INTRODUCCIÓN
El desarrollo histórico de la ciencia en Cuba ha sido objeto de atención por parte de muchos estudiosos que han revelado, desde variadas aristas y etapas, su influencia en el proceso de formación y cristalización de la nacionalidad y nación cubanas. Es indudable que el estudio de la actividad científica a través del devenir histórico nacional puede ayudar a comprender mejor los procesos sustantivos de nuestra cultura e identidad.
De manera particular, reviste especial importancia para su estudio por parte de la historia de la ciencia la etapa correspondiente a la segunda mitad del siglo XIX. Este período fue definitorio para el desarrollo de las ciencias en Cuba; su punto inicial lo constituyó la fundación en 1861 de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana, que agrupó a buena parte de las figuras más destacadas de la vida científica cubana.1
La preponderancia numérica de las profesiones médico-farmacéuticas en detrimento de otras ramas de la ciencia determinó la abrumadora presencia de las asociaciones conformadas por médicos, farmacéuticos y dentistas, dentro del panorama de la sociabilidad científica insular.1
En consecuencia, la presente investigación abordará el asociacionismo en las prácticas profesionales de los médicos y farmacéuticos desde el contexto regional, en particular el cienfueguero, a través del estudio de la fundación y desarrollo del Centro Médico Farmacéutico de Cienfuegos (1881- 1885). Por la importancia que reviste el desarrollo de la ciencia en el proceso de formación de la cultura y la identidad cubana y cienfueguera, el presente tema contribuirá de igual manera, a enriquecer la historia social de la ciencia en la isla, que devele los puntos de contacto de esta disciplina con los procesos socioeconómicos y políticos de la historia nacional, regional y local.
DESARROLLO
I.-El asociacionismo científico en Cuba a finales del siglo XIX
La segunda mitad del siglo XIX fue definitoria para el desarrollo de las ciencias en Cuba, pues se verificó un auge sin precedentes de la actividad científica en la isla. El punto inicial para semejante eclosión lo constituyó la fundación de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana, viejo sueño de la comunidad científica habanera, que agrupó a buena parte de las figuras más destacadas de la vida científica cubana. Esta corporación lideró un proceso de profesionalización, institucionalización y desarrollo de la actividad científica en la etapa, que ha sido denominado con justeza como conformador de una ciencia nacional en un contexto colonial.1
A partir de la década del 1870, los científicos cubanos lograron realizar un grupo de aportes al desarrollo de la ciencia. Se destacaron principalmente en las ciencias naturales y en la medicina. Dentro de los trabajos más relevantes de la época se encuentra el Tratado de mineralogía escrito en 1872 por Felipe Poey, el primer Catálogo de fósiles cubanos publicado en 1876 y el primer Mapa geológico de Cuba. Sobre estudios naturalistas se ubica a Juan Gundlach con su trabajo Contribución a la entomología cubana. Por su parte, en el campo de la meteorología, los trabajos de Andrés Poey, Benito Viñes y Lorenzo Gangot, se destacaron en cuanto a los estudios sobre huracanes y ciclones. Estos tuvieron relevancia tanto a nivel internacional como nacional.2
Las ciencias médicas se fueron desarrollando durante el último tercio del siglo XIX con un prestigio reconocido. Muchas técnicas y conocimientos se introdujeron tempranamente en la Isla. La primera transfusión de sangre exitosa fue realizada por el doctor Claudio Delgado en 1880 y en 1882 el doctor Francisco Cabrera practicó la primera ovariotomía.2
Se destaca además la figura de Carlos Juan Finlay, científico que descubrió la transmisión de la fiebre amarilla, producida por el mosquito culex (conocido en la actualidad como Aedes aegypti). El descubrimiento del doctor Finlay contribuyó a salvar la vida de miles de hombres, mujeres y niños que resultaban atacados por la fiebre amarilla en la zona tropical. También se fortalecieron las ciencias médicas con la fundación de corporaciones abocadas a este fin.2
Una de las más importantes instituciones fundadas en los años ochentas fue el laboratorio Histobacteriológico e Instituto de Vacunación Antirrábica de La Habana. Nacida el 8 de mayo de 1887, bajo el impulso y financiamiento particular del destacado médico habanero Juan Santos Fernández, siguió el patrón del Instituto Pasteur de París adonde concurrieron previamente los también médicos cubanos Diego Tamayo, Pedro Albarrán y Francisco T. Vildósola. Dicha institución, primera de su tipo constituida en América Latina, introdujo en Cuba las técnicas bacteriológicas francesas y los materiales requeridos para la producción del suero contra la rabia, cuyo logro constituyó una primicia en el continente.3
La medicina constituyó, en gran medida, el eje central del proceso de conformación de la ciencia en Cuba durante el último tercio del siglo XIX e influyó en el quehacer socioeconómico y político de la isla. Además trajo como consecuencia el despertar de la vida asociativa científica, promovió diferentes publicaciones y consolidó los conceptos de ciencia y medicina.
