Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

La última en apuntarse al arsenal de necropsias cerradas ha sido la autopsia virtual, o virtopsia, que se basa en técnicas de imagen como la tomografía axial computerizada y la resonancia magnética (para examinar el interior del cadáver) o la espectroscopia por resonancia magnética (para determinar la hora de la muerte).



En el último congreso de la Sociedad de Radiología de Norteamérica, celebrado el pasado mes de diciembre en Chicago (EEUU), el equipo suizo que la está impulsando presentó los datos de un centenar de virtopsias practicadas tras muertes violentas durante los últimos tres años.



«La autopsia virtual no destruye las evidencias forenses y puede emplearse en culturas y situaciones donde la necropsia no se acepta», dijo entonces uno de los investigadores helvéticos, si bien reconoció que aún habrá que esperar más de una década para que la técnica sea válida.



Ecopsia. El mismo dispositivo técnico que se emplea en el diagnóstico prenatal (el ecógrafo) ejerce de «tercer ojo», en palabras de Fariña, para explorar el interior del fenecido. Hace poco más de una década, esta especialista comenzó a probar esta técnica en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Tras constatar durante seis años que era prácticamente tan eficaz como la necropsia convencional, a partir de 1998 el centro empezó a realizarla «como un procedimiento más».



Hoy en día, la técnica 014que permite ver todos los órganos e, incluso, tomar muestras mediante una punción para luego hacer cultivos o análisis histológicos014 constituye el 25% de las autopsias que se realizan en el centro madrileño, si bien sólo se emplea como ayuda a la autopsia clínica (por ejemplo, en casos de enfermedades infecciosas es más segura que el examen post mórtem clásico) o en sustitución de la misma, en el caso de que la familia no autorice el examen convencional. De hecho, esta patóloga ha constatado que la aceptación de esta prueba es muy elevada: la ecopsia sólo se rechaza en el 32% de los casos, y eso que se trata de familiares que ya habían dicho no a la prueba clásica.



Endoscopia post mórtem. Por la misma época en que Fariña comenzaba a evaluar su ecopsia, un equipo de cirujanos del Centro Médico Belinson (Israel) propuso otro tipo de autopsia también escasamente invasiva, que parecía especialmente eficaz para evaluar lesiones abdominales, sobre todo en víctimas de traumas: la autopsia mediante laparoscopia, es decir, la introducción de un tubo flexible con una cámara en la punta a través de mínimas incisiones en el cadáver.



«En casos en los que la familia del fallecido se niega a practicar la autopsia convencional por razones religiosas [precisamente, el judaísmo no tolera este examen] o por otros motivos, o donde no hay instalaciones de patología forense, el examen endoscópico post mórtem puede ser un sustituto ventajoso y con una buena relación coste/beneficio de la necropsia convencional, sobre todo cuando la alternativa es no hacer ninguna prueba».



Con todo, muchos expertos mantienen que el resultado de estas pruebas poco invasivas «no es tan completo como una autopsia clásica. Son sistemas parciales que se están buscando para solucionar el problema del descenso», según Josep Antoni Bombí, catedrático de Anatomía Patológica en la Universidad de Barcelona.



«Las evaluaciones de estos métodos son escasas pero, en general, confirman la predecible conclusión de que las autopsias incompletas proporcionan información incompleta», coincidía una revisión publicada en 'Histopathology'. Si bien reconocía que «empleadas adecuadamente, las necropsias menos invasivas pueden ser útiles para responder a cuestiones concretas en situaciones en las que no es posible realizar una autopsia completa». Y es que, pese a estas discrepancias, los patólogos coinciden en que lo fundamental es dejar que el fallecido hable de su muerte.



«Los familiares muestran menos rechazo por una autopsia parcial. En cada caso se debe intentar buscar una técnica adecuada, porque esto facilitaría el aumento en el número de necropsias», opina Isabel Guerra, miembro del mencionado club de la SEAP y responsable del Área de Autopsias del Hospital Txagorritxu (Vitoria).



DESCENSO. De hecho, Fariña recuerda que fue la reacción de un familiar ante la necesidad de un examen post mórtem la que le hizo pensar en una necropsia «a cuerpo cerrado» que se sirviese de técnicas menos invasivas.



Y es que el rechazo de los familiares es uno de los factores que explican el importante descenso que están experimentando las necropsias en los últimos tiempos. Un trabajo realizado por Bombí en el Hospital Clínic de Barcelona (publicado el año pasado en la revista Pathology, Research and Practice) ilustra este declive: mientras en 1993 el examen se practicaba en el 20% de los fallecidos en este hospital, en 2000 sólo se realizó en el 9% de los casos. Y eso que este es uno de los centros que más autopsias practica, tal y como explica Bombí.



La tendencia es generalizada. Tanto en países europeos como al otro lado del charco. Así, mientras a comienzos de los años 50 en EEUU las autopsias clínicas se practicaban en el 50% de los óbitos, en la década pasada sólo alcanzaban el 10%. En ese país, el gran bajón se produjo en 1970, cuando el organismo que se encargaba de establecer los estándares de calidad de los hospitales estadounidenses eliminó las exigencias acerca de las necropsias que hasta entonces había que realizar, como mínimo, entre el 20% y el 25% de los óbitos, en función de si se trataba de un centro docente o no.



En Francia, por ejemplo, se produjo un acusado descenso en 1994, cuando entró en vigor una ley que exige que siempre se solicite al familiar el consentimiento. Algo difícil de conseguir. Según un pequeño trabajo realizado por Fariña en su centro, en torno al 70% no da el consentimiento para examinar al fallecido.



APORTACIONES. Por eso, parece crítico que pruebas menos invasivas y más aceptables por las familias mantengan vigente un examen que tiene mucho que aportar a la Medicina. «Las autopsias aún proporcionan información sumamente valiosa», rezaba el trabajo del Clínic. El estudio se propuso evaluar el número de discrepancias que revelaban las autopsias, es decir, sorpresas que se encontraba el patólogo porque no habían sido detectadas cuando el paciente vivía.



Tras evaluar los exámenes post mórtem practicados en el centro barcelonés durante una década, se constató que la enfermedad diagnosticada en vida coincidía con la verdadera causa de muerte (la que reveló la necropsia) en el 93% de los casos. Del 7% restante, un 3,5% de los errores era grave, es decir, el óbito se debía a una enfermedad diferente a la indicada inicialmente, o bien la discrepancia de diagnóstico podía haber afectado a la evolución del paciente.



Al evaluar la causa inmediata de muerte, las divergencias eran aún mayores: un 12% de los casos (la mitad de ellos, graves) era incorrecto, si bien el artículo advierte de que «la mayoría correspondía a pacientes que habían estado en el hospital durante un periodo breve». Bombí aclara que se trata de «errores innatos a la Medicina, que no es una ciencia exacta».



A la misma conclusión llegó un trabajo publicado en 'JAMA' el pasado junio. Tras evaluar los datos de necropsias practicadas entre 1966 y 2002 en EEUU, se vio que las probabilidades de que un examen de este tipo revelase datos importantes e insospechados había disminuido (a la par que el número global de autopsias), «pero sigue siendo lo suficientemente alto [entre el 8% y el 24% de los casos] como para garantizar que se sigan practicando autopsias».