INTRODUCCIÓN
El atractivo social de un niño está influenciado por su apariencia dentofacial. Los dientes son parte integral de la estética facial y asumen una función primordial en las complicadas interacciones sociales, culturales y psicológicas del individuo. Una sonrisa puede comunicar mucho más que las palabras y en verdad, cuando esa sonrisa esta inhibida por dientes desagradables a la vista, esa persona tendrá dificultades para el desarrollo y uso de las habilidades básicas de comunicación más importantes.1
Es ampliamente asumido que las anomalías dentomaxilofaciales representan una desventaja social y psicológica para su portador, no solo por las limitaciones estéticas que producen sino por su relación directa con la presencia de problemas funcionales del sistema estomatognático; su tratamiento debe estar dirigido a la eliminación de los factores causales para así erradicar el problema.2
Las maloclusiones son desviaciones de los dientes de su oclusión ideal. Varía de una persona a otra en intensidad y gravedad. Supone una relación inarmónica de los huesos de la base del cráneo, bien por la alteración del hueso basal o del hueso alveolar, tanto mandibular como maxilar. Por ello, las maloclusiones implican a todas las estructuras del aparato estomatognático.3
El comportamiento de las maloclusiones a escala mundial oscila en rangos de 35 % a 75 %, con diferencias en cuanto a sexo y edad. En Cuba, estas se presentan en el 36,3 % y el sexo más afectado es el femenino, con 52,6 %4 y refiere Otaño que la necesidad de tratamiento estimada es del 40 % en la población infantil y juvenil principalmente.3
Para la Organización Mundial de la Salud, en la escala de prioridades en cuanto a los problemas de salud bucal, la maloclusión figura en tercera posición. Los complejos factores etiológicos de esta entidad, son obstáculos hasta hoy para su tratamiento, además de ser el resultado de interacciones entre factores sistémicos y ambientales.5 Varios autores coinciden en señalar la necesidad de que, para prevenir, antes se ha de identificar la etiología de las maloclusiones.6
Dentro de las principales causas que pueden originar problemas de mala oclusión, se pueden mencionar los factores hereditarios, los hábitos adquiridos por los niños durante su etapa de crecimiento, también puede afectar en gran parte la forma de los maxilares, los malos hábitos alimenticios y respirar por la boca sin cerrar los labios.7
Es por ello que a la hora de definir las necesidades de tratamiento ortodóncico hay que tener en cuenta algunas consideraciones psicosociales y faciales, y no solo la forma en que los dientes encajan entre sí. Por esta razón es difícil determinar cuándo es necesario el tratamiento y cuándo no, partiendo únicamente del estudio de los modelos o de las radiografías dentales. Parece razonable pensar que la necesidad de tratamiento se correlaciona con la gravedad de una maloclusión.
Las enfermedades bucodentales, una vez establecidas, son persistentes y no tienen curación espontánea, por lo que es imprescindible comenzar a aplicar desde edades tempranas acciones educativas y terapéuticas, tanto individuales como grupales, que contribuyan a disminuir o eliminar las anomalías dentomaxilofaciales que alteran el equilibrio de los componentes del aparato estomatognático.
El objetivo de la presente investigación es evaluar el resultado de una intervención educativa aplicada a niños de 7 – 11 años portadores de maloclusiones causadas por hábitos deformantes bucales.
MÉTODOS
Se realizó un estudio cuasiexperimental, de antes y después, con 52 niños portadores de maloclusiones, en edades comprendidas entre 7 y 11 años, de la escuela primaria José Mateo Fonseca del Consejo Popular Pastorita, del área de salud VII, del municipio Cienfuegos y en el período comprendido de septiembre de 2010 a junio de 2011. Fue desarrollado en dos etapas. Una primera etapa correspondió al diagnóstico, donde fueron identificados, mediante el índice de Shaw, 204 niños portadores de maloclusión, 75 de ellos correspondieron a los grados 1,2 y 3, por lo que se consideraron tributarios de atención en el nivel primario de salud. Por último, de esos 75 fueron identificados 52 niños cuyas maloclusiones tuvieron entre los agentes causales los hábitos deformantes bucales. También se incluyeron 52 adultos (padres y maestros).
En la segunda etapa se realizó el análisis antes y después de aplicar la intervención.
Las anomalías estudiadas fueron cierre bilabial anormal, resalte aumentado y adaquia, incluidas en la descripción del índice utilizado, y correspondientes a los grados atendidos por el nivel primario.