En el año 1876 fue el momento inicial de la aparición de las sociedades científicas con posterioridad a la fundación de la Real Academia. Entre esta fecha y 1894 fueron creadas un total de 22 sociedades científicas. El núcleo de dicho movimiento estuvo ubicado en La Habana, centro administrativo de la colonia y ciudad más poblada de la Isla. Sin embargo, esto no significa que fuera un fenómeno exclusivamente habanero. Se establecen cuatro momentos fundamentales del movimiento asociativo entre los científicos de Cuba durante el último tercio del siglo XlX, estos son: de 1876-1879, 1880-1884, 1885-1889, 1890-1894.4
Para entender la proliferación de asociaciones conformadas por científicos en las décadas de los ochenta y noventa, se deben tener en cuenta diversos factores, algunos ya mencionados, y, en primera instancia, los cambios que tuvieron lugar tras la firma del Pacto del Zanjón. La existencia de mayores libertades de asociación, reunión y prensa brindó a los científicos, como a otros sectores de la sociedad, el marco legal para la creación de asociaciones de todo tipo.4
A diferencia de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, inspiradas en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, las nuevas sociedades no tendrían como patrón las corporaciones de membresía limitada, al estilo de las mencionadas o de la Royal Society de Londres y la Academia de Ciencias de París. Las sociedades científicas se basaron en nuevas prácticas asociativas, más democráticas, desarrolladas con antelación y con éxito en aquellos países y en la propia España hacia donde los científicos de la isla dirigían su mirada. En algunos casos se trataba de “sociedades destinadas al debate científico o el fomento de la ciencia en general o de las disciplinas científicas, en particular, a la defensa de los intereses de los profesionales, la difusión de la ciencia, la higiene pública y la lucha contra las enfermedades.4
Durante la segunda mitad del siglo XIX se fomenta la creación de sociedades científicas en la Ciudad de La Habana. En estos años aparecieron el Círculo Científico, Artístico y Literario de La Habana y la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba, surgida como homóloga de su similar en Madrid y considerada continuadora de la Sesión de Antropología que funcionaba en el seno de la Real Academia de Ciencias Habaneras. En este contexto proliferarían también las de médicos, farmacéuticos y dentistas.4
Uno de los factores más significativos en el predominio de médicos, farmacéuticos y dentistas en la Isla, es la constante entrada de especialistas de estas ramas al territorio nacional, lo que significó un importante estímulo para la proyección de estos estudios. Además, la mayor parte de los jóvenes que viajaban a cursar estudios universitarios a países como Francia, Estados Unidos o España tomaron experiencia de los especialistas extranjeros en el campo de la medicina y esto aseguraba las posibilidades futuras de encontrar empleo. Otro de los factores que permite explicar el predominio de estos profesionales es el modelo de la enseñanza superior que se impartía en la Universidad de la Habana, muy apegado al ideal occidental de la sociedad civilizada de profesiones honradas y de hombres instruidos en las leyes de Dios, la sanidad o el derecho.4
