Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

El animal más conocido del mundo célula a célula es un gusano llamado «Caenorhabditis elegans», que mide poco más de un milímetro y que chapotea en las charcas templadas del planeta. Resulta que este minúsculo nemátodo tiene una maquinaria de 200 genes controlados por un gen maestro que controla el tiempo que vive: un cambio en ese gen dobla su esperanza de vida, entre dos o tres semanas, según afirma Cynthia Kenyon, de la Universidad de California en San francisco, en la última edición on-line de la revista «Nature», informa el diario LA RAZÓN en su edición del lunes, 30 de junio.



Los investigadores han averiguado qué hacen estos «genes de la longevidad», y los cambios genéticos que determinan el número de días que vive el gusano. El hombre comparte el 40 por ciento de los 19.000 genes de este humilde bicho, por lo que el hallazgo cobra importancia para entender los mecanismos que hay detrás de nuestra longevidad.



Insulina como culpable



El equipo de Kenyon descubrió que una simple mutación en un gen llamado daf-2, que codifica para una proteína que actúa como receptor para que las células del gusano puedan utilizar la insulina, doblaba su esperanza de vida. La forma en la que lo hace se refleja en un segundo gen, daf-16, responsable del control de otros equipos genéticos. El defecto en este metabolismo de la insulina, de acuerdo con el estudio, desencadena reacciones y sistema claves genéticos que en conjunto, proporcionan días de vida extra al gusano.



Un exceso de insulina corre en contra de una vida más larga, y aunque se sospechaba algo así, se desconocía cómo ocurría. Kenyon y su equipo desactivaron los genes uno a uno en el gusano, mediante una técnica, interferencia de ARN, por la que se bloquea el mensaje copiado del gen, en forma de ARN, que tiene que ser leído por la maquinaria celular para fabricar las proteínas.



De esta manera, el gen daf-2 desactivado¬menos insulina¬ influía en el daf-16, que a su vez regula a genes que producen antioxidantes, sustancias que protegen al ADN y proteína de los daños del oxígeno, y la producción de unas proteínas reparadoras llamadas chaperonas.



Las contribuciones de cada gen implicado a la longevidad están entre el 10 y el 30 por ciento, pero la cascada desencadenada por el daf-2 dobla la esperanza de vida del animal.