Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

Las grasas hidrogenadas, pese a que elevan el riesgo de enfermedades cardiovasculares, han sido una presencia inevitable en los platos precocinados y los restaurantes de comida rápida en las últimas dos décadas, y se puede afirmar que su reinado en Estados Unidos parece tener los días contados.
La cadena de cafeterías Starbucks ha sido la última compañía en desterrar las grasas hidrogenadas, o trans fats, aunque por ahora sólo en parte de sus establecimientos en Estados Unidos.
En Washington, sus clientes lo agradecieron. “No hay razón para tener trans fats cuando hay alternativas disponibles que son más saludables”, afirmó Steve Kretzmann, de 42 años, en una de las cafeterías de la cadena en el barrio chino de la ciudad.
“Ya es hora que se usen grasas de mejor calidad”, coincidió la neoyorquina Brenda Hornstein, de 55 años.
Nueva York precisamente se ha convertido en la primera ciudad del país en declarar las grasas hidrogenadas sustancia “no gratas”.
En julio no podrán estar presentes en las cocinas de los restaurantes y en julio del 2008 los supermercados deberán tirar a la basura cualquier producto que las contenga.
Las autoridades de Nueva York tomaron cartas en el asunto después de constatar que al menos 500 habitantes de la Gran Manzana, muy dados a comer fuera de casa, pierden la vida cada año a consecuencia del consumo de esas grasas.
Algunas compañías se han adelantado a la fecha límite de Nueva York.
Las hamburgueserías Wendy's eliminaron las grasas hidrogenadas en agosto y los restaurantes AW ofrecen desde el miércoles papas fritas, puré de papas y algunos sandwiches sin trans fats, mientras que han reducido su contenido en otros alimentos.
Las cadenas Taco Bell, Kentucky Fried Chicken y Panera Bread han prometido seguir esos pasos, así como la compañía Walt Disney, que también pretende depurar los menús de sus parques de diversiones.
“sta es una buena tendencia para la salud de los consumidores”, dijo Lawrence Cheskin, un médico del Centro de Nutrición Humana de la Universidad Johns Hopkins.
Las trans fats “tienen un efecto similar a las grasas saturadas, al elevar el colesterol malo en la sangre, lo que aumenta el riesgo de sufrir enfermedades coronarias”.
Paradójicamente, fueron promovidas en los 80 como un sustituto “saludable” para las malvadas grasas saturadas de origen animal.
Se obtienen al inyectar moléculas de hidrógeno a aceites vegetales, lo que hace que sean sólidos en lugar de líquidos a temperatura ambiente.
Tras este proceso, dan consistencia y aumentan la validez de los alimentos en las estanterías de los supermercados y las cocinas de los restaurantes.
Sin embargo, en los últimos años se ha descubierto que las grasas hidrogenadas se acumulan en las paredes de las arterias y obstruyen el paso de la sangre.
Pese a ese efecto, la industria alimentaria ha seguido usándolas porque otras grasas no tienen la misma capacidad de preservación, según Cheskin.
La publicidad negativa sobre los trans fats ha llevado a los conglomerados alimentarios a buscar un nuevo sustituto. Además, desde el 1 de enero del año pasado, los alimentos comercializados en Estados Unidos deben indicar en su etiqueta si contienen esas grasas, por orden de la Administración de Fármacos y Alimentos (FDA).
En un país donde los productos ecológicos cada vez tienen más aceptación, el uso de ingredientes más saludables es también una buena estrategia de ventas.