El protagonismo casi absoluto de los médicos, farmacéuticos y dentistas obedeció, en primer lugar, a la elevada preponderancia numérica de estas profesiones en comparación con el escaso número de profesionales de otras ramas de la ciencia. Fueron frecuentes las alusiones a que existía un exceso de sus practicantes en la Isla ya que Cuba era un país con numerosos médicos, es decir, existían 777 por cada millón de habitantes. En el caso de La Habana había un médico por cada 492 habitantes, mientras que en Paris, modelo de civilización para los científicos cubanos, había un médico por cada 890 habitantes. Lo mismo ocurría con la farmacéutica, la cantidad de establecimientos farmacéuticos en la Isla era exagerada en comparación con otras ciudades del mundo, es decir por cada 2500 habitantes existía más de una farmacia.4
Por eso no es de extrañar que surgieran corporaciones de estos profesionales entre 1878 y 1880 como: la Asociación Médica de Socorros Mutuos (1878), la Sociedad de Estudios Clínicos de la Habana (1879), la Sociedad Odontológica de la Habana y el Colegio de Farmacéuticos de la Habana (1880), que de algún modo, sirvieron de antecedente y modelo para la aparición de sociedades homólogas en el resto de la isla.4
II.-Asociacionismo científico en Cienfuegos: el Centro Médico Farmacéutico (1881- 1885)
Numerosos fueron los médicos, enfermeros y farmacéuticos en ejercicio en Cienfuegos durante la segunda mitad del siglo XIX. Son ejemplo de ello Enrique B. Barnet, Roque de Escobar, Isidoro Castiñeyra Cintra, Luis Perna Salomó, Samuel M. Ordext, y otros farmacéuticos como Julio Frías Cintra, Pedro Mendieta Montefur, etcétera. Sin embargo, el carácter de sus servicios —en la mayoría privados—había estado limitado a grupos reducidos de personas que podían pagar el precio de su atención. Con ello quedaba el resto de la población a merced de su suerte, una vez enferma, debido a la carencia de adecuados locales e instituciones de salud y medios económicos para su atención. En el municipio de Palmira existían dos farmacias y cinco médicos, y en Abreus había una farmacia; en el resto de los municipios no se poseen noticias de la existencia de estas, por lo que es de suponer que no contaban con estos servicios.4
Existen referencias de un intento asociativo emprendido por un grupo de destacados médicos cienfuegueros que presentaron ante la máxima autoridad política de la isla el 15 de junio de 1874, la solicitud de autorizo para fundar un colegio médico que – utilizando sus propias palabras- formase “(…) un cuerpo científico homogéneo para que aunada la ilustración de todos, iluminara los casos que en la espinosa y oscura práctica se presentan todos los días (…)han convenido además, que la reunión científica sea de socorros mutuos aliviando con ella a los socios o a sus familias, si algún día la necesidad a ello los obliga”.[1]
No se tienen evidencias, hasta la fecha, que tal petición haya fructificado en el período abordado. Resulta significativo desde entonces, el interés de la comunidad médica cienfueguera por conformar una institución que les permitiera elevar su nivel profesional y científico. De igual forma buscaban mejorar su situación moral y material, así como prestarse ayuda si llegado el caso la requirieran.
