Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

El tratamiento del cáncer de cuello, un concepto que engloba los tumores malignos de la faringe, laringe y cavidad oral, ha dado un paso más. Según las conclusiones de dos grandes ensayos, uno europeo y otro estadounidense, la cirugía y radioterapia en las que se basa la terapia actual deben ser complementadas con quimioterapia simultánea.



Esta estrategia reduce las posibilidades de que el tumor reaparezca en el cuello y prolonga el tiempo que tarda la enfermedad en volver a aparecer.



El cáncer de cuello ocupa el sexto puesto entre los más frecuentes con 37.000 nuevos casos en Europa Occidental cada año. Lo típico de este tipo de cáncer es la invasión de estructuras cercanas en la zona del cuello, más que la aparición de metástasis a distancia, si bien esto último le ocurre casi a uno de cada tres pacientes tratados.



En cualquier caso, las posibilidades de que el tratamiento tenga éxito dependen del grado de afectación local (el propio tumor) o regional (en la zona del cuello) en el momento del diagnóstico. Cuando el cáncer está en fases iniciales, el manejo habitual consiste en cirugía conservadora de la zona, sin hacer grandes destrozos, o bien radioterapia curativa.



Sin embargo, cuando el tumor está más avanzado, la posibilidad de que reaparezca es muy grande. En estos casos se recurre a la extirpación quirúrgica extensa acompañada de sesiones de quimioterapia. El objetivo de los dos nuevos trabajos, publicados de forma simultánea en 'The New England Journal of Medicine', era idéntico: averiguar si añadiendo quimioterapia a la combinación de cirugía y radioterapia vigente en la actualidad, se conseguían mejores resultados.



Un esfuerzo coordinado



Experiencias previas con menos pacientes y no tan sistematizadas ya indicaban que añadir quimioterapia, en este caso un compuesto llamado cisplatino, podría ser beneficioso. Lo encomiable es que dos organizaciones dedicadas a la investigación del cáncer, una europea (European Organization for Research and Treatment of Cancer, EORTC) y otra norteamericana (Radiation Therapy Oncology Group), hayan aglutinado esfuerzos para aclarar esta cuestión.



En total se reclutaron 850 pacientes con este tipo de cáncer a ambos lados del Atlántico. La mitad de ellos recibieron el tratamiento estándar: cirugía entre cuatro y seis semanas antes de un ciclo de seis semanas de radioterapia. A la otra mitad se les administró además una dosis de quimioterapia (cisplatino) en los días uno, 22 y 43 de la radioterapia.



Los resultados han demostrado que el cisplatino aumentó un 10% el número de pacientes que están dos años sin que el cáncer vuelva a aparecer en el cuello. En el estudio europeo, la quimioterapia consigió aumentar un 10% los pacientes que siguen sanos a los cinco años del tratamiento.



En cualquier caso, antes o después el cáncer vuelve a reproducirse en el cuello en el 30% de los pacientes y además, ninguno de los dos ensayos clínicos ha conseguido que disminuyan los casos de metástasis a distancia.



Por lo tanto, incluso con la mejora que supone introducir la quimioterapia de forma sistemática, los resultados del tratamiento del cáncer de cuello de alto riesgo siguen siendo bastante pobres y desde luego están necesitados de nuevos progresos.



En este sentido, se están realizando otras experiencias para identificar una pauta más corta de radioterapia (tres semanas en lugar de seis), algo que permitiría administrar la quimioterapia con más seguridad. De hecho, en el momento actual, añadir cisplatino a la agresión que supone la cirugía y la radioterapia para el organismo añade efectos secundarios indeseables en un porcentaje considerable de pacientes.



Y es que en oncología, la intensidad o potencia del tratamiento que empleamos contra el cáncer a menudo está limitado por la capacidad del paciente para tolerarlo o incluso para sobrevivir al mismo.