Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

Los homínidos hemos ido desarrollándonos técnica y culturalmente desde finales del Plioceno y durante el Pleistoceno y Holoceno.
Somos el resultado de un amplio periodo de adaptación a lo largo del cual hemos ido adquiriendo comportamientos somáticos y extrasomáticos que han generado nuestra característica principal: la inteligencia operativa; es decir, la inteligencia aplicada a la modificación del medio circundante. Ello nos ha permitido ir apartándonos de la selección natural.
La base de nuestra operatividad se apoya en nuestra gran flexibilidad conductual y capacidad de adquirir, difundir y asimilar de forma rápida y sistemática estrategias que permiten la adaptación de forma más fácil. Es decir, se basa en la cultura, que es acumulativa, y en su socialización.
El primer salto hacia la humanización se produjo cuando alguna comunidad de homínidos africanos de hace 2,5 millones de años fue capaz de utilizar rocas para producir instrumentos cortantes. De esta forma, una especie de Homo produjo un código de información que podía ser transmitido a las demás comunidades, y cuya aplicación por un número cada vez mayor de grupos, supuso el primer gran proceso de socialización de la información de la historia.
Al producir instrumentos, los homínidos arcaicos del Plioceno final fueron capaces de recuperar energía del medio a partir de recursos más variados, cambiando la dieta folívora y frugívora que habían mantenido hasta el momento, por una mixta con aporte cárnico. La nueva ingesta de proteínas y la manera de obtenerlas fue causa y o consecuencia de un incremento en el tamaño del cerebro, además de permitir otros tipos de cohesión social, todo lo cual provocó que estos grupos de homínidos se diferenciaran cada vez más de otros animales que vivían en el mismo entorno.
Los homínidos salimos por primera vez de África hace unos 2 millones de años, nos instalamos en Asia poco más tarde y nos extendimos por la parte meridional de Europa hace más de 1,5 millones de años.
La especie que protagonizó la población europea fue el Homo antecessor, cuyos fósiles fueron identificados por primera vez por nuestro equipo en el yacimiento de Gran Dolina, en la Sierra de Atapuerca, España, en 1994.
Es posible que Homo antecessor diera lugar a Homo heidelbergensis, especie bien representada en numerosos yacimientos europeos y especialmente en el yacimiento de la Sima de los Huesos, Atapuerca, donde se conserva la colección más numerosa y completa del mundo de restos fósiles de esta especie.
Los homínidos de Homo heidelbergensis fueron los antepasados directos de los neandertales, extinguidos hace unos 30 000 años.
En nuestra opinión, el Homo heidelbergensis de hace 400 000 años representa un paso decisivo en el proceso de complejidad del comportamiento humano, relacionado con cambios en las estructuras cerebrales y en el comportamiento social.
En primer lugar, se intensificó el crecimiento poblacional de Europa, que hasta ese momento está representado en pocos yacimientos, concentrados, además, en la parte meridional del continente.
A partir de hace 400 000 años, encontramos ocupaciones en latitudes septentrionales, momento en el que parecen encontrarse igualmente las primeras evidencias seguras de control del fuego. Por otra parte, algo más tarde se produjo la aparición de un nuevo sistema tecnológico para fabricar herramientas líticas, llamado Modo 3. Esta nueva tecnología empezó a generalizarse hace 200 000 años, momento igualmente coincidente con el de la socialización del uso del fuego.
El control del fuego representó uno de los elementos socializadores básicos en el proceso de humanización, y su uso estableció nuevas formas de comportamiento entre los humanos. El fuego es un foco de atracción social, lo que permitió la concentración de miembros de la comunidad en torno a un punto de referencia: el hogar, alrededor del cual fue posible el intercambio de ideas y experiencias a través del lenguaje que debió de verse facilitado por la luz y por la comodidad de un lugar de tales características. Así, la narración de los procesos de supervivencia del grupo pudo ser expresada y relatada, favoreciendo la transmisión de información y garantizando su adquisición por parte de todos los miembros. Ello, a su vez, podría haber favorecido el desarrollo del pensamiento simbólico. El propio lenguaje articulado pudo progresar al necesitar cada vez mayor cantidad y variedad de conceptos que explicitaran el funcionamiento de los grupos.
En resumen, el fuego tuvo un papel fundamental en el proceso de socialización del primate humano y, por tanto, debió de convertirse en un elemento vertebral sobre el que se organizaron las diferentes relaciones sociales, especialmente a partir del Homo heidelbergensis, que se convirtió en una especie particularmente compleja.
Los homínidos de Homo heidelbergensis de la Sima de los Huesos, Atapuerca, probablemente depositados por sus congéneres de forma intencional hace más de 400 000 años, son un botón de muestra de este proceso de complejidad creciente. El depositar a los muertos en lugares relativamente inaccesible formó parte de una tradición social relacionada con el pensamiento simbólico y con el descubrimiento del paso del tiempo y del proceso biológico.
El umbral de la complejidad que alcanzaron los homínidos de hace 400 000 años tuvo que tener raíces económicas, porque no existen procesos de socialización importantes que no impliquen la acumulación de energía de forma sistemática y constante. Seguramente se trató de nuevas estrategias de caza más operativas, de métodos de conservación más eficaces de los alimentos o de estrategias de control y uso del territorio más organizado.
El Homo heidelbergensis es el protagonista europeo de una nueva forma de adaptación de los homínidos al medio.
No existe un momento definido en el que los homínidos hayamos atravesado la línea que separa la hominización, que de la humanización. De hecho, la humanización no es un momento, ni siquiera un proceso lineal. Es un proceso en que el que una serie de adquisiciones se acumulan en torno a los 400 000 años, y producen un efecto sinérgico que hace estallar el proceso de humanización, acelerando el tiempo en que ocurre la socialización de las nuevas estrategias adquiridas. No obstante, también es verdad que a pesar de todos los cambios que se produjeron, la socialización más operativa del primate humano no llega hasta mucho más tarde. Es el Homo sapiens quien acumula e integra toda la diversidad del comportamiento cultural y técnico que existía hasta el momento, y dimensiona una humanidad que, de forma vertiginosa, se aleja de sus propiedades etológicas en sus construcciones técnicas, pero no todavía en su comportamiento.
La transformación de la humanidad es un proceso de complejidad creciente que se articula a través del espacio y del tiempo.