Pino Blanco y colaboradores refieren que dentro de la membresía de dicho colegio se encontraban Sinesio Lapeyra Demestre, Isidoro Castiñeyra, González Gil, Máximo Zardoya, Luis Perna Salomo. No constituye, pues, motivo de sorpresa que buena parte de los profesionales que elevaron semejante petición al Capitán General en 1874, se encuentren entre la membresía fundadora de otra corporación creada en 1881; mucho menos, que los propósitos antes enarbolados, presidan los deseos de los nuevos asociados.a
El 4 de diciembre de 1881, se creó el Centro Médico- Farmacéutico de Cienfuegos y estuvo integrado por los profesionales en ejercicio. En el centro se ofrecían conferencias científicas y estaba dirigido por el doctor Ramón Torrado Quiroga, que luego, por problemas de enfermedad, dio paso a la presidencia del doctor Ramón Mazarredo como presidente y al licenciado Senesio Lapeyra como secretario. Como principales antecedentes de la creación del Centro Médico Farmacéutico de Cienfuegos, habría que mencionar la fundación de la Real Academia con más de tres lustros de creada y el resto de la sociedades de médicos y farmacéuticos que ya existían en La Habana desde 1878.a
La fundación del Centro Médico Farmacéutico de Cienfuegos estuvo preconizada, entre otras condiciones, por la iniciativa personal del Dr. Sinesio Lapeyra. Este profesional de las ciencias médicas había alcanzado considerable prestigio entre sus colegas por la labor desarrollada en función del desarrollo científico en Cienfuegos desde décadas anteriores.5
Su trayectoria le permitió movilizar voluntades, e iniciar los trámites a fin de obtener la aprobación del gobierno de la isla para la fundación del Centro. Tratando de facilitar su gestión, remitió una comunicación al Dr. Juan Santos Fernández eminente oftalmólogo habanero y miembro de la junta directiva de la Academia de Ciencias de la Habana, con la seguridad de que el criterio de esta prestigiosa institución sería solicitado por el gobierno colonial antes de la aprobación del proyecto.6
La entidad quedó finalmente constituida el 8 de octubre de 1881, aunque su sesión inaugural no se llevó a cabo hasta la noche del 4 de diciembre del propio año a las ocho de la noche en la calle Boullon.7
Los objetivos de la asociación fueron expuestos, en voz del propio Lapeyra, en el discurso inaugural del Centro: “(…) estrechar los vínculos de amistad, a la par que el cultivo de las ciencias médico-farmacéuticas (…)” unido a “(…) un fin más humanitario, pues alcanza la idea benefactora en un caso desgraciado, de prestarse auxilio, que puede llegar hasta nuestros hijos”.8
En sus palabras se observa la continuidad y comunidad de intereses entre el Centro recién fundado y el intento anterior de crear un Colegio Médico.
La Junta Directiva de la corporación cienfueguera, resultó electa por voto directo y quedó conformada por el Dr. Ramón Torrado Quiroga,[2] como presidente; el licenciado Isidro Castiñeyras Cintra,[3] como vicepresidente; Tesorero, el licenciado Dr. Maximino Zardoya,[4] el Dr. Sinesio Lapeyra Demestre como secretario, y como vice-secretario el Licenciado Dr. Felipe Araus y Puertas.[5]
