Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

Hasta ahora se desconocía la rentabilidad de ofrecer tratamiento profiláctico a aquellos sujetos que sospechen haberse contagiado de sida tras un contacto sexual esporádico o por haber compartido una jeringuilla para drogarse. Aunque Un nuevo estudio realizado en San Francisco puede aclarar el dilema.



En poblaciones con alto riesgo de infección, como los trabajadores sanitarios que se pinchan con agujas de pacientes infectados, sí se ha demostrado que el tratamiento con antiretrovirales, iniciado precozmente, disminuye dramáticamente la posibilidad de ser infectado.



De hecho, en todos los centros sanitarios existen los denominados: 'protocolos postexposición': cualquier trabajador que se pincha se somete rápidamente a una serie de análisis e inicia seguidamente un tratamiento durante cuatro semanas con antiretrovirales. Con esta medida se consiguen evitar muchos casos de sida, ya que la mayoría de estos sujetos contraerían la infección si no fuese por el tratamiento.



Sin embargo, en la población general se desconoce el riesgo de contagio por comportamientos de riesgo aislados.



Es frecuente que alguien se plantee que puede haber sido infectado de sida tras un contacto con una prostituta, algo que generalmente suele ocurrir 'a la mañana siguiente', o tras haber compartido una jeringuilla. Indudablemente, en estos casos la posibilidad de hacer un tratamiento 'por si acaso' plantea bastantes problemas, entre otros el que las terapias son caras y deben iniciarse aún sin saber si el contacto ha sido o no con un sujeto VIH positivo.



Los autores del nuevo estudio, publicado en Archives of Internal Medicine, intentan precisamente aclarar esta cuestión. Para ello se plantearon si sería rentable ofrecer un programa de tratamiento profiláctico post-exposición (TPP) a todas las personas que creyesen haber contraído la infección VIH en los días siguientes a un 'contacto' sospechoso o de riesgo.



Con este propósito iniciaron un programa similar al 'protocolos postexposición' que se hace en los hospitales y repartieron publicidad por determinadas zonas de San Francisco ofreciendo este servicio. A partir de los datos obtenidos calculan la rentabilidad de este sistema, algo así como, cuántos sujetos hay que tratar para evitar un solo caso y su coste.



Sólo es rentable si el riesgo es alto



La conclusión del trabajo es que el programa de tratamiento sólo es rentable si se centra en poblaciones con alto riesgo de haber podido contagiarse. Para los autores estos casos serían: el receptor anal en los contactos sexuales entre varones, las mujeres receptoras anales y posiblemente los casos en que se halla compartido una jeringuilla con sujetos de riesgo.



En el resto de los supuestos, la posibilidad de contagio no es lo suficientemente grande como para iniciar terapia profiláctica por el mero miedo al contagio. Sería demasiado caro implantar este tipo de protocolos entre poblaciones en las que hay pocos sujetos infectados o en las que el modo de contagio es sobre todo heterosexual.



La investigación demostró que al menos un 20% de los casos tratados deberían ser contactos sexuales entre varones para hacer que fuese rentable un programa de este tipo ofrecido a la comunidad.



Según afirman los autores, ofrecer este tipo de alternativas a todo el mundo no debe hacerse a la ligera: podría conducir a una mayor despreocupación con el consiguiente aumento en los contactos sexuales de riesgo y aumento de los casos de infección VIH. También el uso generalizado de terapia con antiretrovirales podría llevar a que el virus se hiciese cada vez más resistente o a que se invirtiese menos dinero en campañas de prevención que son las fundamentales.



En definitiva, los programas de TPP pueden ser un excelente complemento a las campañas globales de prevención del VIH si selecciona bien a los destinatarios, sobre todo si se aprovecha el período de tratamiento y control médico para educar a la población sobre otras estrategias de prevención del contagio.