La mayoría de las investigaciones hechas con ratas, monos, conejos y muchas otras especies no han tenido ninguna trascendencia en las nuevas terapias que se aplican al ser humano. La experimentación animal es imprescindible en los avances científicos de la llamada 'investigación básica': son ensayos en los que se analiza el funcionamiento de algunas proteínas, los mecanismos íntimos de las enfermedades, el sistema inmunológico o la genética, por citar sólo algunos ejemplos. Este nuevo trabajo publicado en British Medical Journal pone en el alero la utilidad de emplear animales pero para la 'investigación clínica'. Este tipo de labor científica supone probar nuevos fármacos, modalidades de tratamiento o procedimientos quirúrgicos. Para llegar a esta conclusión, se han analizado las publicaciones que hablan sobre la utilidad de estos trabajos. Se seleccionaron sólo los mejores, como los realizados para evaluar la utilidad del láser en la cicatrización de las heridas, la relación entre estrés y enfermedad coronaria o los beneficios de la infusión de fluidos intravenosos para la hemorragia. Pues bien, tras analizar todos estos trabajos, se ha evidenciado que las conclusiones extraídas de los resultados obtenidos con animales han servido para muy poco. Y es que los tratamientos que finalmente se han aplicado a las personas no han tenido en cuenta lo que se había comprobado en animales. Los motivos para desacreditar este tipo de experimentos 'gratuitos', que cuestan tiempo y dinero y que hacen sufrir innecesariamente a otros seres vivos, son muchos según este grupo de investigadores británicos. Muchas veces los ensayos se hacen a la vez en animales y humanos con lo que pierden su razón de ser. Otras veces están mal diseñados o son demasiado cortos y con pocos ejemplares, lo que les resta fiabilidad. También en muchas ocasiones se emplean diferentes especies o dosis disparatadas de fármacos o simplemente se utiliza un modelo de enfermedad que en nada se asemeja al problema humano que se está analizando. En definitiva, gran parte de la experimentación animal en investigación clínica no llega a tener utilidad práctica en la mejora de la medicina y de los tratamientos de los seres humanos. Es necesario asegurarse, cuando se decide utilizar otros seres vivos, que lo que se está investigando no es algo sobre lo que ya se tiene respuesta. Algo que los autores de este trabajo crítico resumen en aplicar en este tipo de labor científica la regla de las tres R: reducción a lo imprescindible, reemplazo de los animales por otros métodos más fiables y refinamiento de los experimentos para que sean verdaderamente útiles. |