Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

En la edición de septiembre de "Nature Neuroscience" científicos de la Universidad de California, en San Diego (Estados Unidos), describen los efectos de la ceguera a largo plazo sobre el sistema visual humano, basándose en las experiencias, a lo largo de dos años de Michael May, un varón de 45 años completamente ciego desde la edad de 3. Este paciente fue sometido a un trasplante experimental de células madre en su ojo derecho hace tres años. Gracias al procedimiento volvió a ver, pero al igual que sucede con muchos ciegos que recuperan la vista tras décadas de oscuridad, ha tenido grandes problemas para interpretar lo que ve.



Los autores explican que, a pesar de que lleva ya tiempo viendo lo que hay a su alrededor, sigue viviendo en un mundo de formas abstractas y colores en vez de en un ambiente con objetos reconocibles.



La frustración que experimentan las personas ciegas que vuelven a ver al cabo de mucho tiempo es un hecho contrastado, pero pocas veces hasta ahora se ha profundizado en este fenómeno.



El estudio ha comprobado que el paciente fue pronto capaz de detectar el movimiento y apreciar los colores, pero ha tenido grandes dificultades para identificar los objetos, algo que ha sido más relevante a la hora de reconocer rostros y expresiones faciales. Esto se debe, según los científicos, a que algunos mecanismos visuales, como la detección del movimiento y el color, se desarrollan en la primera infancia, mientras que reconocer caras y expresiones constituye un proceso más complejo y, en casos como el de Michael May, quedó truncado sin desarrollarse por completo al perder la vista. Asimismo, el proceso de identificar formas y objetos también tarda más tiempo en desarrollarse.



Mediante resonancia magnética funcional se ha observado que cuando el paciente ve rostros o formas tridimensionales, la región del cerebro que se encarga normalmente de este proceso está inactiva. Por el contrario, al ver algo en movimiento, la zona cerebral que lo detecta muestra un alto nivel de actividad.



Los autores explican, por ejemplo, que tres años después de la operación, May puede esquiar gracias a su detección del movimiento, los colores y las sombras, pero sigue presentando gran dificultad para reconocer caras y objetos. No reconoce el rostro de su esposa y para compensar esta limitación debe atender a pistas visuales menos complejas que una cara, por ejemplo, estudiando la longitud del cabello, el modo de andar o la forma de las cejas.



La investigación pone de manifiesto que existen muchas capas de complejidad implicadas en la percepción e interpretación visual de lo que nos rodea y que, según escriben los científicos, "la vieja idea de que hay una imagen del mundo en la superficie del córtex visual es demasiado simple".



Nature Neuroscience 2003;10.1038/nn1102