Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

Al final de la Primera Guerra Mundial, en 1917 y 1918, la llamada "gripe española" mató en todo el mundo a entre 20 y 40 millones de personas. Desde hace tiempo se han buscado las causas de que aquella cepa fuera tan mortal.



Ahora, en "Nature", investigadores de la Universidad de Wisconsin-Madison (Estados Unidos) y de la de Tokio (Japón), arrojan nueva luz al respecto. Utilizando un gen recuperado de aquel virus han descubierto que un solo gen fue el responsable de la virulencia de aquella cepa.



Describen los experimentos en los que han manipulado virus de la gripe haciendo que sean más potentes al añadirles ese gen.



La investigación demuestra que un pequeño cambio genético en el virus basta para convertir una cepa de virulencia moderado en una mucho más grave, y ayudará a los científicos a comprender mejor el origen de aquella devastadora epidemia. A finales de los años noventa se pudieron extraer unos cuantos genes de la cepa de la "gripe española" del tejido pulmonar de algunas víctimas. Entre los genes que se secuenciaron se encontraban los que codifican la hemaglutinina y la neuraminidasa, proteínas fundamentales para que el virus penetre e infecte las células.



En el nuevo estudio se empleó una forma de virulencia leve del virus A de la gripe, a la que se añadieron los dos genes obtenidos de la gripe de 1918. Con el virus modificado infectaron a ratones, comprobando que el gen de la hemaglutinina confiere una patogenicidad aumentada en los ratones frente a virus humanos que, de otro modo, no les afectarían. Además, el virus modificado causó síntomas en los roedores similares a los de aquella gripe.



Otro dato importante que se desprende de esta investigación es que los resultados apoyan la teoría de que el virus de 1918 era de origen aviar, pero adaptado para proliferar en seres humanos. Finalmente, otro hallazgo interesante es que las personas que contrajeron aquella gripe y sobrevivieron siguen teniendo anticuerpos frente a esta forma modificada del virus 80 años después.



Nature 2004;431:703-706