Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

dijo un importante asesor nutricional de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Franco Cappuccio, jefe del centro de colaboración de la OMS para la nutrición, indicó que las medidas voluntarias de la industria alimenticia habían generado algún progreso, pero que los legisladores ahora deben aprovechar la evidencia científica sobre la ingesta de sal e inducir cambios en los gustos de las naciones.
"Existe un consenso total de que la sal es mala para nosotros, que comemos demasiada y deberíamos consumir menos", indicó el experto en una entrevista. "Por eso existe un amplio espectro para considerar un enfoque regulatorio que refuerce y sostenga las medidas voluntarias", agregó.
Cappuccio, profesor de medicina cardiovascular de la Universidad de Warwick, Reino Unido, donde radica el centro nutricional de la OMS, precisó que la poderosa presión de la industria de la bebida y los alimentos, cuyas ganancias crecen gracias a los agregados de sal, demoró los esfuerzos por reducir el consumo de este producto.
Disminuir la ingesta de sal ayuda a bajar sustancialmente la presión arterial, lo que reduce el riesgo de sufrir ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares (ACV). La hipertensión arterial es la principal causa de muerte en el mundo, con 7,5 millones de decesos anuales.
En el 2007, un estudio analizó toda la evidencia disponible y halló que recortar el consumo de sal en un 15% podría prevenir alrededor de 9 millones de muertes para el 2015. Otro trabajo -en marzo- demostró que una reducción de apenas el 10% en Estados Unidos podía evitar cientos de miles de ataques cardíacos y ACV, lo que permitiría al Gobierno ahorrar 32 000 millones de dólares en costos de salud.
Hay pocas dudas de que comemos demasiada sal. En Gran Bretaña, el consumo del adulto promedio es de alrededor de 8,6 gramos diario, mientras que en Estados Unidos es de 10 gramos, casi el doble de lo sugerido por la OMS. Hasta la recomendación de la agencia de Naciones Unidas de comer 5 gramos de sal supera ampliamente los 1,5 gramos que necesitamos para vivir.
"La mayoría de la sal consumida en el mundo occidental, alrededor del 80%, proviene de la sal agregada a las comidas y sólo el 20% viene del salero o de la sal que usamos para cocinar", señaló Cappuccio. "En términos de la libertad del consumidor, efectivamente no tenemos ninguna opción. En definitiva, las multinacionales alimentan a la mayor parte del mundo", añadió.
Los fabricantes de alimentos usan sal para reforzar el sabor de la comida que de otro modo sería insípida, elevar la sed y hacer que los consumidores beban más gaseosas y aumentar las ganancias derivadas de los productos de carne.
Sin embargo, se reconoce que hay algunos aspectos positivos. En Estados Unidos, el Departamento de Salud de Nueva York está liderando una "Iniciativa Nacional de Reducción de Sal", para que las ciudades, estados y organizaciones de salud trabajen junto a los fabricantes de alimentos y restaurantes con el propósito de reducir en un 20% el consumo de sal en los próximos cinco años.
En Gran Bretaña, las campañas públicas y los esfuerzos de la Agencia de Estándares Alimentarios para trabajar junto a los fabricantes en la promoción de la disminución del uso de sal ayudaron a que el consumo diario promedio disminuyera a 8,6 gramos desde alrededor de 10 gramos hace una década.
"Sabemos gracias a estudios científicos que si se reduce el consumo de sal un poco todos los días, todas las semanas y todos los meses se puede controlar el paladar", destacó. Así que podemos contener a las personas -y a toda la población- para que disfrute la comida con menos sal", concluyó.

Londres, mayo 27/2010 (Reuters)