Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

Cuando se cumplen exactamente 5 años del ataque terrorista contra el World Trade Center de Nueva York, que causó la muerte a 2.749 personas -de los que 400 eran bomberos y miembros de los equipos de rescate de la ciudad-, éste sigue produciendo daños sobre la salud. Así, los 14.000 profesionales de emergencias que trabajaron durante la semana posterior a los atentados en la atmósfera irrespirable de la "Zona Cero" están pagando un alto precio en forma de importantes problemas respiratorios. Al menos eso concluye un estudio publicado en el American Journal of Respiratory and Critical Care Medicine (August 1, 2006; 174(3): 235-236) que señala que estos trabajadores mostraron en el año siguiente a los ataques terroristas una reducción de su función pulmonar equivalente a 12 años de envejecimiento normal.

"No nos sorprendió encontrar una reducción significativa de la función pulmonar, pero nos impresionó su magnitud", aseguró la Dra. Gisela I. Banauch, investigadora principal del estudio y miembro de la División Neumológica del Centro Médico Montefiore del Bronx (Nueva York). Tras analizar las espirometrías realizadas a 12.079 trabajadores de rescate antes y después del 11-S, la Dra. Banauch y su equipo detectaron síntomas respiratorios más frecuentes y graves en los 1.660 trabajadores que se encontraban trabajando en el siniestro cuando las torres se desplomaron. También observaron reducciones significativas, aunque menores, en los 8.185 trabajadores que llegaron dos días después del derrumbe y en los 1.921 que acudieron a partir del tercer día.

Todos ellos estuvieron expuestos a una nube tóxica formada por cientos de contaminantes, como material de construcción pulverizado y productos de la combustión de materiales plásticos. El estudio también señala que el porcentaje de trabajadores de emergencias que presentó una función pulmonar por debajo de lo normal se duplicó después del 11-S en cada uno de los grupos analizados. Después del desastre, muchos de estos profesionales desarrollaron síntomas como tos, sibilancias, inflamación obstructiva de las vías aéreas e hiperreactividad bronquial. "Hasta ahora -recordó la investigadora-, los dos diagnósticos neumológicos más comunes han sido el síndrome de disfunción reactiva de las vías respiratorias (SDRVR) y el asma inducida por irritantes.

Lamentablemente, esto afectó a la capacidad para desarrollar su trabajo de un número significativo de profesionales". Los investigadores consideran imposible predecir si los trabajadores expuestos seguirán experimentando un declive acelerado de su función pulmonar.

En el infierno que se desató tras el derrumbe, los escombros se combinaron con materia orgánica y cloro procedentes de papeles y plásticos lanzando al aire gases ricos en metales. En las primeras 48 horas tras el colapso de las torres, sólo los bomberos tuvieron algún tipo de protección, pero en cualquier caso insuficiente -sus tanques de oxígeno apenas duraban 18 minutos-. En los días siguientes la única protección disponible fueron mascarillas de papel de las que se usan en labores de limpieza o quirúrgicas.

El estudio, cuyo coautor fue el Dr. David Prezant, subdirector Médico del Departamento de Bomberos de Nueva York, señala como una de las lecciones de la tragedia la necesidad de disponer y utilizar adecuadamente -desde el primer momento- de una protección respiratoria adecuada.



American Journal of Respiratory and Critical Care Medicine (August 1, 2006; 174(3): 235-236)