El desarrollo de la Educación de Posgrado en la Educación Superior y en la Educación Médica en particular, a nivel mundial y en nuestro país, es una necesidad impostergable debido a sus propósitos de continuar la formación de los profesionales egresados de las Universidades, desde una concepción que implica la debida atención al continuum pregrado-posgrado así como el cumplimiento de la educación permanente intencionada a profundizar, actualizar y desarrollar conocimientos, habilidades y valores en consonancia con los reclamos de la sociedad a las universidades médicas para dar solución a los principales problemas profesionales y de salud de una manera crítica, reflexiva, creadora e innovadora.
Para el cumplimiento de tales fines, se impone desarrollar los procesos pedagógicos del posgrado tanto en la superación profesional como en la formación académica y sus diferentes modalidades, sobre la base de lo más actual que desde la teoría sustenta la planificación, ejecución y control-evaluación de dichos procesos, de tal forma que dichas praxis contemplen aquellos indicadores fundamentales que se corresponden con el desarrollo profesional y humano pretendidos en el cuarto nivel de enseñanza.
En tal sentido, se debe generalizar la idea de que los procesos pedagógicos del posgrado y sus componentes son diferentes a los del pregrado, pues se agregan al proceso de enseñanza aprendizaje aquellos procesos propios del posgrado conocidos como de alto grado de autonomía y creatividad que permiten cumplir con las aspiraciones de aprender a emprender, a innovar y a crear mediante la sistematización teórica, metodológica y práctica, la gestión del conocimiento, la comprensión y comunicación de la información que de manera interrelacionada tributan a un desempeño independiente, transformador e innovador, crítico y con postura de autor desde las normas éticas establecidas.1
Obviamente, tal postura demanda desechar procesos formativos y evaluativos que mantienen una visión unidimensional del ser humano y trasladar la praxis educativa del posgrado hacia una concepción del desarrollo multilateral e integral del profesional como personalidad, que posee sus experiencias y vivencias como graduado universitario, que matricula en el posgrado para satisfacer sus necesidades desde sus intereses y motivaciones de tal forma que una vez concluidos dichos procesos les permita lograr, con su actuación, resultados de impacto más profundo en la sociedad y por ende su autotransformación como profesionales.
Tal visión contempla una ruptura con la reducción simplificadora positivista que analiza los diferentes procesos del desarrollo humano como un inventario factorialista de conocimientos, habilidades y valores; esto indudablemente exige asumir una visión dialéctica, compleja, multilateral y dinámica con la determinación de unidades complejas de análisis contentivas de esencialidades invariantes como núcleos fundamentales aglutinadores de dimensiones e indicadores que incluyen aquellos a los que se destina la formación de posgrado como son la independencia en la actuación, caracterizada como conclusión del desarrollo; el centro del concepto de zona de desarrollo próximo y también manifestación del dominio del comportamiento propio, asumiendo que ella resulta de la integración adecuada, en la personalidad, de los distintos procesos y sus características (indicadores) lo que implica que para ser estudiada a profundidad, o promovida, debe ser observada esta particularidad, de lo contrario se corre el riesgo de simplificar la comprensión y explicación del desarrollo de la personalidad del sujeto en cuestión.2
Se necesita formar la postura de autor, crítica y ética que incluye el dominio de los diferentes enfoques desde su devenir histórico y la precisión de sus regularidades lógicas mediante una sistematización tanto teórica como metodológica y práctica que denota la elección y selección de fuentes originales que devienen en su futura actuación en una actitud consecuente y constructiva transformadora siempre en relación con los otros,mediante una comunicación y expresión fluida, argumentada y ajustada a un tiempo.
El posgraduado debe encontrar la solución de los problemas de manera creativa, lo cual interrelaciona todo lo expresado anteriormente, además asumir una postura reflexiva desde diferentes perspectivas, análisis enjundioso, flexible, con su sello personal al abordar situaciones, hechos, objetos y procesos de su esfera de actuación profesional con la necesaria autonomía, permitiendo la trascendencia del conocimiento actual y el desempeño profesional especializado en íntima relación con la necesaria actividad investigativa.
A todo lo referido se agrega otro indicador importante como es el dominio del comportamiento propio el cual implica la organización temporal de su vida personal y laboral, el establecimiento de metas y tareas con plazos para su consecución implicados en la autoorganización y control de diferentes condiciones en sus esferas íntimas personales y sociales grupales.2
Sin dudas tales fines deben lograrse mediante la implementación de actividades docentes en el posgrado que permitan de manera sistemática y sistémica su consecución consciente y planificada, con cambios en los roles del profesor y el estudiante de posgrado así como de los ambientes de aprendizajes cuyo núcleo esencial debe contener aquellas tareas docentes intencionadas hacia dichos propósitos; es decir, tareas para el aprendizaje de la sistematización, de la comunicación expresión, de innovación, de la gestión del conocimiento y su colofón, las tareas de desempeño que interrelacionan a todas las anteriores en la práctica profesional desde los puestos de trabajo de la futura actuación.3
De tal manera estaríamos entonces ante verdaderas actividades propias del posgrado, con criterios científicos para su diseño y ejecución, además de la evaluación sobre la base de la emisión de juicios de valor integrales a partir de indicadores del desarrollo tanto del proceso de aprendizaje como de sus resultados, con actividades de evaluación auténtica, con verdaderas finalidades formativas, con exploración y valoración multilateral de aquellas dinámicas propias del desarrollo a que se aspira, con una constante retroalimentación propiciadora de la información pertinente para la mejora del proceso tanto individual como grupal así como de su gestión por profesores y tutores.
Todo lo anterior conlleva sin dudas un cambio de concepción y acción de los encargados de la dirección de los procesos del posgrado si se pretende cumplir con su cometido, así como la de los profesionales en dicha formación, para juntos, y mediante aquellos ambientes colaborativos y participativos, propiciar el tan importante crecimiento profesional y desarrollo humano al que se aspira para la sostenibilidad de la formación superior especialmente en el posgrado y su trasferencia contextualizada a la sociedad para la solución verdaderamente crítica, creadora e innovadora de los problemas profesionales y de salud.