La membrecía fundadora ascendió a 37 personas, ellos eran: Dr. Ricardo O´Bourke, Dr. Fernando Betancourt, Dr. Antonio Tomás, Dr. Antonio G. Chávez, Dr. Juan Orfila, Dr. Antonio López Hernández, Dr. José Martínez Gordón, Dr. Antonio Serpa, Dr. Leopoldo Isaac Rico, Dr. Ramón Mazarredo, Dr. Sebastián Roqueta, Dr. Luis Perna Salomón, Dr. Antonio Barrinat, Don Rafael Figueroa, Dr. José Pertierra, Dr. Juan Pons y Fonol, Dr. Turismundo Ayala, Dr. Antonio José Balmañya, Dr. Pablo Hondares, Dr. Juan Nicolás Cristo, Dr. Francisco González Gil, Dr. Juan J. Casanova, Dr. Justo V. Hernández, Dr. José Tolezano, Dr. Manuel Aguiar, Don José Borreta, Don Juan Torralba, Dr. Julio Frías, Dr. Leopoldo Díaz de Villegas, Dr. Eugenio de Oña, Dr. Rafael Flietes, Dr. J. Alfredo Vila incluyendo los de la junta directiva, cifra que fue incrementada luego con la incorporación de socios de número.7
La importancia y función social futura de la asociación fueron abordadas por el presidente Dr. Ramón Torrado Quiroga quien leyó un discurso alusivo al acto y afirmaba que la inauguración del Centro tendría fecundas consecuencias y demostraba la entrada de los cienfuegueros en el camino del progreso. La creación del Centro Médico Farmacéutico permitiría el bienestar común de la sociedad y de los propios ilustrados, a través no solo de la comunicación entre los profesionales que lo integraban sino también de la posibilidad que brindaba la misma de socorrer, en caso de desgracias, a partir de la estrecha unión y el indisoluble lazo colectivo que surgió, a los miembros de ella. Fue un espacio público, de promoción de los avances científicos, que funcionaría como portavoz de la prevención de la higiene y la salud pública. Como primera sociedad científica en Cienfuegos y fuera de la capital del país jugó un papel importante en la prevención de enfermedades y en el enfrentamiento de epidemias. Los trabajos presentados por los miembros de esta sociedad fueron muestra del quehacer científico en Cienfuegos y en la época.4
Desde su nacimiento, el Centro, organizó el trabajo al que se abocaría. Numeró los socios y ubicó el orden de las disertaciones para las sesiones futuras. Se reunían cada mes en locales ofrecidos por los miembros de la corporación en los cuales participaba buena parte de su membresía, además de los integrantes de la Junta Directiva. Los temas que se abordaban eran siempre de carácter científico, muy polémicos y con extensos debates entre los asistentes, casi todos los presentes daba su opinión sobre el tema en cuestión. En cada sesión se trataba un tópico diferente y de interés para la comunidad científica y para la sociedad en general. Los más relevantes resultaban: el recurrente tema de la vacunación y la revacunación, las causas y modos de evitar la fiebre amarilla, la actualización en materia médica acerca de la erradicación de enfermedades como la tuberculosis, el efecto secundario de los medicamentos, el necesario cuidado de las embarazadas, entre otros.
Las causas, así como las formas de evitar la fiebre amarilla, fue uno de los temas que por su importancia se abordó en las sesiones, en boca de varios doctores. Resalta, en el mismo año, la ponencia del Dr. Luis Perna de Salomó con el título “Etiología y profilaxis de la fiebre amarilla”, lo que demuestra la creciente preocupación que para ese entonces se tenía en Cuba por dicha afección, al tiempo que se había avanzado en este sentido a partir del descubrimiento por Carlos Juan Finlay que la fiebre amarilla era producida por el mosquito culex (conocido en la actualidad como Aedes aegypti). El descubrimiento del doctor Finlay contribuyó a salvar la vida de miles de hombres, mujeres y niños que resultaban atacados por la fiebre amarilla en la zona tropical. En Cienfuegos, el Centro Médico actualizaba periódicamente los aportes científicos en este sentido.
