Normalmente, las áreas de ciencia y tecnologÃa quedaban fuera de una intervención directa del público, probablemente a causa de la especialización de los temas y un lenguaje propio nada accesible. Sin embargo, desde la irrupción de la llamada biotecnologÃa las cosas están cambiando, y es que tanto en su vertiente de aplicaciones biomédicas como en las de agricultura y alimentación, esta área cientÃfica y tecnológica ha conseguido no sólo acercarnos la ciencia sino transformar el lenguaje por el que ésta se expresa. Los átomos, protones y neutrones y la teorÃa de la relatividad han dejado paso a preguntas como si es lÃcito elegir el sexo de los hijos; cuándo se considera que existe un nuevo ser humano; si es moral crear un embrión para la investigación biomédica, o si los nuevos alimentos genéticamente modificados son realmente sanos, informa el diario ABC. A éstas y otras preguntas han respondido 13.500 ciudadanos de nueve paÃses europeos, en una encuesta que, promovida por la Fundación BBVA, revela cuáles son las percepciones y actitudes hacia la biotecnologÃa. Los nueve paÃses en los que se ha realizado el estudio son aparte de España -desde donde se ha coordinado el trabajo-, Italia, Polonia, Francia, Reino Unido, Alemania, Dinamarca, Holanda y Austria. En la selección de estos paÃses se ha tenido en cuenta tanto el peso demográfico como la variabilidad desde el punto de vista de las creencias religiosas. Y es que precisamente el debate abierto por la biotecnologÃa se mueve en el ámbito de la moral para sus aplicaciones biomédicas y en el de la percepción de riesgos en sus aplicaciones en la agricultura y la alimentación. «No hay ninguna otra área que en los últimos 15 ó 20 años haya suscitado tanto debate como ésta, pero al mismo tiempo también genera reservas significativas», aseguró Rafael Pardo, director general de la Fundación BBVA, durante la presentación ayer de los resultados de la encuesta. La principal conclusión en uno de los temas centrales de la encuesta, el de la investigación con células madre embrionarias, es que la fórmula que genera consenso entre los europeos es la utilización de embriones sobrantes de tratamientos de reproducción asistida, frente a las reticencias que despierta la creación de embriones para este fin. En este apartado es interesante analizar las diferentes preguntas que se plantean, pues es el que suscita más reservas de carácter moral. Los alemanes, los mejor informados AsÃ, lo primero que llama la atención es que el conocimiento de la población europea en relación a las células troncales es muy bajo. En general, la mitad de los encuestados no ha oÃdo siquiera hablar de ellas, mientras que menos de tres personas de cada diez, en el caso del paÃs mejor situado en conocimiento, Alemania, sabe que estas células no pueden ser extraÃdas de los embriones sin la destrucción de éstos. En este caso, España se sitúa en mitad de la tabla, con un 54 por ciento que ha leÃdo algo sobre el tema y un 16,5 que conoce las caracterÃsticas de estas células. Hay que tener en cuenta que esta encuesta se realizó entre los meses de octubre del año pasado y febrero de este año. A pesar de que éste viene siendo un debate habitual a nivel europeo en los últimos años, sà es cierto que España se ha sumado más tarde a esta discusión siendo precisamente en estos últimos meses cuando ésta se ha acentuado, dando como resultado la modificación de la ley de reproducción asistida, que permite la investigación con células embrionarias, aprobada el pasado viernes en Consejo de Ministros. El desconocimiento al que se hace referencia anteriormente queda patente en dos preguntas que de manera consecutiva se hace a los encuestados. A la pregunta de si los beneficios médicos para los seres humanos, «que quizás puedan alcanzarse en el futuro gracias a la investigación con embriones de pocos dÃas», son mucho más importantes que los derechos de los embriones, la posición dominante en las respuestas es la de una aprobación tenue o muy cercana a la aprobación. Cuatro de los nueve paÃses apoyan la investigación con células troncales: Dinamarca (5,5 en una escala de 0 a 10), España (5,3), Francia (5,0) y Reino Unido (5,0). Las posiciones más marcadas de no aprobación se observan en Alemania (3,9), Italia (4,0), Austria (4,1) y Polonia (4,3). Sin embargo, cuando se introduce en la pregunta la posibilidad de encontrar tratamientos más eficaces que los actuales a enfermedades como el Alzheimer, el Parkinson o la diabetes «todos los paÃses mejoran significativamente su aceptación», explica Rafael Pardo. En este caso, España pasarÃa al tercer lugar (6,3) por detrás de Dinamarca y Francia, que aumenta en más de dos puntos su aceptación cuando se