La obesidad afecta a uno de cada tres norteamericanos, una epidemia que, más allá de los problemas de salud que entraña, cambia la silueta del país al alterar todos los aspectos de la vida cotidiana. Desde las compañías aéreas incapaces de dar cabida a algunos pasajeros hasta los fabricantes de automóviles que modifican el interior de sus nuevos modelos, pasando por los constructores de ataúdes obligados a ensanchar los cajones, la obesidad deja su marca en todas partes, disparando las ventas de libros de dietas y haciendo entrar la ensalada al menú de comidas rápidas. El fenómeno desatado hace veinte años ha tomado proporciones alarmantes: la obesidad se ha más que duplicado en Estados Unidos entre 1980 y la actualidad, afectando a 59 millones de adultos. Un 64% de la población adulta es obesa o padece sobrepeso, según el centro de control de enfermedades de Estados Unidos. Los niños, el mejor indicador de tendencias que existe, sufren sobrepeso u obesidad en un 24%, cifra que se duplicó desde los años setenta. "Hay una insidiosa epidemia en Estados Unidos", dijo Julie Gerberding en referencia a la obesidad. El departamento de salud estima el costo económico directo e indirecto de la obesidad, debido a las enfermedades que favorece (padecimientos cardiovasculares, diabetes, cáncer), en 120 000 millones de dólares al año, cifra en constante aumento. Y la American Medical Association estima el número de decesos vinculados al exceso de peso en 300 000 anuales. Para contribuir a la toma de conciencia del público, las etiquetas de cada alimento envasado que se venda en Estados Unidos deberán mencionar dentro de poco el número total de calorías por unidad y ya no más por ración. Se espera que en febrero del 2004 la Agencia para el Control de Fármacos y Alimentos (FDA) eleve una recomendación en este sentido a las autoridades. Los restaurantes también deberán brindar más información en sus menús, anticipó recientemente el director de la FDA, Marick McClellan, señalando que "la obesidad es un desafío en todos los frentes para proteger la salud del público". El debate sobre la clasificación de la obesidad como una enfermedad está abierto e implica una decisión de pesadas consecuencias para la salud pública y las aseguradoras privadas, porque situaría una serie de tratamientos dentro de una lista de gastos reembolsables y podría acelerar el lanzamiento al mercado de nuevos medicamentos. Este paso, comparado por los expertos a la entrada del alcoholismo en el rango de enfermedad lo cual facilitó el acceso al tratamiento, podría ayudar a las personas afectadas a admitir que necesitan cuidados y al público a dejar de considerar que las personas obesas son responsables de su estado. "Muchas personas creen que enfrentar el sobrepeso y la obesidad es una responsabilidad personal. Es también una responsabilidad de la comunidad", resumió David Satcher, jefe del servicio federal de la salud pública. Precursor en la materia, el Servicio Norteamericano de Impuestos (IRS) acepta desde 2002 deducciones fiscales por gastos de salud debido a la obesidad. Sólo las aseguradoras privadas aún conducen una batalla contra la clasificación de la obesidad como enfermedad, por evidentes razones económicas. |