La valentía con que se afrontaban los debates sobre los problemas de salud y su curación es apreciable en las sesiones del Centro. En ocasión de una disertación del Dr. Orfila, por ejemplo, se generó un nutrido debate por los doctores Perna de Salomó y Casanova. Se tornó interesante la cuestión cuando hizo uso de la palabra el Dr. Vila. Aunque el galeno opinó que en la tesis sostenida tan brillantemente por su colega Orfila, abundaban la convicción científica y el sentido práctico, había ciertas incongruencias. Discrepaba en algunas cuestiones, y decía que el descuido técnico nos inducía a errores, haciendo ver que varios estados neuropáticos habían sido confundidos con la terminación genética de eclampsia. Vila refería “que si a la enfermedad la llamasen científicamente con su nombre patogénico, no caeríamos en el lamentable error de proponer y de apoyar el tratamiento expuesto por el disertante.” De este debate se colige que todos los presentes en la reunión tenían el derecho de expresar su criterio sobre el tema expuesto, además que sus opiniones contribuían al mejoramiento de sus trabajos y la manera de darles solución lo cual retroalimentaba la investigación del ponente.7
Una enfermedad que copó el debate en las sesiones del Centro fue la tuberculosis. La ponencia “Contribución al estudio de la tuberculosis”, fue el título de uno de los trabajos presentados, esta vez por el Dr. Piña en 1882. El autor realizó un reconocimiento minucioso de la apreciación de Laennec,[6] debatiéndole sin embargo ser tan partidario de la entidad al determinar la naturaleza anatómica del tubérculo. Dicho autor, refiere Piña, “admitía dos formas de alteración anatómica de la tuberculosis, la infiltración y la granulación, dando lugar este modo de ver los hechos, a que el estado caseoso formaba el carácter distintivo de la tuberculosis y el sello que la distinguía de las demás alteraciones materiales”. Combatiendo tal criterio, asumía el ponente los juicios de la escuela fisiológica pura, que consideraba la tisis como una enfermedad específica, como lo es la sífilis, la viruela, etc. Luego de concluir su exposición, comenzaba como era costumbre el debate entre los presentes. El nivel de actualización que adquirían los profesionales de Cienfuegos acerca de las características de la enfermedad en cuestión, y el interés de conocerla para tratarla así como para prevenirla, se percibe en las ponencias presentadas en las sesiones del Centro.9
Resulta significativo cómo se manifestó en el Centro Médico, la intención de forjar una ética médica que implicara el respeto y la solidaridad entre los profesionales que integraban la corporación. Tal es así que las ponencias comenzaban por solicitar el apoyo de los oyentes y comunicaban el respeto que por ellos sentía el ponente. El Dr. Piña, referido con antelación, había empezado su disertación con una felicitación al Centro, y exhortaba al debate de sus compañeros, en la misma medida que pedía el apoyo de todos expresando sabía “encontraría benevolencia, amigos y palabras generosas que le alentaran” para continuar con su investigación.9 La retroalimentación que se efectuaba entre los miembros residentes en la ciudad de Cienfuegos y los que vivían en el campo, fue otro de los logros del Centro Médico. La intervención que tuvo lugar el 3 de noviembre de 1883 por parte del Dr. Sebastián Roqueta con su trabajo “Consideraciones sobre el médico de campo“ es un ejemplo de ello.10
Todos los temas que fueron abordados en las sesiones, aportaron su contenido al desarrollo de la ciencia y la superación de todos los médicos no solo de Cienfuegos, sino del país en general. De acuerdo con las características de la corporación, su membresía, la asiduidad con que se reunían y la variedad de temas científicos que abordaban, es posible afirmar que su funcionamiento estaba en concordancia con las particulares que asumía el asociacionismo científico en la Isla. En sus funciones sociales prevaleció la prevención de enfermedades y la introducción de aportes novedosos en los tratamientos médicos para las mismas, con un nivel de actualización en materia científica, que benefició a la sociedad cienfueguera. En total consonancia con las particularidades de una asociación de su tipo, cabe destacar que el Centro fue proyectándose hacia dentro y hacia la sociedad.
Además de propiciar la forja de una ética médica y espíritu colaborativo entre los profesionales de las ciencias médicas, de la ciudad y el campo, el Centro fue digno de la confianza de las autoridades locales que se auxiliaron de sus servicios para dilucidar procesos judiciales, con el informe de las causas de muerte de las víctimas. De esta manera también contribuyó al desarrollo y reconocimiento de la importancia de la medicina legal en Cienfuegos y en la Isla. Pero no solo prestaron su servicio en la medicina legal sino que contribuyeron al conocimiento de la composición demográfica de la población de Cienfuegos a través de estudios de su estructura por edades, nacimientos, defunciones, etc. En el trabajo del Dr. Sinesio Lapeyra, “Estadística de defunciones en Cienfuegos” se realiza un estudio sobre las defunciones que estaban ocurriendo entre los años 1881-1884 con un análisis estadístico de las causas de los fallecimientos ocurridos durante el segundo semestre de 1881, las enfermedades más frecuentes y cómo ello ocurría sin distinción de sexo o raza.11
Contó el Centro con el espacio público que representó la Crónica Médico-Quirúrgica, Revista Mensual de Medicina, Cirugía, Farmacia y Ciencias Auxiliares de la Habana que había surgido en 1875. La Crónica fue elegida como órgano oficial, mientras la corporación reuniera los recursos propios para fundar y publicar en la jurisdicción un periódico oficial. Por eso los trabajos de los miembros del Centro se publicaron y dieron a conocer a nivel nacional, con la anuencia de la directiva de la revista habanera. La labor del Centro y la divulgación por la Crónica, impulsaron el desarrollo científico de la jurisdicción de Cienfuegos.