introduce el estÃmulo de las enfermedades. Este aumento, que duplica al que se produce en España, también podrÃa explicarse por la falta de información, ya que Francia se sitúa tres puntos por debajo de nuestro paÃs en cuanto al conocimiento sobre la obtención de células embrionarias. Pero el caso contrario se da en Alemania, donde a pesar de que sus ciudadanos son los más informados, es junto con Austria el paÃs que más reparos tiene a la hora de aceptar este tipo de investigación. Orientaciones religiosas A partir de aquà entra en juego la condición moral del embrión, y es donde los paÃses se dividirán básicamente según sus orientaciones religiosas. No en vano el aspecto moral ha sido también el eje central del debate entre los legisladores, si bien no es un debate nuevo, pues tiene mucho que ver con el de la interrupción voluntaria del embarazo. El estatus que se le da al embrión ayuda a entender la postura tan destacada de Dinamarca entre el resto de paÃses. AsÃ, un 37 por ciento de los daneses considera que un embrión de unos pocos dÃas es «un conjunto de células sin condición moral» y cuatro de cada diez consideran que no existe un nuevo ser humano hasta que han pasado tres meses de la concepción. Muy al contrario, los paÃses de mayorÃa católica tienden a atribuirle al embrión la misma condición moral que a un humano. Polonia, Italia, Austria y España, por este orden, encabezan la aceptación de esta creencia, pero incluso Alemania, de mayorÃa protestante, sigue de cerca a nuestro paÃs en este aspecto. Esto también se aprecia cuando se plantea el escenario de usar embriones creados especÃficamente para investigación. Casi la mitad de los daneses está a favor, mientras que en el resto de paÃses los porcentajes en contra son sustancialmente mayores que los que se muestran a favor, destacando de nuevo Alemania, donde seis de cada diez están en contra de esta práctica. En lo que la mayorÃa de los paÃses sà se ponen de acuerdo es en la necesidad de que exista un marco regulador común de la investigación con embriones en toda la Unión Europea. Otro de los avances biomédicos sujetos a controversia moral es el de la aplicación de un test genético preimplantatorio. Algunas de sus principales indicaciones, como la detección de enfermedades de transmisión genética, son ampliamente aceptadas, pero otras, como la selección de las caracterÃsticas fÃsicas o el sexo del bebé son claramente rechazadas. A pesar del rechazo fortÃsimo en todos los paÃses y del suspenso que todos otorgan a esta posibilidad, España es el paÃs que más nota da a esta opción (2,7 en una escala de 10). ¿Son útiles los transgénicos? Frente a las reservas de carácter moral, las reticencias que los ciudadanos demuestran tener hacia los organismos genéticamente modificados están vinculadas con una percepción de baja utilidad y un alto nivel de riesgo. Atendiendo a un análisis coste-beneficio se puede clasificar a los nueve paÃses en dos grupos. Los paÃses crÃticos, en los que destaca la percepción negativa de Francia -el 45 por ciento considera que los perjuicios serán mayores que los beneficios-, Italia (42 por ciento), Austria (41 por ciento) y Alemania (37 por ciento). Por su parte, en Holanda, Dinamarca, España y Reino Unido las posiciones aparecen muy polarizadas. En nuestro paÃs, por ejemplo, el segmento de españoles que percibe que los perjuicios son mayores que los beneficios es exactamente igual al que considera justo lo contrario. Es importante destacar en este grupo la alta tasa de no respuesta en general. El nivel de riesgo se refleja en que incluso si los cientÃficos aseguraran que no hay ningún riesgo en comer estos alimentos, el segmento de población dispuesto a hacerlo estarÃa entre un 20 y un 38 por ciento. Pero lo cierto es que la falta de conocimiento vuelve a ser importante en estos resultados, sobre todo en España y Polonia. Sólo dos de cada diez españoles supieron contestar correctamente a dos afirmaciones falsas sobre los transgénicos. Una de ellas dice textualmente: «Si se come una fruta modificada genéticamente hay riesgo de que los genes de la persona puedan verse modificados también». Ocho de cada diez españoles dijeron que esta afirmación era correcta. Por ello no es de extrañar que la población europea demande la identificación con etiquetas de estos alimentos. En general, los alimentos transgénicos no logran apropiarse de ningún rasgo positivo cuando se les compara con los alimentos orgánicos y los convencionales. Los alimentos con mejor imagen son los orgánicos, pues la mayorÃa les atribuye las propiedades de ser más sanos, más sabrosos y menos perjudiciales para el medio ambiente, mientras que los convencionales son considerados más baratos. |