Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

ANGELA BOTO



Ilustración: Victoria Martos



Después de una larga carrera y de unos cuantos intentos fallidos, la ciencia ya tiene, gracias a un equipo de investigadores coreanos, el primer embrión humano clonado. Y lo que es aún más importante, con él se pone sobre la mesa la que todos esperan se conviertan en una especie de piedra filosofal de la medicina del nuevo milenio, las células madre embrionarias.



El año pasado, el editor jefe de la revista 'Science' 014la misma que esta semana ha publicado el gran logro de la clonación terapéutica014titulaba el editorial de un número dedicado al prometedor tratamiento como 'Células madre: todavía aquí, todavía esperando'.



Aunque parezca lo contrario, casi 12 meses después y con un trascendente trabajo ya publicado, la espera continúa y por el momento las progenitoras celulares y la clonación terapéutica son aún una esperanza. Se podría decir que comienza un nuevo camino que puede ser incluso más arduo que el que se lleva recorrido. En él se tendrá que pasar por replicar los resultados de los investigadores coreanos, resolver muchas incógnitas sobre los procesos necesarios para obtener una neurona o músculo cardiaco a partir de las células madre y superar después las verdaderas pruebas de resistencia de todo tratamiento: los experimentos en distintas especies de animales y, por último, los ensayos en humanos. Todavía nos queda una década.



El primer obstáculo que tendrán que salvar los investigadores que trabajan con células madre trasciende las fronteras de lo científico para situarse en un cruce de caminos donde confluye la política, la legislación y la ética. Por el momento, son pocos los países que han apostado por invertir en la experimentación con células madre. Un claro ejemplo es EEUU donde existen grandes centros de investigación y prestigiosos científicos. Sin embargo, la Administración Bush ha decidido limitar los trabajos en este área. Sólo los gobiernos de Gran Bretaña, Suecia, China o Corea se han mostrado dispuestos a apoyar a sus investigadores. Quizá el hallazgo publicado ayer modifique la situación, pero aún habiendo solventado las trabas éticas y legales, todavía quedan incógnitas por resolver.



OBSTÁCULOS. En lo que se refiere a la técnica de clonación empleada por los científicos (la transferencia nuclear) todo lo que la rodea son misterios, algunos expertos hablan incluso de azar cuando se consigue con éxito. Lo cierto es que se desconocen los procesos que tienen lugar cuando se inserta el núcleo de la célula no sexual en el óvulo. Es evidente que la primera tiene que reprogramar todo su material genético para pasar de ser un componente de un organismo adulto a convertirse más tarde en un embrión en pleno desarrollo. Sin embargo, los conocimientos actuales distan de resolver el misterio. No hace mucho tiempo Ian Wilmut, el padre de la famosa oveja Dolly, escribía en un artículo sobre la técnica de clonación: «Se desconocen los medios para aumentar el éxito de la transferencia nuclear». Es evidente que la naturaleza guarda celosamente muchos de sus secretos.



En cualquier caso, como afirma Carlos Vicario, científico del Centro de Investigaciones Biológicas de Madrid, «con toda seguridad en los próximos meses veremos más trabajos similares». Si éstos son capaces de replicar los hallazgos de los surcoreanos, se podrá empezar a pensar que la clonación terapéutica está cerca de dejar de ser un arte, por lo imprevisible de sus resultados, para convertirse en un método. Dejando a un lado los secretos de la clonación, según Vicario, el horizonte de las células madre embrionarias está mucho más despejado. A estas alturas ya se manejan de forma habitual protocolos para aislarlas, mantenerlas con vida conservando las mismas características y cultivarlas en condiciones de laboratorio. Pero ¿qué viene después?



CONTINUARÁ. «Falta lo más importante. Obtener células madre es ya relativamente sencillo, la dificultad radica en conseguir que se diferencien en el tejido que se busca para poder trasplantarlo», asegura Antonio Ríos Guadix, catedrático de Biología Celular de la Universidad de Granada. Institución que, por cierto, acogerá el primer banco de progenitoras celulares de España.



