 10 a 12 % en escolares. Esta tendencia al sobrepeso también fue comprobada por el reciente Estudio Integral de la Población Infantil Cubana, desarrollado por la UJC en colaboración con el Instituto de Nutrición de Cuba en el año 2005. (23)
Toda la información anterior evidencia que la obesidad en edades tempranas se presenta en la actualidad como un problema de salud de considerable importancia. Por ello, la presente investigación tiene el objetivo de determinar los factores de riesgo relevantes asociados a niños con sobrepeso en relación a los de peso adecuado.
MÉTODOS
Estudio analítico, observacional y retrospectivo, de casos y controles independientes. Formaron el universo los 311 alumnos de quinto y sexto grado de 4 escuelas primarias del Área III del municipio de Cienfuegos comprendidos entre los 10 a 12 años.
De ellos 85 niños clasificados, según las tablas de percentiles para el índice de masa corporal (24) (IMC= peso en kilogramos dividido por la talla al cuadrado) como sobrepesos y obesos y 212 niños que de acuerdo a esta medición eran normopeso.
Para esta clasificación se utilizaron las tablas antropométricas cubanas de IMC según sexo. Se decidió excluir los 14 niños delgados y desnutridos, con la finalidad de lograr más exactitud en las diferencias entre los obesos y sobrepesos con los de peso normal.
De los 85 sobrepeso y de los 212 normopeso se seleccionaron, mediante un muestreo aleatorio 50 niños de cada clase.
La técnica de muestreo utilizada consistió en numerar consecutivamente los niños por separado, según normo o exceso de peso y luego en escoger 50 de cada uno de ellos, mediante el programa computarizado "ALE".[1]
De esta forma quedaron conformados dos grupos de 50 niños cada uno:
Grupo de casos (niños obesos y sobrepeso)
Grupo de controles (niños normopeso)
Fueron incluidos todos los niños de 10 a 12 años seleccionados por el muestreo simple aleatorio, siempre que los padres y los propios niños desearan participar voluntariamente.
Fueron excluidos los que expresaron no querer participar o que sus padres se opusieron, aquellos cuya evaluación de acuerdo al IMC resultó "delgado o "desnutrido".
Se analizaron las variables: tipo de lactancia (mixta: con alimentación al pecho y otra leche; materna exclusiva hasta 4 meses), horas de actividad física diaria (ninguna; 1 ó 2; más de 2), práctica de deportes (lo practica; no lo practica), horas de actividades pasivas (4 ó más horas frente al televisor o la computadora; menos de 4 horas frente al televisor o la computadora), antecedentes patológicos personales (madre y padre obesos; madre o padre obeso; ninguno), frecuencia de consumo (4 veces o más a por semana) y tipo de alimentos. Para obtener la información se realizaron entrevistas a padres y niños, examen físico y evaluación antropométrica. Todos los datos fueron recogidos en un formulario independiente para cada escolar. (Anexo)
Para validar las diferencias encontradas entre las variables en estudio se utilizó el estadígrafo Chi cuadrado con una exigencia de precisión de 95 % donde p<= 0,05.
La medición del riesgo se efectuó mediante el estimador del riesgo, denominado "razón de productos cruzados" (odds ratio (OR) en inglés) y su correspondiente intervalo de confianza (IC) para el 95 %.
RESULTADOS
Los escolares presentaron diferentes tipos de lactancia durante los primeros meses de vida: 33 niños sobrepesos (66,0 %) tuvieron una lactancia mixta desde los primeros meses de vida frente a sólo 20 (40,0 %) de los normopeso que presentó este tipo de lactancia. Estadísticamente esta diferencia fue significativa (p= 0,009), es decir, los que tuvieron lactancia mixta tuvieron 3 veces más riesgo de ser obesos que aquellos que se alimentaron exclusivamente del pecho materno. (Tabla 1)
Según horas de actividad física diaria, el 38,0 % de los que admitieron no realizar ninguna actividad física fueron casos sobrepeso u obeso frente al 14,0 % de los controles. Esta diferencia tan pronunciada a favor de la inactividad fue muy significativa, con un riesgo 5 veces mayor de presentar exceso de peso. Al analizar las horas de actividad según grupos, se obtuvo que el 86 % de los escolares normopeso tuvo más de 1 hora diaria de ejercicios, mientras que de los sobrepeso sólo el 62 % realizó alguna actividad. (Tabla 2)
El mayor por ciento de los escolares que no practicaba deportes se ubicó en el grupo sobrepeso (76 %) (p= 0,035). Para los escolares que no practicaban deportes el riesgo de obesidad fue 2 veces mayor respecto a los que sí practicaban deportes. (OR= 2,49)
El 32 % de los sobrepeso se mantuvo como promedio 4 horas o más frente al televisor, video o computadora frente a un 8 % en el grupo normopeso, resultados significativos estadísticamente (p= 0,000; OR= 5,41). (Tabla 4)
En cuanto a la distribución de los niños según antecedentes patológicos familiares de obesidad, se observó que el 12,0 % del total de niños sobrepeso tuvo ambos progenitores obesos y el 34 % algún progenitor con esa condición, en el grupo control sólo se presentó en el 18 %.
