Según explica Robert Stickgold, del Centro Médico Diaconesa Beth Israel en Boston (Estados Unidos) y responsable del estudio publicado en la edición digital de la revista Current Biology, después de casi cien años de debate sobre la función de los sueños, este estudio nos dice que los sueños son la forma del cerebro de procesar, integrar y comprender la información nueva. Para Stickgold, los sueños son una clara indicación de que el cerebro durmiente está trabajando en los recuerdos en múltiples niveles, incluyendo las vías en las que mejorará de forma directa el funcionamiento. En un inicio, los investigadores plantearon que soñar sobre una experiencia de aprendizaje durante el sueño de movimiento de ojos no rápido (NREM) conducía a un mejor rendimiento en una tarea de memoria espacial dependiente del hipocampo. Para evaluar esta hipótesis, los investigadores hicieron que 99 individuos pasaran una hora entrenando en una tarea de laberinto virtual, un ejercicio informático en el que se les pide navegar y aprender un laberinto complejo tridimensional con el objetivo de llegar a un punto final lo más pronto posible. Tras el entrenamiento, los participantes eran asignados a una siesta de 90 minutos o a participar en actividades tranquilas pero manteniéndose despiertos. En varios momentos se pidió a estas personas que describieran lo que pasaba por sus mentes o en el caso de quienes dormían, sobre qué soñaban. Cinco horas después del ejercicio inicial, los sujetos volvieron a pasar por la tarea del laberinto. Aquellos que no durmieron no mostraron signos de mejoría en la segunda prueba, aunque hubieran estado pensando en el laberinto durante el periodo de descanso. De forma similar, quienes durmieron pero no dijeron haber tenido ningún sueño en relación al laberinto o pensamientos durante este periodo de sueño, mostraron poca o ninguna mejoría. Pero, quienes durmieron y describieron sueños sobre la tarea demostraron una destacable mejora, 10 veces más que la mostrada por quienes durmieron la siesta que dijeron no tener sueños sobre el laberinto. Según explica Erin Wamsley, coautora del estudio, "estos soñadores describían varios escenarios como ver a personas en los puntos de control de un laberinto, estar perdidos en una cueva de murciélagos o incluso escuchar música de fondo de un juego informático". Estas interpretaciones sugieren que no sólo es necesario dormir para consolidar la información sino que los sueños eran un reflejo aparente de que el cerebro estaba ocupado trabajando en esta tarea. Los autores añaden que los sujetos que mejor realizaron la tarea no estaban más interesados o motivados pero sí funcionaban peor durante el ejercicio de entrenamiento. "Nuestros descubrimientos sugieren que si algo es difícil para la persona, se considera más importante y el cerebro que duerme por ello se centra en ese tema, sabe que es necesario trabajar sobre ello para mejorarlo y aquí parece ser donde más beneficioso puede ser soñar", apunta Wamsley. Los investigadores aclaran que no es que cuando se aprende algo son los sueños los que hacen que se recuerde, sino que parece que cuando se tiene una nueva experiencia se producen una serie de episodios paralelos que permiten al cerebro consolidar y procesar los recuerdos. |