Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

La tuberculosis y el VIH sida son las enfermedades más expandidas en las prisiones, que se han convertido en un reservorio de infección, en especial en América Latina y en una amenaza para la salud pública, según el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
La alta tasa de infecciones y de enfermos detectados con estas enfermedades y la facilidad para que se propaguen en la prisión y hacia afuera a través de las visitas hacen de ello un caso de riesgo para la salud pública, coinciden dos especialistas del CICR.
"Al final toda la comunidad está bajo la mira", dice Sergio León, médico de la célula de salud en detención del CICR para América Latina y el Caribe.
Históricamente la prevalencia de tuberculosis es más alta en las prisiones que en la población, pero en Latinoamérica el hacinamiento influye notablemente superando al nivel de cárceles anglosajonas y europeas, según Hernán Reyes, coordinador médico para asuntos de salud en detención del CICR.
"En Bolivia la prevalencia es 10 veces mayor en las cárceles que en toda la población del país, en Perú 12 veces mayor pero en Brasil esta situación se dispara hasta un nivel de 100 veces más", afirman ambos responsables.
"Se necesita reforzar el sistema de salud penitenciario con programas de información, diagnóstico rápido y despistaje en tuberculosis en los ingresos de los presos. También se debe reforzar la lucha contra el VIH sida con condones, terapia retroviral y tratamiento a las enfermedades de transmisión sexual", acotó León.
"El problema es que nada de esto se puede hacer si no hay voluntad política por parte de las autoridades" para llevar adelante reformas, dijo Reyes a la AFP.
El CICR considera a las prisiones como "reservorios de infección" para la bacteria responsable de la tuberculosis debido a que ofrecen condiciones perfectas para su desarrollo: hacinamiento, malas condiciones de vida, falta de ventilación y luz solar en los ambientes.
Las prisiones y los sistemas de salud vigentes en la región son una piedra en el zapato para efectuar diagnósticos tempranos y seguir tratamientos adecuados. Un tratamiento de tuberculosis dura como mínimo seis meses, y máximo dos años.
Eso, sumado al acceso limitado a prestaciones de salud de la población penal, aumenta el riesgo de infección de tuberculosis y de VIH sida, sostiene León.
"Los riesgos de contraer la infección y la enfermedad los detenidos son válidos también para todos los demás que trabajan o están de visita en las cárceles", afirma Reyes.
La mala nutrición, estrés e infección por el VIH contribuyen también a aumentar el riesgo. Todo ello se potencia con tratamientos incompletos y la corrupción en las cárceles, según los especialistas.
El caso de la prisión peruana de Lurigancho es emblemático, asegura Reyes, médico chileno basado en Ginebra, sede del cuartel general del CICR, que participó en Lima en un seminario sobre salud penitenciaria en la región.
Lurigancho es la prisión más sobrepoblada de América Latina, con una población penal cercana a los 9 000 presos cuando su capacidad es de 2 000, superando incluso a las de Brasil y Argentina, aseguró Reyes a la AFP.
En esta prisión, el gobierno peruano lleva a cabo un programa sanitario contra la tuberculosis, que sirve como laboratorio regional con apoyo internacional. En Lurigancho cada celda tiene menos de 4 metros cuadrados (mínimo básico en promedio internacional) y es ocupada por más de un preso.