[1] Pino Blanco R, Flores Roo R, Espinosa Brito A. Breve reseña histórica sobre la fundación del Colegio Médico de Cienfuegos. Cienfuegos, 2008
[2] Doctor en medicina. Residió mucho tiempo en Trinidad donde desarrolló gran actividad científica y social. Era un médico práctico, con dominio de la obstetricia. En la década de los 70 se traslada a Cienfuegos, donde se creó una aureola de respeto por su calificación. Al fundarse el Centro Médico Farmacéutico de Cienfuegos en diciembre de 1881 fue nombrado presidente del mismo. Ocupó ese cargo hasta 1883 cuando, enfermo ya, es sustituido por el doctor Ramón Mazarredo
[3] Licenciado en medicina y cirugía. Se gradúa en 1884. Presenta su título en Cienfuegos en septiembre de 1847. Fundó una casa de salud para asiáticos en 1878. Fue teniente alcalde del ayuntamiento. Fundador del Centro Médico Farmacéutico de Cienfuegos. Cuando muere en 1889 era subdelegado de medicina y cirugía en Cienfuegos y además el decano de los médicos que ejercían en esta ciudad.
[4] Llegó a Cienfuegos procedente de Nuevitas. El 23 de mayo de 1879 el cabildo tomo razón de su titulo, expedido el 9 de julio de 1864. Residía en la calle San Carlos. En 1881 era subdelegado de farmacia, formando parte en ese mismo año de la junta litoral de sanidad de Cienfuegos
[5] Licenciado en medicina y cirugía en la universidad de Valencia en 1873. Llega a Cienfuegos en 1879. Fue secretario del comité gestor del Centro Médico Farmacéutico de Cienfuegos. En esa institución, el día 3 de diciembre de 1882 pronuncio una conferencia titulada “El médico y la medicina”. En los anales de la academia de ciencias medicas de La Habana publicó en 1905 el articulo “Un caso de tétanos cefálico”. En 1882 se mudo a Palmira, donde lleva a cabo una intensa labor medico - social. En los primeros años del siglo XX se muda a La Habana.
[6] Nacido en Quimper, Bretaña, Francia, el 17 de febrero de 1781. Murió en Kerloauanec, el 13 de agosto de 1826. Fue un cirujano francés descubridor de la auscultación, padre del moderno conocimiento sobre enfermedades pulmonarias. Fue hijo de un abogado con aficiones literarias, quien escribió poemas y que según las personas se asemejaban mucho a las obras de su compatriota De Forges Maillard. Además de estas contribuciones, hizo estudios cuidadosos en patología, especialmente en enfermedades del hígado. Fue el primero en estudiar Hyatids de forma exhaustiva, y de darle el nombre de cirrosis a la peculiar forma de aspecto disfuncional del hígado. La cirrosis debida al alcoholismo es frecuentemente mencionada en los trabajos de Laennec. Dio mucha luz sobre las condiciones que se relacionan con esclerosis. Desafortunadamente en tiempos en que no se sabía lo altamente contagiosa que es la tuberculosis, la contrajo mientras trabajaba con esta enfermedad y murió a la edad de cuarenta y cinco años. Tomado de: www.encolombia.com/medicina/neurología/neurología16304-leenec.htm. Disponible el 19 de Junio de 2012.