![]() El estudio, desarrollado en el Centro Nacional de Biotecnología (del CSIC), en Madrid, ha sido realizado por las investigadoras María Alvarado-Kristensson y Virginia Sílio, bajo la dirección de Ana Clara Carrera y con la colaboración de María Josefa Rodríguez y José María Valpuesta. En concreto, el equipo ha detectado que, si SABD no funciona de forma correcta, aumenta el número de centrosomas. Estos orgánulos celulares se encargan, durante el proceso de división de una célula madre en dos nuevas células hijas, de organizar el esqueleto de tubulina. Éste, a su vez, es vital para mantener la forma de las células hijas, además de permitir su movimiento y migración a nuevas partes del organismo. Asimismo, como explican sus autoras, los centrosomas organizan una red de microtúbulos para que los cromosomas de la célula madre se muevan al extremo opuesto de la célula para, al final de la división celular, las dos células hijas resultantes de la división cuenten con igual número y composición cromosómica. “En este contexto, el exceso de centrosomas que provoca el mal funcionamiento de SABD origina una red de microtúbulos anómala. De esta manera, las células hijas no contienen un reparto equitativo de cromosomas”, apunta Carrera. Las células resultantes, con inestabilidad cromosómica, son frecuentes en procesos tumorales. Por ello, concluyen las investigadoras, resulta de interés comprender cómo se coordina el reparto cromosómico y cómo los errores en el proceso derivan en células con alteraciones de ADN. |