Algunos autores sugieren utilizar la ecografía en los primeros tres meses de vida, dejando la radiografía para etapas posteriores a los tres o seis meses, cuando la cabeza del fémur se muestra osificada. Desde el punto de vista de los autores, esta distinción no es válida, si se considera como sustento teórico práctico el conocimiento de la anatomía radiográfica y ecográfica de la cadera, así como una adecuada interpretación de las imágenes. Para ilustrar la correspondencia entre ambos tipos de estudios, se identifican los puntos de referencia anatómicos comunes para las respectivas imágenes. El objetivo es mostrar evidencias de la efectividad de la aplicación de los dos métodos como complemento del diagnóstico clínico del desarrollo displásico de la cadera. Se concluye que existe una estrecha relación entre ellos, la cual puede ponerse en función del diagnóstico de la enfermedad, e incluso de su seguimiento evolutivo, independientemente de la edad del niño, durante el primer año de vida.