También se tuvo en cuenta como criterio de inclusión, que los niños no estuvieran recibiendo tratamiento ortodóncico y que los padres dieran su consentimiento. Solo serían excluidos aquellos niños que padecieran alguna enfermedad psicomotora que imposibilitara la cooperación para realizar el examen clínico.
Esta investigación cumplió con los principios éticos de la investigación, por lo que se realizó con previa autorización de la dirección de la escuela y con el consentimiento informado de los padres o tutores de los niños.
Las variables analizadas fueron: sexo, edad, anomalías dentomaxilofaciales, y concimientos sobre anomalías dentomaxilofaciales. Esta última variable fue la única que se analizó también para los padres y educadores.
El examen clínico para identificar las anomalías, se realizó con luz natural, espejo bucal y/o depresores linguales. Se observaron las arcadas dentarias por separado y en oclusión.
Para conocer el nivel de concimientos sobre anomalías dentomaxilofaciales, se aplicaron encuestas relacionadas con estas y su relación con los hábitos deformantes bucales.
Las encuestas, aplicadas a niños, padres y educadores, fueron validadas por el Comité Científico de Estomatología en Cienfuegos y sometidas a un proceso de pretest.
Una vez obtenida la información inicial de diseño, se aplicó un programa educativo (Agradable Sonrisa), con una frecuencia semanal, donde se incorporaron a niños, padres y educadores de esta institución.
El objetivo del programa era que todos adquirieran los conocimientos sobre anomalías dentomaxilofaciales y su relación con los hábitos deformantes bucales.
Características del programa
Se planificaron y controlaron un conjunto de técnicas afectivo-participativas, con el uso de herramientas clave como la comunicación, la persuasión participativa indirecta y la creatividad, que incluyeron a niños, padres y educadores.
Se emplearon técnicas vivenciales (animación, análisis y reflexión grupal, de evaluación de conocimientos) y visuales (fotografías, láminas y modelos). También se realizaron juegos didácticos para realizar la mioterapia y reafirmar los conocimientos impartidos.
A cada cuestionario de preguntas aplicado, se le estableció una clave de respuestas y de acuerdo con el resultado de su puntuación sobre la base de 10 puntos, se evaluó de bien, regular y mal. Este valor se obtuvo del resultado de la sumatoria de las respuestas de cada pregunta. El resultado del cuestionario se clasificó de la siguiente forma: bien: 7–10 (más del 70 %), regular: 5,1-6,9 (de 51 % - 69 %) y mal: menor que 5 (menos del 50 %).
Se aplicaron terapias grupales para mejorar el equilibrio bucal y dentario a los niños con disfunción neuromuscular, seleccionando los ejercicios según el grupo muscular afectado, así como el control de los hábitos deformantes bucales.
Se aplicó tratamiento correctivo a los portadores de maloclusiones, que incluyó desgaste selectivo, psicoterapia, mioterapia y mecanoterapia.
Se compararon las variables antes y después de la aplicación de la estrategia educativa. Para evaluar la significación estadística de los resultados, se utilizó la Prueba de McNemar para las variables nominales y la prueba de los rangos con signo de Wilcoxon para las ordinales.
RESULTADOS
Se observó un ligero predominio del sexo femenino (51,9 %) con respecto al masculino. La mayor cantidad de niños se agruparon en las edades de 8 y 10 años para un 25 % y un 26,9 % respectivamente. El cierre bilabial anormal (87,5 %) y el resalte aumentado con vestíbuloversión de incisivos (44,4 %), fueron las anomalías más frecuentes, presentes en los niños de 9 y de 11 años de edad, respectivamente. Después de la intervención se evidenció que hubo una reducción de las anomalías en todas las edades, con diferencias significativas estadísticamente, excepto en la adaquia. (Tabla 1).
Al analizar el conocimiento de los niños sobre anomalías dentomaxilofaciales y hábitos deformantes bucales antes de la intervención, se hicieron evidentes sus altas necesidades de aprendizaje. Después de aplicadas las diferentes técnicas mediante la intervención, se observaron mejorías, con valores significativos estadísticamente. (Tabla 2).
Inicialmente el nivel de conocimientos de padres y educadores sobre las diferentes anomalías dentomaxilofaciales y hábitos que las causan, oscilaba entre el 7,7 % y el 82,7 %; tras aplicar la intervención, dicho nivel aumentó, hasta oscilar entre 63,5 % y 100 %, con una alta significación estadística. (Tabla 3).
En general, se logró elevar el nivel de conocimientos de los niños, padres y educadores, con cifras significativas desde el punto de vista estadístico, sobre todo en el caso de los padres y educadores, en los cuales en la categoría de bien el nivel de conocimientos se incrementó de 1,9 % a 84,6 %. (Tabla 4).
