La hemorragia digestiva no suele tener en general consecuencias graves en los niños, aunque los neonatos y lactantes son más vulnerables a ella. Puede aparecer a cualquier edad, con mayor incidencia de las lesiones agudas de la mucosa gastroduodenal en los de origen alto, y las fisuras y los pólipos de recto en los de causas bajas. Los sangrados más graves son los secundarios a rotura de várices esofágicas y divertículos de Meckel. Un juicio clínico certero, apoyado en los estudios imaginológicos y endoscópicos, así como una terapéutica pautada, son elementos claves para la reducción de la morbimortalidad en estos pacientes. Se presenta la Guía de Buenas Prácticas Clínicas para sangrado digestivo, aprobada por consenso en el 4º Taller Nacional de Buenas Prácticas Clínicas en Cirugía Pediátrica (Las Tunas, 2005).