Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

Un estudio desarrollado en mujeres menstruantes concluye que entre el 65% y el 85% presentan, al menos, un síntoma depresivo todos los meses y que la cuarta parte cumplen criterios de trastorno disfórico premenstrual. Cada menstruación conlleva siempre cambios emocionales que están íntimamente ligados con la producción de estrógenos; al ser tratadas con fármacos antidepresivos, como los neuroesteroides, los síntomas de depresión, mal humor e incluso tendencias suicidas en las fases más agudas, disminuyen. Así lo expuso el Dr. Jesús de la Gándara, del Hospital Universitario de Salamanca, en el XIII Curso de Psiquiatría, celebrado en Vitoria.



Asimismo, matizó que numerosas investigaciones han demostrado que, antes de la menarquía, es el hombre el que más consultas realiza en relación a su salud mental, inercia que cambia para el resto de la vida una vez comenzado el ciclo femenino.



Es evidente que el desarrollo de los caracteres sexuales implica un gran cambio en la imagen corporal propia y se proyecta sobre la imagen pública, lo que condiciona grandes exigencias adaptativas psíquicas, para las que no todas las mujeres están preparadas.



El tratamiento de elección son los progestágenos y la segunda línea terapéutica son los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina, eficaces para los síntomas físicos y psíquicos.