Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

Un paciente de 54 años que sufrió un infarto hace cuatro años será, con toda probabilidad, el primer enfermo español que reciba un tratamiento innovador con terapia génica para intentar frenar su deterioro cardiovascular. Si el enfermo supera las pruebas clínicas previas, a finales de mes será sometido a un sencillo cateterismo en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid para introducirle un adenovirus cargado con el gen VEGF (factor de crecimiento vascular endotelial). Este virus atenuado actuará como un «taxi biológico» para transportar el gen VEGF a través de la arteria coronaria. Cuando llegue al corazón sólo tendrá un único objetivo: fomentar el desarrollo de nuevos vasos sanguíneos para mejorar el flujo de sangre que llega al músculo cardiaco, informa el diario ABC.



Si se logran los resultados esperados, el paciente podría mejorar con un tratamiento muy poco agresivo, después de que fallaran una cirugía de by-pass y una angioplastia (similar a un cateterismo) para luchar contra la obstrucción de sus arterias. Hasta que llegue el momento de la intervención, el equipo del Clínico está sometiendo al enfermo a pruebas exhaustivas para descartar problemas médicos que podrían enmascarar efectos secundarios relacionados con la terapia .



Enfermos sin otra alternativa



Como este enfermo, siete pacientes más están siendo estudiados cuidadosamente en el Instituto Cardiovascular del Clínico, que dirige el doctor Carlos Macaya, para formar parte del estudio. Todos ellos son enfermos para los que no existe otra alternativa posible, bien porque los tratamientos convencionales han fracasado o porque son inviables. Este grupo se sumará a los pacientes reclutados por el Hospital Clínico de Barcelona, el segundo centro español que participa en el ensayo internacional.



En total, treinta centros sanitarios de ocho países probarán durante un año esta terapia génica en 3.450 pacientes. Después, se contará con una información esencial para valorar tanto la eficacia como la seguridad de una técnica que abriría una nueva vía.



Una de las pruebas que permitirá saber cómo está funcionando la terapia es la prueba de esfuerzo o ergometría, explica el doctor Macaya. En ella el enfermo camina por una cinta sin fin para realizar un esfuerzo físico mientras se vigila su tensión arterial y permanece monitorizado con un electrocardiograma. Antes y después de la intervención, a los pacientes se les realizará esta prueba para valorar si han mejorado su capacidad de ejercicio y se ha conseguido una nueva vascularización del corazón.



En el caso de que los tratamientos en pacientes confirmen los buenos resultados obtenidos en investigación animal, se contaría con una nueva herramienta terapéutica para luchar contra la patología isquémica. Enfermos con grandes infartos, anginas de pecho y con graves obstrucciones en las arterias que irrigan las piernas podrían ser los más beneficiados. El doctor Carlos Macaya confía, además, en que se convierta en una gran avance en combinación con las nuevas terapias con células madre adultas que se prueban en estos momentos.