Revista de Ciencias Médicas de Cienfuegos

La teoría de Freud sobre la represión, validada por las técnicas de imagen cerebral



ANGELA BOTO





Los postulados de Freud sobre el funcionamiento de la mente humana han sido observados por la ciencia con cierto recelo porque se consideraba que carecían de bases sólidas. Sin embargo, la introducción en los últimos años de potentes técnicas de imagen cerebral permite descubrir los mecanismos biológicos que corroboran las observaciones del padre del psicoanálisis.



El objetivo de las cámaras neuronales se ha centrado, en esta ocasión, en uno de los conceptos fundamentales y más controvertidos de la teoría freudiana, la represión. El médico austriaco afirmaba que la mente humana emplea como método de defensa el olvido, de modo que los recuerdos desagradables o incluso aquellos traumáticos son eliminados de las redes neuronales conscientes y relegados a su zona más oculta e inaccesible, que él denominó subconsciente y que, un tiempo más tarde, Carl G. Jung rebautizó como inconsciente.



Michael Anderson de la Universidad de Oregón, en EEUU, junto con investigadores de la Universidad de Stanford, también en ese país, han encontrado los mecanismos biológicos que se producen en el cerebro y que confirman las tesis de Freud a la vez que refuerzan aún más la idea de que el ser humano dispone de una asombrosa capacidad para controlar y modificar a voluntad su comportamiento.



Vivencias traumáticas



La represión es un proceso que se da en cualquier tipo de individuo, aunque es particularmente remarcable y trascendente en los casos de abusos o de maltratos. En estas situaciones, la mente pone inmediatamente en marcha la maquinaria del olvido para evitar un dolor mayor; de ahí que un buen número de víctimas de la violencia no consiga recordar lo que le ocurrió.



Precisamente, los autores del estudio publicado en la última edición de la revista 'Science' han observado que se pueden bloquear a voluntad todos aquellos recuerdos que no se desea conservar y, lo que es aún más sorprendente, éstos pueden llegar a desaparecer completamente de la memoria de tal modo que ya no se pueden recuperar, aunque más adelante se quiera.



«Por primera vez, vemos algunos mecanismos que podrían jugar un papel en el olvido activo. Aquí es donde reside el mayor interés como aplicación práctica para experiencias emocionalmente traumáticas y como demos