Estadísticamente fue muy significativa (p=0,000) la presencia de algún familiar obeso, que expuso dos veces más a estos niños al riesgo de sobrepeso.
Según frecuencia de consumo y tipo de alimentos, se observó que los alimentos consumidos en 4 o más veces por semana en ambos grupos fueron los cereales, (100 %) seguidos por los lácteos (89 %), los alimentos azucarados (88 %) y granos (86%). El pescado constituyó el alimento menos consumido con sólo (13 %).
Al analizar por grupos no se encontraron diferencias porcentuales importantes para ninguno de los alimentos, es decir que el patrón cualitativo de alimentación se comportó de forma similar para ambos, excepto al tratarse de los vegetales, que sólo 30 % de los sobrepesos los consumieron más de 4 veces por semana alcanzando el 56 % en el grupo control (p=0,009). La ingestión de vegetales (OR=0,3) y de frutas (OR= 0,12) se comportó como un factor protector del sobrepeso en el grupo estudiado. (Tabla 6)
DISCUSIÓN
Con respecto al tipo de lactancia de los escolares, se encontró un estudio que muestra que niños alimentados con fórmula eran más pesados que los que recibieron leche materna en los primeros 6 meses de vida, (25) resultado similar al de esta investigación con respecto a esa variable. También Von Kries halló un efecto protector constante y dependiente de la dosis de la lactancia materna, sobre el riesgo de sobrepeso y obesidad en un trabajo realizado en niños en edad escolar. (26) Otros estudios también asocian las prácticas de alimentación del lactante que involucran lactancia artificial, con el desarrollo de obesidad. (28-30)
Se señala que el patrón de alimentación a libre demanda favorece la adquisición de una mejor capacidad de autocontrol de la ingesta, al permitir que el niño responda de forma más adecuada a las sensaciones internas de hambre y saciedad, hecho que no se produce de igual forma en la alimentación artificial. (31, 32) Por otra parte, el efecto protector de la leche materna podría atribuirse al menor contenido proteico de la leche humana en relación con las fórmulas, lo que ocasiona menor ingestión de proteínas y menor influencia en el incremento ponderal. (33)
El niño lactado al pecho materno controla mejor la cantidad de su ingesta, porque se satisface con mayor facilidad, ya que la saciedad no depende sólo del volumen ingerido, sino también del tipo y concentración del alimento. (6, 28, 31)
Se sabe que la escasa actividad física y los hábitos sedentarios en la adolescencia, tienden a perpetuarse en la edad adulta, llegando a convertirse en un factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares, diabetes de tipo 2, así como alteraciones osteomusculares y otras enfermedades crónicas no transmisibles. Por ello, puede caracterizarse la adolescencia como el período en que se puede establecer un estilo de vida sedentario y poco saludable.
En Argentina, un trabajo publicado por Poletti, sobre niños con sobrepeso, encontró que el 36% no realizaba ninguna actividad física fuera de la escuela. (34) Kain y Olivares en Chile obtuvieron un 62 % de actividad física y 38 % de sedentarismo. (35)
Si el ejercicio se practica de manera organizada produce beneficios en el orden enzimático y cambios importantes en diversas fracciones de lípidos del suero, reducción del colesterol y de los triglicéridos y elevación del colesterol unido a lipoproteínas, influye sobre la respuesta de la insulina a una sobrecarga de glucosa y da lugar a reducción de la insulina plasmática, lo que mejora la tolerancia a la glucosa. (27)
La realización de deporte durante la niñez favorece el proceso de crecimiento, debido a la estimulación que se produce a nivel de tejido óseo y muscular. La práctica de deporte desde edades tempranas repercute en el aspecto afectivo, social y cognitivo, desarrolla capacidades como la percepción espacial, coordinación motora, la agilidad y el equilibrio. También el deporte ayuda a la prevención, el tratamiento y la rehabilitación de diversos problemas sociales (delincuencia, adicción a las drogas, alcoholismo, violencia familiar, etc.) o incluso, emocionales y mentales (ansiedad, aislamiento, depresión).