Luego de la intervención, se observó una reducción en el número de niños con anomalías dentomaxilofaciales; fue eliminado el 64,6 de % de las identificadas inicialmente. (Tabla 5).
DISCUSIÓN
Algunos autores8 han demostrado un predominio de los hábitos deformantes bucales en el sexo femenino. En Cuba también se han encontrado resultados similares,9 incluso en la provincia de Cienfuegos.10-13 En este estudio la prevalencia en el sexo femenino fue de 51,9 %.
Respecto a la edad, la presencia de anomalías dentomaxilofaciales, se concentró mayoritariamente en los niños de 8 y 10 años para un 25 % y un 26,9 % respectivamente. En estas edades se encuentra instaurada la dentición mixta.
Entre el sexto y séptimo año y hasta aproximadamente 11 años de edad, se extiende la etapa de vida escolar temprana, cuyo inicio señala un cambio radical en la vida del niño, por todas las características de la nueva situación social, en la cual tendrá lugar el desarrollo de su personalidad;14 ello explica la alta frecuencia de maloclusiones en estas edades.
Entre las anomalías que predominaron en el grupo de niños estudiados, se observó el cierre bilabial anormal en primer lugar, y el resalte aumentado con vestíbuloversión de incisivos, en segundo lugar; resultados similares a los de estudios precedentes.10,13,15 La adaquia ocupó el tercer lugar en frecuencia de las anomalías estudiadas en estos niños, lo cual difiere de lo encontrado por Acevedo12 y Haces.11
En general, los resultados obtenidos después de la intervención evidenciaron que hubo una reducción de las anomalías en todas las edades; otros estudios de intervención han tenido los mismos resultados satisfactorios,10,12,13 lo que demuestra que la labor educativa con la utilización de terapias grupales e individuales es más efectiva al involucrar a la comunidad.
Los conocimientos de niños, padres y educadores sobre anomalías dentomaxilofaciales y hábitos deformantes bucales antes de la intervención, evidenciaron las necesidades de aprendizaje que presentaban. En el caso de los niños, no identificaban ninguna de las anomalías dentomaxilofaciales y desconocían casi todos los hábitos deformantes; el conocimiento de los padres y educadores oscilaba entre el 7,7 % y el 82,7 % antes de aplicar las diferentes técnicas, lo que podía estar influyendo negativamente sobre el aprendizaje de los niños en estos temas, debido a que ellos dependen de la educación y la transmisión de conductas favorables por parte de sus mayores.
Podemos apreciar que después de la intervención se logró elevar los conocimientos de estos niños, padres y educadores, incluso, con valores significativos estadísticamente. Similar resultado se obtuvo en otros estudios donde también se emplearon medios de enseñanza para la promoción de salud.12,13
La responsable de la educación para la salud es, en mayor medida, la familia. Sin embargo, no todos los padres están preparados para poder realizar correctamente esta tarea, ya que muchos trasmiten a su hijo la cultura que ellos recibieron, con conceptos y hábitos equivocados y muchas veces perjudiciales para el niño. Muchas veces, los educadores sienten que sus esfuerzos son inútiles sin el apoyo y compromiso de la familia.11
Las terapéuticas aplicadas a los niños afectados fueron la psicoterapia, la mioterapia, así como la mecanoterapia y desgastes selectivos, tratamientos utilizados por otros autores,12,13 también con resultados muy satisfactorios. Luego de su aplicación, así como del desarrollo de acciones preventivas y educativas, se pudo apreciar que hubo una reducción de las anomalías dentomaxilofaciales, otro resultado que corrobora el éxito de la intervención. Resultados similares fueron obtenidos por Acevedo,11 Fernández13 y Haces.14
Estos resultados evidencian la importancia de realizar acciones en la atención primaria de salud por parte del estomatólogo general integral en el diagnóstico y tratamiento temprano de las maloclusiones, lo que evita que se agrave el cuadro clínico, y contribuye a disminuir la remisión al segundo nivel de atención, evitando la inversión de mayor cantidad de recursos cuando los tratamientos se hacen muy complicados. Se concluye que fue efectiva la intervención realizada, ya que se redujo significativamente el número de anomalías dentomaxilofaciales, así como elevar el nivel de conocimientos acerca de los hábitos deformantes que las provocan; todo ello mediante la aplicación de acciones educativas, preventivas y terapéuticas, y la participación de forma coordinada de la familia, los profesores y los niños.