Las células madre embrionarias son el centro desde el que se forman todos los tejidos del organismo, desde los músculos hasta el corazón pasando por las neuronas. En los primeros momentos del desarrollo del embrión se forman tres capas denominadas endodermo, mesodermo y ectodermo con diferentes niveles de sofisticación. De esta aparentemente simple estructura surgirán los órganos y sistemas que componen un ser humano.



Todas las células del cuerpo contienen exactamente el mismo material genético, que en condiciones normales será el resultado de la unión de los genomas materno y paterno. En el caso de los clones, será la copia del donante del núcleo que se emplea para el proceso de transferencia. Lo que más tarde va a diferenciar una célula del riñón de otra de los pulmones son los genes que están activos para cumplir su función en el organismo. Este proceso implica una compleja organización del ADN y es en él donde reside, precisamente, la clave para que lo que hoy es un tratamiento muy prometedor se convierta en realidad.



«Se está progresando bastante en el control de la diferenciación», explica Vicario. Por el momento, se sabe que las progenitoras celulares siguen las señales del entorno para orientar su destino. Ciertas proteínas y otros factores extracelulares dan órdenes a las células madre embrionarias para que éstas comiencen su diferenciación hasta convertirse en un tejido especializado. Mediante este procedimiento, numerosos grupos de investigación han logrado crear en el laboratorio células musculares, neuronas e incluso óvulos. Otro de los procedimientos que se emplean para lograr la conversión es activar o desactivar ciertos genes. Sin embargo, según Vicario el último método entraña más riesgos a la hora de aplicarlo a humanos, de modo que lo ideal sería disponer de algo así como un catálogo de moléculas que al añadir a los cultivos generaran un tipo de tejido u otro.



Resuelto el paso anterior estaríamos prácticamente listos para obtener con cierta facilidad células de miocardio para el tratamiento de los infartos o islotes pancreáticos para la diabetes, pero los pacientes de enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson todavía no podrán cantar victoria.



El tejido cerebral es altamente especializado y está formado por muchos tipos diferentes de células. Uno de los problemas fundamentales es comprender cómo las progenitoras celulares dan lugar a los distintos especímenes neuronales.

Pese a todo ya se han salvado algunas de las dificultades y se ha logrado generar neuronas en el laboratorio, pero no está ni mucho menos ganada la batalla porque además deben ser funcionales. El injerto de estas células altamente especializadas es especialmente complejo porque se tienen que integrar en una gran red de comunicación con terminaciones que se extienden de unas células a otras.



ANIMALES. Hagamos por un momento un viaje al futuro. Nos encontramos en algún punto del tiempo en el que los científicos han conseguido superar todas las dificultades enumeradas.

Valorar el tiempo necesario para el desarrollo de un tratamiento de estas características no está muy lejos de sencillo, aunque se puede tener en cuenta que para un fármaco es de 10 a 15 años en total. Las células madre embrionarias se aislaron por primera vez en 1998.



Independientemente del periodo trascurrido, entonces comenzarán los dos últimos tramos del recorrido de las progenitoras celulares hasta el paciente.



En primer lugar, los tejidos obtenidos de las celulas madre embrionarias deberán pasar la prueba de los animales. En todo proceso de desarrollo de un tratamiento existe una fase en la que la nueva terapia se aplica a ratones a los que se les ha provocado artificialmente la enfermedad que se estudia.



Existen ya modelos bien establecidos de las patologías más comunes, de modo que las células madre se transplantarían a roedores con Parkinson, diabetes e infarto de miocardio entre otras. En estos ensayos no sólo se prueba la eficacia del tratamiento, sino que se valora la seguridad. En el caso de las progenitoras, los estudios en animales han demostrado que pueden producir crecimientos tumorales.



Pero, incluso si aprueban el examen de los ratones, tendrán que demostrar su valía ante especies más semejantes al ser humano como son los primates. Una vez hecho esto habrá llegado el momento de pasar a las fases clínicas de la investigación, es decir, a los humanos. La aprobación de la experimentación en pacientes está sometida a un rígido control por parte de todas las agencias sanitarias.



Evidentemente, en cualquiera de los pasos de la experimentación, las células madre embrionarias pueden caer y nunca llegar al paciente. Si volvemos a comparar con los medicamentos, en estos sólo una de 10.000 nuevas moléculas llegan a las farmacias.