Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

Igual que el proceso de evolución natural llevó al cerebro a desarrollarse y adaptarse a los humanos para sobrevivir mejor a su entorno, en un proceso de millones de años, científicos han creado un robot con un programa que le permite adaptarse y mejorar sus prestaciones en cuestión de horas.
Es la teoría de la evolución llevada a una escala infinitesimal de tiempo por un robot, elaborado por expertos de la Universidad Robert Gordon de Aberdeen (Escocia), que incrementa automáticamente su inteligencia y complejidad a medida que lo hace su estructura física. Los robots actuales no pueden afrontar estos cambios sin que se rediseñe por completo su programa, lo que resulta costoso y poco operativo. Este trabajo del equipo de inteligencia artificial del profesor Christopher MacLeod puede ser de gran ayuda. “Si realmente queremos construir robots humanoides con más sensores y comportamientos complejos, es fundamental que puedan crecer en complejidad a medida que pasa el tiempo, igual que hicieron las criaturas biológicas”, afirma MacLeod en la revista New Scientist.
Los seres humanos evolucionaron al ritmo que su capacidad y complejidad cerebral aumentaban en la medida que nuevos grupos de neuronas se añadían a la estructura neuronal ya existente, y se desarrollaban las extremidades y los sentidos. De la misma manera, el programa informático del robot diseñado se auto-asigna de forma automática nuevos grupos de neuronas destinadas a adaptar su funcionamiento a los elementos que se incorporen a su estructura original. Una red neural controla el robot mediante un programa formado por nódulos de procesadores interconectados que pueden ser programados para realizar las acciones deseadas.
Por ejemplo, si el objetivo es mantener el equilibrio, y el robot recibe en sus sensores la señal de que se cae, la reacción será mover sus extremidades para intentar mantenerse en pie. Si sigue en pie, la combinación de acciones que han sido necesarias para lograrlo se guardarán en los procesadores, pero si no lo consigue y cae, el robot hará nuevos ajustes e intentará algo distinto cuando vuelva a presentarse el problema.
Encontrar la mejor combinación no es fácil, por lo que se emplea un algoritmo evolutivo para ayudar al sistema de control a adaptarse de manera óptima. La investigación comenzó con un robot muy sencillo del tamaño de un libro, que tenía dos tubos sólidos como piernas y un motor que permitía moverlas en un ángulo de hasta 180 grados.
El siguiente paso consistió en proporcionar al sistema de control del robot, formado por seis neuronas, una primera orden muy simple: avanzar lo más posible durante mil segundos. A partir de este momento, el programa empezó a buscar cómo evolucionar para encontrar la manera más rápida de desplazarse. “Se caía todo el tiempo como una marioneta, pero hubo un momento en que empezó a avanzar y a no caerse, y siguió mejorando hasta que empezó a saltar encima del banco como un gobio saltarín”, explicó MacLeod. El gobio saltarín es un pez que sale del agua para comer y se considera un eslabón viviente que demuestra que la vida empezó en el agua, y evolucionó con especies como ésta hacia los vertebrados y mamíferos en la superficie terrestre.
El equipo añadió “piernas articuladas” a los tubos y comprobó que gracias al algoritmo evolutivo el robot asumía que tenía que aprender a caminar y que lo hacía asignándose una nueva capa de neuronas, al tiempo que congelaba el uso de las que le permitieron dar los primeros pasos. “Es justamente como evolucionó el cerebro, añadiendo capas”, argumenta McLeod.
Los expertos expresan su confianza en que esta tecnología puede servir para construir robots más inteligentes y prótesis más eficaces para personas que han perdido alguna extremidad.


Fuente: Londres, febrero  5/2009 (EFE)