Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

De niño soñó con ser piloto, ingeniero, psicólogo, médico, pero nunca pensó ser enfermero. Por "cosas de la vida'', que aún no puede precisar, una mañana de agosto de 1984, el joven Rafael Suárez tenía ante sí una planilla para ingresar en el Politécnico de Enfermería del Hospital Psiquiátrico de La Habana, la que llenó con cierto temor.



Frescas están en su memoria las miradas asombradas, los comentarios de sus compañeras de aula (era el único hombre de la clase) cuando el primer día del curso hizo su entrada de completo uniforme.



No ha olvidado tampoco aquella vez en que, todavía siendo un estudiante, aplicó su primera inyección y canalizó la vena de una paciente, quien le dijo: "Serás un buen enfermero, tienes las manos de oro''.



Quizás esta expresión, junto al apoyo y la educación que recibió de sus padres, fue uno de los más lindos estímulos para poner todo su empeño en la carrera, (terminó como el primer expediente) y para continuar los estudios de licenciatura en su especialidad.



No han sido pocos los momentos placenteros que su labor le ha brindado: el estar presente en el salón durante el nacimiento de su hijo, la gratitud de los pacientes y sus familiares, el saberse parte de un equipo que lucha constantemente por la vida; pero también ha tenido ratos tristes; esos, dice, prefiere no nombrarlos.



Como una persona a quien le gustan los grandes retos, un eterno enamorado de su esposa, de la vida y de su profesión, se define el hoy Licenciado en Enfermería y profesor principal de la Facultad de Enfermería en el Hospital Calixto García, de la capital.



De tener que elegir entre la docencia y el servicio asistencial, Rafael no sabría cuál escoger: la primera le proporciona el contacto con los pacientes; el segundo, la utilidad de formar a las nuevas generaciones; por eso, aunque actualmente se desempeña como profesor, no es extraño que se le vea en alguna sala del hospital aplicando una inyección o canalizando una vena.



Su tiempo libre es muy escaso, pero este es exclusivamente para su esposa y su hijo Rafaelito. A ellos dedica sus cortas horas de esparcimiento, las mejores recetas culinarias que conoce, los secretos de su labor.



Si bien un día llené con cierto temor la planilla para iniciar mis estudios de enfermería, hoy te confieso que es de las mejores cosas que me han sucedido en la vida, creo que ninguno de mis sueños profesionales de la niñez me hubiera causado tanta dicha.