Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

Uno de cada dos pacientes que se somete a un trasplante de órganos presentará osteoporosis en los primeros 6-12 meses postrasplante, y más de un 15% de ellos experimentarán fracturas patológicas.



La edad avanzada y un déficit previo de densidad mineral ósea son, junto al uso de determinados tratamientos inmunosupresores, los principales factores de riesgo para el desarrollo posterior de enfermedades óseas, sobre todo en los primeros seis meses postrasplante. En un curso celebrado este fin de semana en Palma de Mallorca sobre "Enfermedades Metabólicas en Trasplante", centrado en esta ocasión en las enfermedades óseas y promovido por la Cátedra de Trasplantes Universidad Autónoma de Madrid, se ha efectuado una revisión crítica del problema.



Tal y como explicó uno de los coordinadores de este curso, el Dr. José María Campistol, de la Unidad de Trasplante Renal del Hospital Clínic de Barcelona, "una vez que hemos superado el reto del rechazo agudo del injerto y que se ha logrado que la vida de estos injertos y de los pacientes sea realmente prolongado, nuestra preocupación ahora se centra en mejorar la calidad de vida de estas personas, y de ahí el interés de minimizar los trastornos óseos y la fracturas que se elevan significativamente en estas personas tras someterse a un trasplante".



Uno de los principales aspectos que se ha discutido en esta reunión es el efecto deletéreo de la propia terapia inmunosupresora (que el paciente recibe para evitar el rechazo del órgano injertado), destacándose que puede ser un factor de riesgo para el desarrollo posterior de enfermedades óseas. En este sentido, Manuel Arias, también coordinador de este curso y que trabaja en el Hospital de Valdecilla de Santander, aseguró que "los corticoides son los fármacos que más lesiones producen en el hueso, de ahí el interés por diseñar nuevas estrategias de tratamiento inmunosupresor que no contengan estos fármacos o que, por lo menos, ayuden a reducir sus dosis o periodo de utilización".



Resaltando este mismo aspecto, Esteban Jódar, del Servicio de Endocrinología del Hospital 12 de Octubre de Madrid, concluyó que "los corticoides son venenosos para el hueso, ya que aumentan la resorción ósea y reducen su formación; si no existe un capital óseo extraordinario, la administración de estos inmunosupresores va a provocar enfermedad ósea y fractura patológica".



Es más, otro de los grupos farmacológicos clave en la estrategia inmunosupresora actual, como son los inhibidores de la calcineurina, con ciclosporina y tacrolimus al frente, también se ha observado que producen un marcado desequilibrio óseo, que favorece la aparición de enfermedades óseas y fracturas osteoporóticas. El Dr. Solomon Epstein, Director de la Unidad de Osteoporosis del Hospital Mount Sinaí de Nueva York (Estados Unidos), afirmó durante su conferencia magistral que "la inhibición de la calcineurina se relaciona con una pérdida neta de hueso, ya que la resorción ósea supera a la formación".



Ante este panorama, los expertos reunidos en este foro han destacado la necesidad de iniciar tratamientos antiosteoporótico en pacientes de riesgo y optar por fármacos inmunosupresores como el micofenolato mofetil, que "ha demostrado sobradamente que no se asocia con este efecto indeseado y que, de alguna forma, es un protector óseo en comparación con otros inmunosupresores", ha subrayado el Dr. Campistol.