El tiempo de exposición de niños y adolescentes ante el televisor es muy elevado. Según Poletti, un estudio efectuado en niños y adolescentes de Estados Unidos de América, el promedio de horas por día frente al televisor, videojuegos y computadora fue de 7 horas 57 minutos. (34) Mirar televisión por espacios prolongados ha sido señalado como una de las causas importantes de desarrollo de obesidad en niños y adolescentes. (36)
Un estudio realizado en España en escolares de 10 a 14 años señala que los niños con sobrepeso vieron más la televisión que los normopeso, (37) resultados similares se reportan por otros autores. (30, 38)
La obesidad en familiares de primera línea del niño sobrepeso, se menciona por Martínez, en Argentina, (39) quién reportó un 6,6 % de obesidad en ambos progenitores, 13,3 % de obesidad materna y 14, 7 % de obesidad paterna. En Argentina, Dei - Cas menciona la asociación estadísticamente significativa entre estas variables con predominio en las madres. (33)
Un trabajo realizado en Costa Rica reportó un 29 % de antecedentes familiares de obesidad en padres de niños escolares sobrepeso. (40) Poletti encontró que uno de cada tres escolares tenía algún familiar directo con obesidad (madre, padre, hermano). (34)
Está bien establecido que si ambos progenitores son obesos el riesgo para la descendencia es del 80 %, cuando sólo uno de los progenitores lo es, el riesgo desciende al 40 %, y si ninguno de los progenitores es obeso, el riesgo en sus hijos queda en el 3-7 %. (11)
Respecto al consumo semanal según grupos de alimentos, al comparar los resultados encontramos que estudios realizados en la provincia Cienfuegos, muestran un alto consumo de cereales, granos y azúcares y escaso consumo de frutas, vegetales y pescado.[2] En Costa Rica, Suárez De Ronderos al estudiar la alimentación de escolares entre 7-12 años encontró poco consumo de frutas y vegetales e inadecuado consumo de macro y micro nutrientes. (40)
Respecto al azúcar y dulces, su ingestión aporta el 20 % de la energía total, pero son limitados en su aporte de otros nutrientes (energía vacía), por lo que deben consumirse con moderación, pues favorecen la aparición de caries, especialmente cuando se consumen entre las comidas principales, propiciando también la obesidad. (41)
El pobre consumo de pescado es preocupante, se reporta que este es rico en ácidos grasos omega 3, beneficiosos para la prevención de múltiples enfermedades, pues son cardioprotectores, constituyen fuentes de vitaminas A y D, yodo, entre otros, su incorporación en la dieta reduce el riesgo de padecer de neoplasias de diversa localización. (42)
Según las guías de alimentación, deben consumirse tres porciones diarias (300g) de vegetales, por lo que consideramos insuficiente su ingestión aún en el grupo control. (43)
CONCLUSIONES
El adolescente sobrepeso en este estudio, se caracterizó por mayor frecuencia de lactancia mixta desde los primeros meses de vida, predominio de poca actividad física diaria, escasa práctica de deportes, promedio elevado de horas frente al televisor, video o computador, antecedentes de obesidad en familiares de primera línea y patrón de alimentación con predominio de cereales, lácteos, alimentos azucarados y granos, además de escaso consumo de frutas, vegetales y pescado. Estos resultados demuestran el carácter de riesgo de los factores estudiados en relación con el desarrollo de obesidad y sobrepeso en la serie analizada.
[1] Departamento de Informática. Facultad de Ciencias Médicas de Cienfuegos.
[2] Rodríguez A. Estudio antropológico y social en adolescentes escolares de la provincia de Cienfuegos [Tesis en opción del título de Máster en Nutrición]. La Habana: Instituto de Nutrición e Higiene de los Alimentos; 2003.