Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha buscado la forma de retardar la vejez y mantener una apariencia fresca, atractiva. Primero creyó que la solución se encontraba en una fuente de la juventud; después se han utilizado productos naturales y maquillaje para demorar la aparición y/o cubrir esas indeseables patas de gallina. Dicen que Sabina Popea, esposa del emperador Nerón, se bañaba en leche de burra para conservar su regia belleza. Muchos siglos después, ya en la década de los 50 del XX, fueron descubiertos los antioxidantes que se encuentran de forma natural en las frutas y vegetales, entre otros alimentos, cuyo consumo parecen tener efectos favorables para la salud. Una teoría vigente desde 1956 sugiere que esas sustancias son capaces de combatir los efectos de los radicales libres, átomos desprovistos de un electrón altamente reactivos e inestables que pueden causar daños moleculares. Cuando circulan por el organismo, provocan lo que se llama estrés oxidativo que se hace más evidente con el envejecimiento. Sin embargo, una investigación desarrollada por científicos de la Universidad de Londres sugiere que el estrés oxidativo no juega un papel tan importante en ese proceso como se pensaba hasta ahora. Este estudio pudo demostrar que el aumento de los niveles de antioxidantes en el organismo muestra pocas posibilidades de tener un efecto en el envejecimiento, indicó David Gems, autor principal del trabajo. Ninguna de las investigaciones realizadas con anterioridad había podido confirmar los efectos antiarrugas de los antioxidantes. Para confirmar o desechar la teoría vigente desde los años 50, el equipo de Gems utilizó nemátodos alterados genéticamente que tenían tejidos dañados por los radicales libres, cuya acción se acrecienta con el mal hábito de fumar, o la contaminación ambiental. Según la teoría de marras, el organismo de los gusanos transgénicos sería capaz de suprimir los radicales libres, lo que le daría una mayor expectativa de vida que los normales. Pero contrario a lo que se esperaba, los gusanos modificados genéticamente vivieron el mismo tiempo que sus congéneres normales. Tal resultado sugirió que los antioxidantes no logran retardar el envejecimiento o prolongar la vida, al menos en los nemátodos; una muestra de lo que también puede ocurrir en el organismo de los seres humanos aunque se consuman suplementos o nos untemos en el rostro cremas antiarrugas. Al parecer, la herencia genética, una buena salud, la alimentación adecuada, la práctica de ejercicios físicos, no fumar o ingerir bebidas alcohólicas en exceso parecen ser los factores más determinantes para mantener un rostro y cuerpo lozanos, reflejo de un buen estado de salud. Los resultados de la investigación indican que aún hay mucho por conocer sobre el proceso de envejecimiento, algo en que los radicales libres, al parecer, desempeñan sólo un papel secundario. Porque obviamente el daño oxidativo no es un factor universal ni importante en el proceso de envejecimiento, puntualizó Gems. Sin embargo, está claro que una dieta saludable que incluye la ingesta de frutas y vegetales, puede ayudar a combatir enfermedades como la diabetes mellitus, el cáncer o la osteoporosis. En fin, nada más importante que una vida emocional y física sana para retardar la aparición de las arrugas del cuerpo y también, ¿Por qué no, evitar las del alma? Fuente: Redacción Internacional, enero 8/2009 (PL) |