Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos
La convivencia intergeneracional en las familias españolas es un recurso esencial para muchos hijos adultos debido a las pautas de emancipación juvenil actuales. Sin embargo, desde hace décadas, la tendencia de las personas mayores en España es a vivir en pareja o solas tras enviudar. Juan López Doblas, investigador de la Universidad de Granada (UGR), ha publicado un estudio en la Revista Española de Investigaciones Sociológicas sobre los motivos que llevan a estas personas a vivir en solitario, en vez de compartir el hogar con parientes de otras generaciones. “En el mundo occidental, viene ocurriendo desde mitad del siglo XX porque es cuando se instauró la Seguridad Social y las pensiones. En España, llevaba un poco de retraso, al igual que en otros países Mediterráneos, porque los valores más individualistas han sido tradicionalmente más propios de los países nórdicos”, declara el científico. El estudio se basó en entrevistas de más de una hora con grupos diversos de personas mayores de 63 años. Se eligieron las regiones Asturias y Andalucía, porque poseen tasas de envejecimiento poblacional dispares y, además, los mayores residentes en ellas difieren sustancialmente en aspectos esenciales, como el importe de sus pensiones o su nivel educativo. “Lo que hemos observado en el estudio es que, en la actualidad, las personas mayores tienen una preferencia por la intimidad y la libertad, y eso se antepone a la compañía”, indica López Doblas. Todos los grupos de discusión se compusieron de una mayoría de personas viudas, lo que refleja el predominio numérico dentro del colectivo de población estudiada. Apego emocional a la vivienda y aislamiento social Uno de los aspectos más importantes para entender por qué decae la convivencia intergeneracional en España es la vivienda. Según el trabajo, los mayores son conscientes de que no pueden exigir a sus familiares que se instalen en casa, de modo que habrían de ser ellas quienes se mudaran. Y tal decisión conllevaría, muy probablemente, la salida definitiva del hogar donde llevan décadas residiendo, algo a lo que se niegan si no es por necesidad imperiosa, detalla el estudio. Según el autor, “tienen un fuerte apego emocional hacia su vivienda, aunque no reúna las mejores condiciones de habitabilidad. Consideran que mudarse e casa es un sacrificio personal innecesario y les aísla de su entorno social para que puedan relacionarse con la familia, el vecindario y las amistades”. Vivir solos a pesar de pensiones escasas El estudio también refleja cómo de forma significativa las personas participantes en los grupos de discusión muestran como sería su vida si eligiesen convivir con sus familias. “Entienden que si compartieran el hogar con familiares significarían una carga para ellos, algo que quieren evitar a toda costa. La rechazan además para no entrometerse en su vida privada, ni quebrantar su intimidad. Y temen que el transcurso diario de la convivencia acabase generando irremediablemente malestar, discusiones y conflictos”, explica. Respecto a las pensiones, aunque su importe suele resultar escaso, sobre todo para muchas mujeres viudas, ello no impide que se las arreglen para ser autosuficientes. Es algo que consiguen mediante un control exhaustivo del gasto, lo que implica a menudo una austeridad en el consumo de bienes y servicios, incluso básicos. “Las personas viudas tienen que asumir roles y experiencias por primera vez que se les hacen muy duras, en un primer momento, además de la soledad. La adaptación es muy difícil. Pero pasado un tiempo valoran también mucho la libertad. Es un balance entre los riesgos y los aspectos positivos”, concluye López Doblas. |