Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

Notar un mosquito en nuestro brazo provoca una reacción ocular (miramos que nos ha tocado) y motora (probamos de aplastar el insecto). Este acto, aparentemente simple, esconde mecanismos complejos a nivel cerebral, ya que implica la localización y la comparación de estímulos táctiles en partes móviles del cuerpo. ¿Cómo podemos orientar la mirada rápidamente hacia el lugar correcto, o dirigir nuestra mano con precisión contra el insecto, independientemente de la postura en la que estamos en ese momento? Es necesario que la localización del tacto se calcule de manera dinámica, en relación a la postura del cuerpo. Un estudio científico ha revelado, por primera vez, el área cerebral implicada en esta integración.

El trabajo ha sido realizado por Salvador Soto, profesor ICREA y director del Grupo de Investigación Multisensorial de la Universidad Pompeu Fabra, y Elena Azañón, de la Universidad de Barcelona, junto con Patrick Haggard y Matthew Longo, investigadores del University College London ( Reino Unido).

"El hallazgo principal de este estudio es que ha permitido aislar un área en el córtex parietal posterior que juega un papel crítico en la integración de las sensaciones táctiles provenientes de la piel con la información interna de los músculos de la postura del cuerpo", explica Salvador Soto

"Este estudio nos permite conocer más a fondo cómo el cerebro humano localiza el tacto y esta información es crucial para mejorar el diagnóstico y el tratamiento de síndromes que conllevan una desorientación del paciente respecto a su propio cuerpo y el espacio que le rodea" , añade.

Uso de la técnica de la estimulación magnética transcraneal

Para comprobar si esta área del córtex parietal, llamada intraparietal ventral, está directamente implicada en la integración del tacto con la postura del cuerpo, los investigadores han utilizado la técnica de la estimulación magnética transcraneal (TMS). Esta técnica permite alterar brevemente la actividad neural en una región concreta del córtex (localizada previamente por medio de la resonancia magnética), como si se creara una lesión cerebral virtual, momentánea y reversible, la estructura cerebral de interés.

Los participantes del estudio (un grupo de dieciocho estudiantes universitarios londinenses) debían decidir si un tacto aplicado en la cara quedaba por encima o por debajo de otro tacto aplicado en el brazo, que se iba colocando en diferente posiciones , paralelo a la cara. Esta discriminación táctil sólo se puede realizar correctamente con una buena integración entre el tacto y la postura del brazo.

Al alterar la actividad del córtex parietal posterior con un pulso magnético después del tacto en el brazo, los juicios sobre la relación espacial entre los contactos de la cara y del brazo empeoraron. Por el contrario, cuando los juicios sólo implicaban una sola área del cuerpo, la misma estimulación magnética no tuvo ningún efecto. Los científicos concluyeron que el área intraparietal ventral está directamente relacionada con la integración táctil y postural para producir un mapa dinámico del tacto en relación al cuerpo en el espacio.

¿Qué pasa cuando se pierde la capacidad de integrar el tacto con la información postural? Los resultados del estudio llevan a pensar que con la interrupción de esta área en el córtex parietal, el tacto se intenta integrar, no con la postura real del brazo en ese momento (alzado), sino con un "estereotipo" postural, en donde los brazos están representados los lados del cuerpo, por debajo de los hombros. Es decir, como si existiera una postura estándar de referencia.

"Aplicando la misma técnica desarrollada en este trabajo a otras áreas del cerebro, se espera que futuros estudios ayuden a discernir los circuitos cerebrales implicados en muchos otros actos cotidianos ya la vez poco conocidos", concluye Elena Azañón, primera firmante del estudio.